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¿Por qué es tan difícil darse cuenta de que se está perdiendo visión?

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Cada vez te acercas más a la pantalla del ordenador, tal vez te cuesta ver la frase de un cartel que está a lo lejos o cierras un poco los ojos para ver un mensaje en tu móvil… Estos son algunas pistas que pueden alertarte de que estás perdiendo visión, pero debido a la neuroplasticidad que poseemos el cerebro se «acomoda» a los defectos de visión a pesar de tener síntomas.

Los síntomas de glaucoma o retinopatía diabética progresan tan lentamente que cuando son detectados por el paciente la enfermedad está avanzada. Y es que aunque la tecnología médica en la especialidad de oftalmología ha avanzado de manera muy importante en los últimos años, lo que ha permitido que enfermedades que hace décadas tenían como desenlace grandes pérdidas de visión e, incluso, ceguera puedan ser detectadas de manera precoz, es necesario que sean tratadas antes de llegar a consecuencias fatales.

Las enfermedades oculares que no son tratadas a tiempo tienen peor pronóstico y esto sucede porque el paciente que las padece no acude a la consulta al no percibir ningún tipo de síntoma. «Las personas tenemos visión binocular y cuando existe un problema en un ojo el cerebro compensa la pérdida de visión priorizándola en el ojo sano» explica la Dra. María Capote, responsable de la Unidad de Retina y Vítreo de Central Ocular y especialista en neuroftalmología de Central Ocular.

Detección de forma casual

Este es el caso de patologías oftalmológicas muy frecuentes, como son la Degeneración Macular Asociada a la Edad (DMAE), que según la Sociedad Española de Retina y Vítreo es la primera causa de ceguera legal en mayores de 50 años. El principal síntoma es la pérdida de visión central. También se da en pacientes con obstrucciones venosas o en neuritis ópticas, por las que los pacientes pueden llegar a perder hasta la mitad de su campo visual en uno de sus ojos.

«Las personas que acuden a la consulta refiriendo este problema lo hacen porque lo han detectado de una forma casual, como puede ser el hecho de que estando leyendo en la cama tumbados han cerrado un ojo para leer o porque han apoyado la mano en uno de sus ojos y se han dado cuenta de que no veían igual. Si no se producen estos hallazgos casuales y no acuden a revisiones periódicas, cuando les detectamos las patologías puede ser tarde», aclara la Dra. Capote.

También es especialmente relevante este hecho en el caso de la oftalmología pediátrica. La ambliopía («ojo vago») afecta al 3% de los niños en edad escolar, según la Sociedad Española de Oftalmología, con el agravante de que los niños no «saben» que ven mal porque han visto siempre de esta forma. Además, es una enfermedad que de no ser detectada a tiempo puede conllevar la pérdida de visión en el ojo afectado.

Esto sucede si no se diagnostica antes de los 8 años, edad en la que ya se ha producido el periodo de maduración de la visión. «Tampoco podemos olvidarnos, por ejemplo, de los niños con una hipermetropía congénita de hasta 8 dioptrías. Éstos están acostumbrados a ver desde que nacen incluso con solo el 30% de la visión y se manejan de manera natural. Este es uno de los motivos por el que es fundamental realizar revisiones desde los 2-3 años» incide la oftalmóloga de Central Ocular.

Síntomas que avanzan muy lentamente

Capítulo aparte merecen enfermedades crónicas y degenerativas en las que los síntomas se desarrollan muy lentamente pero de manera progresiva. En estos casos, cuando los pacientes acuden al oftalmólogo porque han detectado una pérdida de visión es porque la enfermedad ya se encuentra en estados muy avanzados.

Es el caso de las personas que padecen glaucoma, que en España es el 3% de la población (1,5 millones de afectados según la Sociedad Española de Glaucoma) y retinopatía diabética, que representan al 25% de los diabéticos (1,5 millones de pacientes, según la Sociedad Española de Diabetes). «En el caso del glaucoma se va perdiendo visión periférica o lateral, mientras que si nos referimos a las afectados por retinopatía diabética, los síntomas son visión borrosa y alteraciones inespecíficas como fosfenos (sensación de ver manchas luminosas), miodesopsias (conocidas popularmente como moscas volantes) o sensación de niebla. Los problemas van apareciendo durante años y el paciente se va acostumbrando a estos problemas sin ser consciente de ellos. Cuando acuden a nosotros es porque la enfermedad está ya en fases avanzadas y hay que empezar el tratamiento directamente con cirugía»,  añade María Capote.

Prevención de la pérdida de visión

1. Alimentación: rica en frutas y verduras de todos los colores que proporcionan al organismo betacarotenos, zinc, luteína, zeaxantina, antioxidantes. Alto consumo de pescado, frutos secos y aceite de oliva con altos niveles de ácidos grasos omega. También carne, como el hígado, rica en vitamina A.
2. Evitar el sedentarismo, el tabaco y factores de riesgo cardiovasculares (obesidad, hipertensión, dislipemia, hiperglucemia, etc.)
3. Pruebas mensuales domiciliarias consistentes para comprobar el estado de la visión monocular
4. Revisiones oftalmológicas desde los 2-3 años y especialmente si existen antecedentes familiares de glaucoma o diabetes
5. Pruebas ocasionales en el oftalmólogo, ya que cuenta con herramientas diagnósticas, como la rejilla de Amsler, que permite detectar la progresión de enfermedades como la DMAE.

Dra. María Capote, responsable de la Unidad de Retina y Vítreo de Central Ocular y especialista en neuroftalmología de Central Ocular.

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