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El tratamiento en familia del TDAH

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De la misma manera que cuando un miembro de la familia está enfermo, todos se involucran en su curación, con el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), la mejor manera de ayudar a los hijos es que la familia se involucre en su tratamiento. Tengan o no medicación, es fundamental ayudarles a desarrollar destrezas que les permitan controlar mejor su comportamiento.

Ese niño, que desde pequeño parecía muy inquieto, comienza a comportarse cada vez peor. Ya no es solo un niño nervioso: interrumpe en las clases, en casa parece incapaz de centrar su atención en nada y, tras varias visitas al colegio y a algunos especialistas, le diagnostican con Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad, el famoso TDAH.

Algunos niños y adolescentes necesitan medicación. Todos ellos, sea cual sea su caso, necesitan técnicas adecuadas para mejorar su concentración y adecuar su conducta. Eso no se logra solo, sino con la implicación de toda la familia.

Que los niños y adolescentes diagnosticados con TDAH estén bien tratados en el plano psicológico y conductual es la clave del éxito del trabajo realizado con ellos. Los tratamientos con pastillas son eficaces, pero solo sirven mientras se toma la medicación.

Lo bueno de las terapias conductuales es que perduran en el tiempo.

Sin embargo, para que funcionen necesitan de la implicación de todas las personas del entorno, con especial énfasis en los padres y en el equipo docente del centro educativo. Por eso, los expertos apuntan la necesidad de trabajar mucho con los progenitores, que serán los que, en última instancia, tendrán que aplicar las técnicas y estrategias que les permitan mejorar su concentración.

La implicación de los padres es clave en este sentido. De lo contrario, se corre el riesgo de que utilicen la ‘etiqueta’ del diagnóstico con TDAH para justificar cualquier comportamiento y no se esfuercen por modificar conductas. Pero unos padres implicados, conocedores de la situación de sus hijos, de sus límites y capacidades, son garantía para que los niños mejoren y mantengan el cambio de actitud de manera sostenida en el tiempo.

Detrás de la terapia conductual que nos ayuden a marcar los psicólogos y psicopedagogos hay una buena parte de repetición de conductas. Nos darán herramientas útiles para situaciones concretas. Pero, sobre todo, la clave radica en fomentar mucho el refuerzo positivo al tiempo que nos mantenemos muy firmes en las consecuencias por los malos comportamientos. Conocer los límites les resulta imprescindible para guiarse. Si se sobrepasan con la ‘excusa’ de un diagnóstico, les haremos un flaco favor.

TDAH: pequeños trucos para la mejorar la atención

– Listas de tareas. A todos nos sirven las listas de tareas para no olvidarnos de nada. En el caso de los niños con TDAH, les ayudará que desarrollemos listas lo más pormenorizadas posible en función de su edad y sus necesidades. Así, con ellos no basta con ponerles a «hacer los deberes» sino que habrá que desglosar las asignaturas e incluso las tareas específicas en cada asignatura. De ese modo, les ayudaremos a mantener la atención en pequeñas metas que, al ser más fáciles de conseguir, mejorarán su autoimagen.

– Tiempos límite para las tareas. La mejor manera de aprender a no perder tiempo es no tener tiempo que perder. Este sistema, que es de gran utilidad con cualquier niño, se puede aplicar a todos los ámbitos con los casos de TDAH. Consiste en dar un tiempo limitado y preestablecido para una acción. Si no se termina, no habrá oportunidad de acabarla, con las consecuencias que eso traiga, como la reprimenda del profesor por no tener hechos los deberes. No se debe presentar como un ‘castigo’ sino como un sistema de organización del tiempo. Eso evitará que obren por miedo y fomentará que adquieran el hábito de esforzarse por cumplir con los plazos.

– Tablas de felicitación. Los niños con TDAH están muy marcados por las críticas constantes de los adultos de su entorno. Acaban generándose una imagen nociva de ellos mismos y, muchas veces, parte de su mal comportamiento deriva de su inseguridad. Trabajar con ellos mediante tablas de felicitación de tareas encomendadas y cumplidas fomentará su autoestima.

¿Cuándo hay que medicar a un niño con TDAH?

El tratamiento de los niños con TDAH siempre debe ser individualizado y atendiendo a las circunstancias del menor y de la familia. Los pediatras expresan que, aunque las terapias difieren según los casos, hay situaciones en las que es recomendable decantarse solo por la psicológica cognitivo-conductual y no utilizar fármacos:

– Cuando los síntomas del TDAH son leves.
– Cuando hay dudas sobre la frecuencia e intensidad de los síntomas entre los padres o entre éstos y los profesores.
– Cuando el diagnóstico de TDAH no es claro.
– Cuando los pacientes son menores de 5 años.

Desde Asociación Española de Pediatría se recomienda plantear un tratamiento combinado -con terapias conductuales y con la medicación adecuada a cada paciente- cuando los síntomas del TDAH repercuten seriamente en la vida diaria de nuestros hijos.

Fármacos para el TDAH

Los fármacos para este tratamiento se comercializan en España desde hace más de 25 años. Se han mostrado muy eficaces para contrarrestar de los síntomas del TDAH. Entre el 70 y el 80% de los pacientes responden de forma favorable a la primera terapia en la que se utilizaron estos productos.

En la actualidad existen dos tipos de medicamentos en España para el tratamiento del TDAH: los estimulantes (metilfenidato) y los no estimulantes (atomoxetina). La duración del tratamiento debe plantearse de forma individualizada en función de la continuidad de los síntomas y de la repercusión que puedan tener en la vida del niño o del adolescente.

Para los pacientes que estén tomando estimulantes, una práctica extendida es el descanso en periodos de una o dos semanas que permitan poder valorar variaciones el comportamiento del niño o el adolescente, tanto en casa como en la escuela. Una de los mejores momentos para realizar esta evaluación sin tratamiento suele ser al comenzar el curso escolar.

Los tratamientos con fármacos no están exentos de efectos secundarios que es importante que los padres conozcan.

En los tratamientos con estimulantes pueden detectarse algunos como pérdida de peso y de apetito, sobre todo al inicio del tratamiento; dificultad para conciliar el sueño, dolor de cabeza y, de forma mucho más infrecuente, tics e inquietud.

En los no estimulantes, pueden aparecer somnolencia; síntomas gastrointestinales, como dolor abdominal, nauseas o vómitos; mareos y cansancio. De forma muy infrecuente puede aparecer ictericia, que obliga a la supresión del tratamiento.

Victoria Molina

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