Ir a la piscina no solo es pasarlo bien, acudir a estos lugares también pasa por seguir unas normas de seguridad con las que hacer de la jornada un día tranquilo y sin sobresaltos. Cumplir con estos consejos ayuda a mantener lejos accidentes como ahogamientos y otros percances como resbalones y golpes con los bordes del recinto. Incidentes relacionados con este entorno.
Pero los peligros de la piscina no terminan cuando el niño sale del agua. Fuera de ello también es posible enfrentarse a determinados problemas menos conocidos como es el ‘ahogamiento en seco‘ o secundario, un término que responde a los efectos secundarios que puede tener un percance en la piscina y que se manifiestan aun cuando se pensaba que todo marchaba sobre ruedas.
Alteración en la respiración
Los ahogamientos en seco siempre comienzan tras haber vivido otro percance previo del que se deriva esta situación. Lo más habitual es que el niño trague agua que vaya hasta sus pulmones y posteriormente presente problemas respiratorios y tos que no cesa durante mucho rato. No es que de repente el niño manifiesta los síntomas de forma espontánea y sin ninguna causa aparente.
Como explica el doctor Mark R. Zonfrillo, del departamento de urgencias pediátricas del Children’s Hospital of Philadelphia, este proceso comienza con un pequeño encharcamiento de los pulmones del menor. La presencia de agua en estos órganos hace que se inflamen los mismos y empiece a presentar dificultad en el proceso de conversión de oxígeno en dióxido de carbono.
Los síntomas pueden aparecer al poco del percance que hizo que el niño tragase agua o incluso 24 horas después de este suceso. La manifestación del ahogamiento en seco son varias, aunque principalmente la dificultad en la respiración o la escucha de ‘pitos’ mientras el menor toma aire son las dos señales de alerta que deben conocer los adultos. Especialmente si, como decimos, ha habido antes algún accidente que ha podido hacer que los pulmones del menor se llenen de líquidos.
¿Qué hacer y cómo prevenirlo?
Lo primero que deben hacer los padres es estar atentos a la evolución de los hijos tras sufrir un percance en el agua. Ver si la respiración es normal o si manifiestan problemas para tomar aire. En el caso de que esto suceda, será importante acudir al centro médico más cercano y explicar esta situación a los especialistas para que determinen si efectivamente el niño está sufriendo un ahogamiento en seco.
El tratamiento para la lesión por ahogamiento en seco depende de la gravedad de los síntomas del paciente. Los médicos revisarán los signos vitales del niño, el nivel de oxígeno y el trabajo de respiración. Los pacientes con síntomas más leves sólo necesitan una observación cuidadosa, en los casos más graves, el médico también puede hacer una radiografía de tórax para conocer el alcance de los daños o darle oxígeno.
En casos de insuficiencia respiratoria, o cuando un niño ya no puede respirar por sí mismos, se necesitará un apoyo adicional, como intubación, aunque hay que destacar que esto sólo ocurre en casos muy raros. El objetivo será aumentar el flujo sanguíneo en los pulmones y hacer que el niño respire bien otra vez, asegurando el correcto intercambio de oxígeno por dióxido de carbono.
Damián Montero
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