La resistencia a los antibióticos supone un grave problema de salud que se va agravando año tras año, a pesar de las campañas informativas y de concienciación que se han ido realizando por las autoridades sanitarias y diversas organizaciones sociales.
Según los primeros datos del estudio epidemiológico que acaba de presentar la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica cada año más de 35.000 personas mueren por infecciones causadas por bacterias multirresistentes. Esto significa que las superbacterias matan 30 veces más que los accidentes de carretera, que fueron 1.200 en 2017 según la Dirección General de Tráfico.
Actualmente, España es el primer país del mundo en consumo de antibióticos y se prevee que para 2050 el número de muertes por resistencias antimicrobianas superará a las producidas por cáncer.
El estudio se ha realizado en 82 hospitales españoles con datos de 903 pacientes con este tipo de infecciones. Concretamente, uno de cada cinco pacientes infectados por bacterias multirresistentes, el 19´6%, falleció durante el primer mes del diagnóstico de la infección. Extrapolando estos datos al resto de hospitales del país, se calcula que de los 180.600 pacientes con infecciones por bacterias multirresistentes, 35.400 murieron.
La resistencia a los antibióticos: un problema mundial
Fuera de nuestras fronteras, se calcula que actualmente mueren al año 700.000 personas en el mundo por la resistencia a los antibióticos y si la tendencia no cambia, hablaremos de diez millones de víctimas al año para el 2050, siempre teniendo como fuente a la OMS. Hablamos pues de una epidemia que matará a más gente que el cáncer, si no lo remediamos.
La resistencia a los antibióticos es, por tanto, un problema social e, incluso, refiriéndonos a nuestro país, cultural. La extendida y arraigada costumbre de automedicarse sin contar con el profesional sanitario y tratar con antibióticos al niño «en cuanto tiene mocos», así como la presión social ejercida sobre los médicos hacen que este problema se perpetúe, sin verse una solución a corto plazo. La falsa imagen de que con antibióticos el paciente está mejor protegido es difícil de cambiar en el imaginario popular.
No podemos tampoco despreciar el uso y abuso de tratamientos con antibióticos del ganado y animales destinados a consumo humano, cuya carne forma parte de la cadena alimentaria. Dichos antibióticos contribuyen de forma importante en crear resistencias a los consumidores de dicha carne tratada. Son, por tanto, estas dos causas las grandes generadoras de resistencias: el mal uso en humanos y el abuso en animales. Nos enfrentamos pues a un problema grave en el que la población no ha reparado ni ha dado importancia hasta fechas recientes.
¿Qué efectos produce el consumo inadecuado de antibióticos?
Tratar un proceso vírico, generalmente respiratorio en esta época del año, con un antibiótico carece de utilidad y somete al paciente a riesgos innecesarios (reacciones alérgicas, diarreas y otros efectos adversos). Además, el impacto ecológico sobre la flora respiratoria e intestinal es considerable, ya que el antibiótico eliminará la población mayoritaria de bacterias sensibles y favorecerá el crecimiento de la población bacteriana resistente y su posible diseminación posterior.
El alcance de la resistencia a los antibióticos
La resistencia a los antibióticos está aumentando en todo el mundo a niveles peligrosos. Día tras días están apareciendo y propagándose en todo el planeta nuevos mecanismos de resistencia que ponen en peligro nuestra capacidad para tratar las enfermedades infecciosas comunes. Un creciente número de infecciones como la neumonía, la tuberculosis, la septicemia, la gonorrea o las enfermedades de transmisión alimentaria, son cada vez más difíciles -y a veces imposibles- de tratar a medida que los antibióticos van perdiendo eficacia.
Ideas para prevenir la resistencia a los antibióticos
La población general, todos nosotros, podemos tomar una serie de medidas preventivas para evitar la resistencia a los antibióticos:
1. No automedicarse y tomar antibióticos sólo cuando lo prescriba un profesional sanitario certificado.
2. Seguir siempre las instrucciones del médico en cuanto a la dosis y tiempo de tratamiento, y no dejarlo prematuramente al encontrarse mejor el paciente.
3. No pedir antibióticos y mucho menos presionar al médico, si el profesional no considera oportuno recetarlos. Un médico estresado y cansado puede claudicar ante la insistencia de unos padres alarmados por la fiebre de su hijo y poco informados sobre las consecuencias del mal uso de los fármacos.
4. Prevenir las infecciones lavándose las manos y preparando los alimentos en condiciones higiénicas, sobre todo cuando hay enfermos en casa, y adoptando medidas de protección en las relaciones sexuales.
5. Vacunarse siguiendo el calendario oficial de vacunación que las autoridades sanitarias aconsejan.
Evidentemente, la solución para frenar la resistencia a los antibióticos pasa además por otro tipo de medidas que la administración debe poner en marcha:
– prescripción de los antibióticos con receta médica
– invertir en la investigación y desarrollo de nuevos antibióticos
– campañas de información y divulgación sobre cómo evitar las infecciones y los efectos nocivos del uso inadecuado de determinados fármacos, y concretamente, de los antibióticos
– un mayor control en el uso de los antibióticos y otros fármacos en el ganado y animales destinados a consumo humano.
En resumidas cuentas, aunque estas medidas se escapan a la acción de la población en general, nosotros sí podemos colaborar en no empeorar la situación mediante una información adecuada y un uso racional de los antibióticos, confiando en la prescripción de los profesionales sanitarios y teniendo en cuenta las olas precauciones anteriormente indicadas.
Así consiguen las bacterias hacerse resistentes a los antibióticos
Para los que quieren saber más sobre este tema, les resultará interesante conocer que las bacterias presentan algunas características biológicas que les facilitan la adquisición de resistencias a los antibióticos:
a. Las bacterias tienen una alta velocidad de duplicación, pudiendo doblar su población en treinta minutos en medios de cultivo adecuados, presentando una alta tasa de mutaciones espontáneas, que favorecen la aparición de resistencias: si debido al azar una de esas mutaciones les permite sobrevivir en presencia de un antibiótico, la misma presión selectiva de éste (mata a todas las bacterias sensibles) va a favorecer la aparición de una población resistente.
b. Las resistencias que se derivan de la adquisición de material genético extraño a la bacteria y que le confiere alguna capacidad que le permite sobrevivir al antibiótico, como es el caso de los plásmidos. Éstos son moléculas de ADN extracromosómico que se replican y transmiten independientes del ADN cromosómico. El número puede variar desde una sola copia hasta algunos cientos por célula. En general, no confieren información esencial, pero confieren ventajas al hospedador. El ejemplo más común es el de los plásmidos que contienen genes de resistencia a un determinado antibiótico.
Una vez adquirida la resistencia, ésta puede diseminarse de dos formas:
– mediante la dispersión de una misma cepa resistente
– a través de la dispersión de los genes que la generan a través de los elementos genéticos móviles como los plásmidos.
Además, las bacterias resistentes pueden acantonarse en determinados reservorios desde los cuales pueden iniciar su diseminación al resto de la población. Estos reservorios pueden ser animales de granja, determinados pacientes multitratados con antibióticos, ciertos centros como las UCI (unidades de Cuidados Intensivos), o los pacientes crónicos.
Dr. Román Rodriguez Barrigüete. Médico General y Medico del Trabajo de FCC
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