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Cómo afecta el calor a los mareos de verano

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La sensación de perder la verticalidad, sentir debilidad, experimentar doble visión y tener sensación de aturdimiento son algunos de los síntomas que describen lo que denominamos mareo y a los que también se asocia el término vértigo cuando vienen acompañados de cierta inestabilidad en relación al entorno, es decir, cuando notamos que éste se mueve a nuestro alrededor.

Mareos y vértigos pueden ser producto de enfermedades con distinto origen, desde el neurológico, hasta el relacionado con la tensión arterial, pasando por anemias o procesos orgánicos relativos al sistema circulatorio.

Menos graves, pero bastante frecuentes son los mareos propios del verano, propiciados, en gran medida por el aumento de las temperaturas y el cambio de actividad. Estos mareos de verano son sucesos que suelen carecer de importancia pero que, en muchas ocasiones, nos preocupan y hasta llegan a alarmarnos en mitad de las vacaciones.

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Los mareos más habituales del verano

1. Mareos producidos por transportes. En verano no sólo viajamos más sino que lo hacemos en otros vehículos menos habituales como el avión o el barco. El motivo de que nos mareemos en movimiento tiene que ver con el laberinto, la parte del oído interno que tiene la funcionalidad de mantenernos en equilibrio. Cuando esta misión falla se produce la sensación contraria, la de desequilibrio, debido a la falta de coordinación entre la información que reciben los ojos, los oídos, los receptores de las articulaciones de la columna y el resto de articulaciones.

La peor situación puede darse en barco, donde las pastillas específicas para evitar los vómitos y la inestabilidad, no pueden a veces paliar los efectos del mar encrespado. La recomendación es no viajar si existe otra posibilidad.

En el coche, lo mejor es realizar diversas paradas durante el camino y fijar la mirada en un determinado punto. Si nos mareamos durante un trayecto en avión es recomendable levantarse varias veces y caminar por el pasillo. Por supuesto, si somos conscientes de padecer vértigos y mareos, quedan absolutamente desaconsejadas actividades recreativas como norias y montañas rusas.

2. Mareos por subida de temperatura. El calor es el gran protagonista del verano y la circunstancia a la que se suelen achacar todos estos síntomas de pérdida de control. No resulta extraño marearse si tenemos en cuenta los termómetros en algunos lugares a ciertas horas del día.

El golpe de calor se produce porque nuestro organismo no puede regular la temperatura y en pleno proceso de vasodilatación la sangre trata, en vano, de llegar al cerebro. Este trastorno puede resultar especialmente grave en las personas de más edad y en los niños pequeños con más dificultades en su proceso de termorregulación.

Para evitarlo lo mejor es estar siempre hidratado, pero no sólo con agua sino también tomando suero oral y sales como la maldon y la sal del Himalaya. Se trata de ingerir las sales minerales que perdemos al sudar. Es bueno también mojarnos en las zonas del cuerpo donde se encuentran las arterias, como bajo las axilas, llevar ropa ligera, y permanecer en zonas ventiladas y sombreadas.

3. Mareos como consecuencia de accidentes. El latigazo cervical es motivo de consultas en urgencias en verano. Esta lesión que afecta a esta zona de la espalda, aumenta en julio y agosto. El motivo suelen ser los impactos que recibe el cuello debido a los accidentes de tráfico y otras lesiones propias actividades veraniegas, como las actividades náuticas. El latigazo cervical cursa con rigidez en el cuello, dolor, hormigueo en las manos, mareos y vértigos, incrementando estos últimos en un 50 por ciento. El cinturón de seguridad y el reposacuellos, en el caso del coche, evitarán en gran medida este problema.

4. Mareos por estrés y ansiedad. Aunque el objetivo sea relajarnos y desconectar, veranear puede ser un motivo de ansiedad para algunas personas. Nos preocupamos en exceso para que todo salga bien y hasta nos endeudamos si el presupuesto no alcanza para el viaje deseado. En otras ocasiones, la tensión contenida durante el invierno puede liberarse durante estos días, lo que hace que nos sintamos con cierta ansiedad y desasosiego. En ambos casos, se puedan dar mareos, vértigos y hasta ataques de pánico. En estos casos es necesario acudir a las urgencias más cercanas y evitar automedicarse.

5. Mareos por cambios de alimentación. Los nuevos horarios de comidas en vacaciones, el consumo de alimentos menos nutritivos, así como el aumento de la ingesta de alcohol pueden dar lugar a hipoglucemias y deshidratación. Para evitarlo es necesario llevar frutos secos, agua y alguna fruta en la bolsa de viaje o en el bolso de mano.

6. Mareos por cambios de postura. Estar tumbados durante horas en las hamacas de la playa y los cambios de colchón y almohada pueden producirnos contracturas cervicales que, con el paso de los días y la repetición, pueden dar lugar a mareos y vértigos. Viajar con nuestra almohada y utilizarla durante los viajes es la mejor manera de evitarlos.

Marina Berrio
Asesoramiento: Ata Pouramini. Director de Quiropractic Valencia y autor de Tú eres tu medicina

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