La rinitis alérgica, la inflamación de la mucosa rinosinusal por la acción de antígenos ambientales -como pólenes o los ácaros del polvo- o laborales, afecta casi al 22% de la población siendo muy frecuente en la infancia. Se caracteriza por un aumento de la secreción nasal, de la obstrucción y congestión nasal junto a picor nasal y del paladar.
Hay dos tipos de rinitis alérgica: la rinitis perenne o persistente, que suele estar presentes casi todo el año y es la relacionada con alergias a hongos o a los ácaros del polvo, y la rinitis estacional o intermitente, las cuáles suelen presentar síntomas durante los periodos de polinización de cada especie.
Aunque los síntomas pudieran confundirse con los del catarro común, los de la rinitis alérgica suelen ser más crónicos y se perpetúan mientras persiste el estímulo antigénico, mientras que en la rinitis vírica o catarral, que suele presentarse en el contexto de infecciones epidémicas en colegios y guarderías, generalmente se acompañan de sintomatología infecciosa con fiebre de 48 horas de duración, cierto grado de afectación del estado general y no suele prolongarse más de 5-7 días.
Un correcto diagnóstico y tratamiento para evitar complicaciones
En 3 de cada 4 niños con rinitis alérgica pueden aparecer enfermedades asociadas como conjuntivitis, asma, dermatitis atópica, rinosinusitis, otitis media e hipertrofia adenoidea. Según indica el Dr. Javier Hernández Calvin, Jefe Asociado y Responsable de la Unidad de ORL Pediátrica en Hospital Universitario Quirónsalud Madrid y Quirónsalud San José, «especialmente en la infancia, la obstrucción de las vías nasales predispone a la aparición de complicaciones derivadas de la falta de ventilación de las cavidades del oído medio y de los senos paranasales. Por otro lado, hoy en día se considera que la rinitis y el asma alérgica son diferentes expresiones clínicas de una misma enfermedad inflamatoria que afecta a toda la vía respiratoria».
La importancia de un correcto diagnóstico y tratamiento de esta enfermedad es fundamental. El diagnóstico es fundamentalmente clínico aunque se sustenta en pruebas de laboratorio como la determinación de inmunoglobulina tipo E específica y total, la eosinofilia nasal y serológica y las pruebas cutáneas de sensibilización (prick test) «tanto la rinitis alérgica como la rinitis no alérgica han mostrado ser un factor de riesgo para el desarrollo del asma bronquial y, por ello, el control de la rinitis y su prevención son factores esenciales en evitar la progresión y las exacerbaciones del asma bronquial», asegura el Dr. Hernández Calvín.
Antihistamínicos para los síntomas de la rinitis alérgica
Formar al paciente, sobre todo en el caso de los niños, para que evite el contacto con alérgenos y contaminantes, junto a la utilización de fármacos, serán las pautas a seguir. El abordaje farmacológico pasa por la utilización de antihistamínicos de segunda generación junto a la administración nasal de glucocorticoides tópicos. Los antihistamínicos son más efectivos en el control de los síntomas de prurito nasal y ocular mientras que los corticoides tópicos nasales son más eficaces en la mejora de la congestión. También pueden utilizarse antihistamínicos tópicos oculares, cromonas y los antileucotrienos, estos últimos sobre todo, si hay asociación con asma.
Los niños, en ocasiones, no toleran bien los tratamientos convencionales con corticoides nasales y antihistamínicos, pues con frecuencia aparece sequedad nasal y episodios de sangrado y los padres muestran su preocupación por la utilización continuada de corticoides en edades tempranas. Por ello, sobre todo en la infancia, pueden hacerse lavados nasales con soluciones hipertónicas o isotónicas y administrarse compuestos destinados a preservar la integridad de la mucosa nasal y a evitar el contacto de los diferentes aeroalergenos con las células de la mucosa respiratoria.
Marisol Nuevo Espín
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