Dicen que un pesimista no es más que un optimista con experiencia pero, ¿es esto verdad? ¿La ‘triste realidad’ puede hacernos creer que la vida no merece la pena? Claro que no. Ser optimista es un estilo de vida que se contagia en todos los pequeños detalles, y conseguirlo es más fácil de lo que podrías imaginar.
Hay muchas razones prácticas por las que una persona debería ser optimista, y muchas están respaldadas por la ciencia. Así, y tal y como recuerdan en Scientific American, la perspectiva positiva sobre el futuro tiene beneficios en el presente, pues hace que éste se disfrute más. Además, las personas que nos rodean notan ese positivismo, lo que hace que estén con nosotros mucho más tiempo.
Si eso te parecía poco, ahí va otro potente motivo por el que uno debe sonreír más a la vida: está demostrado que aquellos que experimentan problemas de salud se recuperan mejor si afrontan estas dificultades con una actitud optimista.
¿Cómo ser optimista?
La ciencia ha tratado de averiguar cuáles son los métodos que pueden seguir las personas para ser más optimistas. Así, en un estudio de 2011 se comprobó cómo pensar con positividad en el futuro hacía que las personas se sintieran más dichosas. En concreto, los investigadores compararon un grupo de personas que cada día, pensaban durante cinco minutos en su futuro de forma positiva. A su vez, otro grupo sólo se imaginaba sus actividades diarias sin ninguna variación. La conclusión del trabajo fue clara: los del primer grupo aumentaron «significativamente» su optimismo a corto, medio y largo plazo.
Con todo, no todos los científicos se ponen de acuerdo de cuál es el método definitivo del optimismo. Este es el objetivo de un reciente metaanálisis publicado en The Journal of Positive Psychology por los investigadores John Malouff y Nicola Schutte. En este trabajo los investigadores combinaron los resultados de 29 estudios anteriores y dieron con un resultado: con un entrenamiento en el optimismo es posible aumentar ese sentimiento positivo.
Sí, se puede ser optimista
La conclusión es clara: se puede ‘entrenar’ el optimismo aunque, eso sí, el resultado final dependerá de cómo sea dicho entrenamiento. «Todavía hay mucho que aprender» en este campo, comentan en Scientific American, desde donde dejan lugar a la esperanza: «si normalmente no está seguro de si el vaso está medio lleno, se puede desarrollar una visión más positiva». ¿Cómo? El primer paso no es tan complicado: imagina tu futuro, e imagínalo siendo una persona optimista.
Enseñar a ser optismista
El optimismo es un valor que puede enseñarse a los más pequeños de la casa. Estos son algunos métodos para este fin:
1. Gestiona las actitudes pesimistas. Analiza las situaciones en las que aparece el pesismo y realiza una valoración objetiva de la situación.
2. Refuerza su esfuerzo. Conviene elogiarle y motivarle cuando algo le sale bien, sobre todo, cuando ha puesto empeño en ello. Es importante que sienta el sabor de una pequeña victoria, que le haga sentirse orgulloso.
3. Presta más atención a sus momentos optimistas. Es una manera de que vea que consigue más atención de sus padres cuando tiene una visión optimista.
4. Resalta sus cualidades. Conseguirás alimentar la confianza en sí mismo, se sentirá más seguro y además ellos aprenderán también a valorar sus propias cualidades personales.
5. Enseñale aceptación. Aprender a quererse y a aceptarnos como somos desde pequeños es muy importante. Debemos conocer nuestras limitaciones e intentar ser cada día un poco mejores, pero evitando caer en frustraciones innecesarias.
Damián Montero
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