La salud de los hijos es una de las mayores preocupaciones de los padres. Y, una de las situaciones que más quita el suelo es cuando un niño tiene fiebre. La subida de la temperatura corporal y todo lo que ello acarrea, sin duda, hace saltar muchas alarmas. Y es que, incluso, se pueden llegar a producir convulsiones que puede hacer que las inquietudes aumenten.
Los profesionales del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona explican que una convulsión febril es una respuesta del cerebro cuando aparece la fiebre en niños sanos. Se trata de una manifestación frecuente que pueden presenta los pequeños y que merece la pena conocer, para identificarlo y actuar en consonancia para asegurarle el mejor cuidado a los hijos.
¿Qué es una convulsión febril?
La convulsión febril es una contracción muscular involuntaria, continua (tónica) o discontinua (clónica) que se produce a raíz de una descarga neuronal. En este caso, el origen es la fiebre. Durante estos episodios el niño pierde la conciencia y el cuerpo puede ponerse rígido y empezar a sufrir sacudidas o quedarse flácido, también es frecuente que la boca del niño adquiera una coloración violácea, o quede cerrada, al tiempo su mirada queda perdida.
Esta convulsión suele presentarse cuando la fiebre es superior a 38º y puede tener lugar entre los 6 meses y los 5 años, aunque hay un pico de incidencia entre los 12 y los 18 meses. Se trata de una patología neurológica que es más frecuente en la infancia y afecta entre al 2 y al 4% de los menores de 5 años. Puede desencadenarse tanto durante los episodios febriles, como si aumenta la temperatura corporal de forma repentina.
Tipos de convulsiones febriles
Se pueden advertir dos tipos de convulsiones febriles:
– Convulsión febril típica. Aparece en el 80% de las convulsiones febriles. Tienen lugar entre 6 meses y 5 años de edad y se traduce en una crisis generalizada, ya sea tónico-clónica, tónica o atónica. No suele durar más de 15 minutos y su recuperación es rápida y completa, y no suele repetirse en las siguientes 24 horas.
– Convulsión febril atípica. Representan el 20% de los casos y se catalogan de atípicas cuando no se cumplen todos los requisitos necesarios para ser una convulsión febril típica, ya sea o por ser de características focales (no generalizada, sólo una parte del cuerpo), por tener una duración superior a 15 minutos, por no tener una recuperación completa (focalidad neurológica residual) o por tener lugar una recurrencia (una nueva convulsión febril) en las primeras 24 horas después de la primera.
¿Qué hacer si mi hijo tiene una convulsión febril?
Los profesionales del Hospital Sant Joan de Déu recomiendan los siguientes consejos si se detecta una convulsión febril en tus hijos:
– Colocar al niño tumbado de lado, permitiéndole respirar mejor, manteniéndolo lejos de objetos con los que pueda darse un golpe.
– No intentar introducirle nada en la boca para abrírsela
– Si no se le ha dado ninguna medicación para la fiebre en las últimas horas se puede aplicar un supositorio de paracetamol rectal.
– Es conveniente que el niño sea reconocido por un médico que confirme el diagnóstico. Para ello se aconseja ir al centro de salud u hospital más cercano, o si no cede la convulsión en menos de 5 minutos, contacta con el servicio de emergencias médicas.
– Tras concluir el episodio, lo recomendable es tranquilizar a los hijos con delicadeza. Es mejor que los niños permanezcan estirados hasta que se hayan recuperado por completo y les apetezca moverse por su propia iniciativa. Inmediatamente después de una crisis convulsiva, los menores suelen estar cansados, confusos y/o agotados y pueden caer en un profundo sueño. No hay que intentar despertarlos si respiran con normalidad, así como intentar alimentarlo, ni ofrecerle bebida hasta que se despierte y esté alerta.
Damián Montero
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