La delicadeza de un bebé hace que los padres tengan que extremar las precauciones en sus cuidados. Son bastantes los peligros que a priori no se aprecian pero que pueden causar graves problemas y secuelas a largo plazo en los más pequeños de la casa. Por ejemplo la forma en la que se mueve a los niños de estas edades, que al no contar con un desarrollo óseo completo, son susceptibles de sufrir graves lesiones.
A estas edades las cervicales y otras zonas del cuerpo de los bebés no están desarrollados, por lo que si reciben un movimiento brusco o demasiado grave, pueden sufrir alguna lesión bastante dura. En el mundo se estima que afecta a unos 25 niños por cada 100.000. A los problemas derivados de estos balanceos violentos para el pequeño se los conoce como «Síndrome del niño zarandeado».
Origen del síndrome del niño zarandeado
Los bebés presentan una cabeza más grande que el resto del cuerpo, de hecho esta zona puede suponer hasta el 25% del peso de los niños a estas edades. Al mismo tiempo, los músculos del cuello todavía no están desarrollados, por lo que son incapaces de sostener bien la testa de los pequeños que son más vulnerables a algunas situaciones que para los adultos, o niños de más años, no tendrían peligro alguno.
El síndrome del niño zarandeado se produce cuando un niño es sometido a un movimiento más brusco. Unos breves segundos de sacudida bastan para generar una grave lesión en los bebés. Una de las situaciones más habituales por las que se producen estos balanceos más violentos es cuando los padres ven cómo sus hijos no se calman y tratan de rebajar sus nervios meciéndolos aumentando la intensidad.
Menos común es el síndrome del niño zarandeado producto de una «reanimación» a la hora de despertarlo o cuando tratan de que saque sus gases y palmean con demasiada fuerza su espalda. Otros orígenes son los padres que lanzan de forma repetida el bebé al aire, algo que de hacerse constantemente puede provocar una lesión en los más pequeños.
El síndrome del niño zarandeado puede provocar secuelas a largo plazo e incluso provocar la muerte en casos extremos. Desde dificultad para aprender a hablar, o una menor facilidad a la hora de aprender hablar son algunas de las consecuencias derivadas de estos problemas.
Prevenir el síndrome del niño zarandeado
El primer paso que recomiendan los profesionales, como los de la Asociación Española de Pediatría, AEP, se recomienda mantener siempre la calma. Por mucho que el niño llore, los padres deben estar tranquilos y no transmitir sus nervios con movimientos bruscos que inútilmente busquen calmar al pequeño. Los adultos deben ser conscientes de su fuerza y saber que pueden provocar graves lesiones en los niños.
Cuando un niño llore, el primer paso tendrá que ser buscar la causa: hambre, sueño, precisa un cambio, incapacidad para quedarse dormido, alguna enfermedad. Si se opta por coger en brazos al bebé para calmarlo, los movimientos tendrán que ser suaves y se deberán incluir caricias sin mucha fuerza. Nunca, bajo ningún concepto hay que perder la paciencia en estos casos.
Damián Montero
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