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TDAH en adultos, ¿y si quien lo tiene es nuestra pareja?

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Se habla mucho del trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) en niños y adolescentes, pero poco sobre cómo afecta a la vida de los adultos. The Family Watch, a través de su Red Informal de Documentación sobre la Salud Psicosocial de la Familia, ha publicado un informe elaborado por Icíar Vegas Jáudenes, especialista en Medicina Familiar, sobre la influencia de este trastorno en el matrimonio.

Mi pareja me estresa. La relación de pareja sigue sin funcionar. No es por falta de amor. Es que no se comprenden. Son polos opuestos: la organización frente al despiste, el sosiego frente al impulso… Parece que las piezas no encajan hasta que un diagnóstico médico permite dar una explicación razonada a lo que está pasando y empezar a poner solución. Se trata de un adulto que tiene TDAH y cuyo comportamiento afecta de manera decisiva a su cónyuge.

Este es el escenario que The Family Watch ha querido abordar en una reciente investigación publicada por la Red Informal de Documentación sobre la Salud. En este trabajo científico se aborda una realidad poco conocida, la del TDAH en adultos, desde una perspectiva particular: cómo afecta a las relaciones matrimoniales y cómo intentar minimizar los problemas que pueda ocasionar.

Los especialistas calculan que aproximadamente un 3,4% de la población adulta presenta síntomas de un trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) sin embargo, muchos no están diagnosticados. En otros casos, arrastran algunos de los problemas de comportamiento que desarrollaron en la infancia. Con mucha frecuencia, los especialistas solo intervienen después de que se haya detectado el trastorno en un hijo. Como se calcula que hay un 76% de base genética, son las nuevas generaciones -los hijos de posibles afectados- las que dan la voz de alarma sobre una realidad en los padres con TDAH que no se contemplaba hace solo unas décadas.

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Cómo detectar el TDAH en adultos

La hiperactividad se puede manifestar en:

– Una actividad constante.

– Horarios sobrecargados.

– Elección de trabajos que requieran una gran dedicación pudiéndose convertir en personas adictas al trabajo.

– Ser excesivamente habladores.

– Tener dificultad para esperar turnos o colas.

– Intolerancia al aburrimiento.

– Inquietud física y/o cognitiva.

– Búsqueda frecuente de alta estimulación.

– Tendencia a ser inconformistas.

– Baja tolerancia a la frustración.

El déficit de atención se manifiesta en:

– Problemas de atención y concentración.

– Desorden e incapacidad para organizar trabajos o tareas.

– Dificultad para iniciar y finalizar proyectos.

– Problemas de gestión del tiempo.

– Facilidad para olvidarse de las cosas.

– Sensación de bajo rendimiento e inseguridad independientemente de lo que hayan logrado realmente.

– Baja autoestima.

En cuanto a la impulsividad se caracteriza frecuentemente por:

– Terminar las relaciones personales prematuramente.

– Cambiar de trabajo constantemente.

– Carecer de paciencia.

– Perder el control.

– Conducir de forma temeraria (con un mayor porcentaje de accidentes, alto número de multas y probables retiradas de carné).

– Consumo de tóxicos.

– Tendencia a un comportamiento adictivo.

– Cambios frecuentes de humor.

Trastorno o forma de estar

El TDAH en adultos presenta signos que, si bien no difieren en exceso de los que son conocidos en niños y adolescentes, generan interrelaciones diferentes. Muchos de esos adultos no diagnosticados han aprendido a gestionar buena parte de los comportamientos que dificultan su vida cotidiana. De hecho, como explica Vegas Jáudenes, «se puede lograr un equilibrio y ser muy feliz» en la relación de pareja con un TDAH.

En parte depende de la perspectiva con la que se tome el diagnóstico de un TDAH en adultos. Hay quien lo considera un «trastorno que arruina la vida» y hay quien lo entiende como una «forma de estar en el mundo». Una visión más optimista y positiva permite obtener mejores resultados. Allí donde la medicación sea necesaria, esta será la solución, pero también se pueden trabajar los cambios conductuales. «Deben provenir de las dos partes para tener éxito, consiguiendo dejar atrás el pasado y construyendo una nueva relación», explica Vegas en su informe.

Del mismo modo que ocurre con el TDAH en niños y adolescentes, la clave está en el conocimiento puesto que, cuanto más se sepa del trastorno, menos probable será que los síntomas sean incomprendidos o malinterpretados.

«El cerebro con TDAH tiene pocos filtros y a menudo entra mucha información a la vez. Vivir con TDAH es algo así como tener un ‘cerebro que funciona como un coche de carreras sin buenos frenos’, por eso el control de impulsos es un problema para ellos. Es difícil para alguien que no tiene TDAH entender esta falta de control de impulsos. Los cónyuges con TDAH pueden hacer comentarios hirientes, arruinar la economía familiar, meterse en situaciones de alto riesgo o dejarse llevar por la ira porque sus cerebros no tratados ‘no tienen frenos’.

Todo esto es doloroso para el cónyuge sin TDAH, pero también para el cónyuge con TDAH y tal vez con mayor intensidad. Es importante que el cónyuge con TDAH considere la impulsividad como un síntoma que necesita tratamiento y no sólo como parte de su personalidad», explica Icíar Vegas en el informe de la Red Informal de Documentación sobre la Salud Psicosocial de la Familia de The Family Watch.

Victoria Molina

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