Las visitas al médico nunca son plato de buen gusto. A ningún padre le gusta ver a su hijo enfermar, pero siempre es conveniente acudir a este especialista para encontrar la solución al problema de salud del que se queja su pequeño en lugar de esperar a que se resuelva por sí solo. Pero, al igual que la dejadez tiene sus consecuencias negativas, la extrema preocupación puede por terminar poniendo trabas.
Aprender a utilizar las visitas al pediatra de forma efectiva es primordial a la hora de asegurar la salud de los más pequeños. Si como padre te preocupa el uso del sistema sanitario, desde la Asociación Española de Pediatría y Atención Primaria, AEPap, se dan varios consejos con esta finalidad.
Si vas a visitar al pediatra
Es normal que el estado de salud de los niños ponga nerviosos a los padres, ¿cómo debe ser la visita al pediatra? AEPap brinda los siguientes consejos a los padres:
– Para ayudar al pediatra hay que darle toda la información posible, los médicos no son adivinos y precisan de todos los datos sobre el problema del niño
– Nunca hay que exagerar. Los pediatras interpretan literalmente todo lo que les cuentan los padres. Esto podría llevarle a tomar medidas innecesarias y, por tanto, perjudiciales para su bienestar.
– Los sanitarios son personas. Tratarlos con respeto y no abusar de ellos es importante para asegurar un correcto trato.
– El profesional sanitario no debe suplir el sentido común de una familia. Ella es la que mejor conoce al niño.
Cuándo usar urgencias
El malestar de un niño puede hacer que las alarmas se enciendan en casa, ¿pero siempre es pertinente acudir a urgencias para solucionar el problema? AEPap da los siguientes consejos para saber cuándo se recomienda usar estos servicios:
– Fiebre mayor de 38ºC en cualquier bebé menor de 3 meses.
– Fiebre superior a 39,8ºC. Sobre todo si el niño o niña está decaído en exceso a pesar de haberle dado un antitérmico.
– Dificultad respiratoria o crisis de asma. Sobre todo si el niño respira muy rápido (más de 60 veces por minuto), si tiene los labios o dedos morados o si tiene que hacer mucho esfuerzo para respirar.
– Cuando después de un atragantamiento el niño sigue con dificultad respiratoria o tos persistente.
– Convulsiones o pérdida de conciencia. Se sepa o no la causa.
– Cambios bruscos de comportamiento con desorientación, decaimiento o apatía.
– Traumatismos graves: caídas accidentales desde altura. Los traumatismos dentales deben ser atendidos por odontólogos. Si en tu centro de salud no hay, es mejor dirigirse a un centro donde los haya.
– Vómitos persistentes (el niño vomita todo lo que come o bebe) que dura más de 6 horas si se trata de un bebé o dura más de 12 horas en un niño mayor.
– Diarrea abundante acompañada de vómitos en el niño menor de un año (por el riesgo a deshidratarse).
– Manchas rojas en la piel que no desaparecen cuando ésta se estira (petequias o hematomas que no son debidos a golpes).
– Heridas que puedan requerir sutura o sangran sin parar.
– Hemorragias: heces con sangre abundante, orinas rojas, sangrado nasal que no se controla con compresión.
– Dolor intenso que no cede con un analgésico.
– Cambios bruscos de color de la piel, sobre todo en el recién nacido (color azulado o grisáceo).
– Exposición a una sustancia que antes ya le provocó un cuadro de alergia grave (anafilaxia). Pueden ser picaduras de insecto, alimentos o medicamentos a los que se es alérgico, etc.
Damián Montero
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