Una mascota es una de las grandes decisiones que debe tomar una familia. Si bien la entrada en el hogar de un gato, un perro, o de cualquier otro animal doméstico, es una idea que se suele traducir con alegría, también hay que debatir sobre muchos aspectos. Como, por ejemplo, la responsabilidad que supone su cuidado y que se tratará de un compañero que va a necesitar cuidados durante bastante tiempo.
También, la llegada de una mascota a casa puede ser el evento que revele que alguien en la familia arrastra una alergia a un determinado animal. Algo que no solo se relaciona con este compañero doméstico, sino que puede alterar la visita a granjas escuelas o casas de amigos y familiares. ¿Cómo detectarla y determinar su gravedad? ¿Existe tratamiento? La Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica (SEICAAP) da algunas pistas al respecto.
Origen de la alergia
El primer punto es entender de dónde surge la alergia a los animales. Y es que mascotas como el gato o el perro son susceptibles de causar este problema. SEICAAP aclara que los canes en menor medida que los felinos, e incluso los caballos, dando lugar los equinos a severas afecciones que, si bien no son frecuentes, son dignas de atención para evitar males mayores.
La alergia se manifiesta por contacto directo o indirecto con el animal, por ello las más habituales (por cantidad de casos detectados) son las generadas por perros o gatos. Pero, si tras una visita a una granja u otro lugar con presente de caballos, vacas, u ovejas, habrá que atender a la posible aparición de síntomas. Del mismo modo, la presencia de vello en compañeros domésticos como el hámster o el conejo pueden ser desencadenantes de estos problemas.
Y es que es la caspa de los animales es la causa principal de los alergia. Al igual que las personas, su piel se va renovando y generando escamas microscópicas que flotan en el aire y son respiradas por las personas. El pelo también es una de las causas, aunque en menor medida ya que queda en el suelo y no en suspensión hasta llegar a las vías respiratorias.
Otros orígenes de estas alergias pueden encontrarse en la saliva o en las lágrimas, así como en la orina. Algo que puede ser detectado, por ejemplo, si tras el lametón del animal empiezan a desarrollarse síntomas, al igual que cuando la micción se evapora y es respirada por la persona.
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Síntomas y tratamientos
Entre los síntomas más comunes de estas alergias están el asma, la rinitis, la conjuntivitis, urticaria, edemas, o inflamaciones. Si la persona nunca ha tenido contacto con el animal, estas señales se hacen evidentes en cuestión de minutos, haciendo real la sospecha. Aunque si no son inmediatos, sino que aparecen tras las horas, esto no quiere decir que no haya que pensar.
En el caso de que exista un contacto diario con el animal, los síntomas aparecerán y desaparecerán de manera intermitente y puede parecer que no existe relación directa. Sin embargo, habrá que prestar atención antes de que la alergia se agrave y causen problemas más agudos como puede ser el bloqueo total de la vía respiratoria de la persona aquejada de estos problemas.
En cuanto al tratamiento, este debe ser un rescate de la persona tan pronto aparecen los síntomas e incluso la prevención, según la severidad de los síntomas. La inmunoterapia, a través de vacunas, es frecuente en el caso de algunos animales. Todo ello siempre debe ser consultado con el especialista, aunque el paso fundamental debe ser la suspensión del contacto con el animal.
Si el animal es doméstico, habrá que realizar una limpieza a fondo ya que la caspa puede persistir durante mucho tiempo. Tampoco se aconseja acudir a hogares en donde pueda haber un origen similar y que de lugar a estos síntomas. Si se decide apostar por no retirar el animal, se aconseja reservar habitaciones en las que este no entre y que se reduzca el contacto entre él y la persona alérgica.
Damián Montero
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