Recurrir al botiquín doméstico para automedicarnos cuando nos duele algo es una práctica habitual en nuestro país, tanto es así que la cifra llega al 72 por ciento en el caso de los adultos. Sin embargo, más preocupante es la automedicación pediátrica, también llamada medicación «por poderes», y al tratarse de niños no es una decisión autónoma, libre y voluntaria del paciente, sino que en el 90 por ciento de los casos la realizan las madres y puede derivar en una práctica irresponsable con unos potenciales efectos adversos difíciles de prever.
Así, un estudio publicado en la revista de la Asociación Española de Pediatría, Anales de Pediatría, y que forma parte del Trabajo de Tesis Doctoral de la Licenciada María Valenzuela Ortiz, ha revelado que «el 32% de los menores que acuden a urgencias han sido automedicados previamente, siendo la madre en el 90% de los casos la persona que indica la medicación«.
«El hábito de la madre de automedicarse se asocia con mayor frecuencia con la automedicación infantil. Nuestros resultados parecen confirmar que el entrenamiento de la madre en la identificación de síntomas, basado en la experiencia con sus otros hijos, le permite adquirir ciertas «competencias» para indicar la administración de un medicamento, que considera idóneo generalmente por la prescripción que hizo un médico en procesos interpretados como similares», asegura el doctor José Uberos, responsable de comunicación del Equipo de investigación en dicho artículo, y Facultativo del Servicio de Pediatría del Hospital Universitario San Cecilio de Granada. Este razonamiento concuerda con el origen de los medicamentos utilizados para la automedicación, pues el 84,9% son restos de tratamientos anteriores.
Frecuencia de la automedicación y número de hijos
El nivel de estudios de la madre y el orden que ocupa el niño en el número de hermanos influye también en la frecuencia en que la mamá automedica a sus hijos. Según comenta el doctor José Uberos, «el estudio revela que las madres con estudios medios y superiores son las que con mayor asiduidad automedican al menor».
Y además, se ha comprobado que la frecuencia de automedicación está significamente asociada con el número de hijos, siendo más frecuente en las familias numerosas (con más de tres hijos) y con el orden que ocupa el paciente en el conjunto de sus hermanos, siendo mayor cuanto más avanzado es el orden de nacimiento. «Esta frecuencia de automedicación podría explicarse por la experiencia adquirida por la madre en hijos anteriores. Con la edad se sienten capacitadas para tratar la misma sintomatología observada en hijos previos», matiza el equipo de investigación.
Sin embargo, «la medicación ‘por poderes’ es menor en niños por debajo de los dos años, debido a la percepción de la madre de mayor vulnerabilidad de sus hijos en edades más tempranas, lo que les induce a medicarlos más por prescripción que por automedicación», asegura el experto. El 62,6% de los pacientes automedicados recibió un solo medicamento.
Entonces, ¿cuándo llevamos a los niños a Urgencias? El estudio revela que el 45,3% de las familias acude en las primeras 6 horas, el 25,6% acude entre las 6-12 horas y el resto con frecuencias decrecientes. «Podríamos concluir, a la vista de los datos, que la medicación ‘por poderes’ podría retrasar la consulta médica, obligando, en los casos no solucionados a acudir a urgencias. Sin embargo, debemos tener en cuenta que el estudio también pone de manifiesto que la automedicación es más frecuente cuando el tiempo trascurrido desde el inicio de los síntomas a la consulta es mayor».
¿Qué hay en el botiquín doméstico?
El ‘botiquín doméstico’ es la principal fuente de procedencia de los medicamentos empleados en la automedicación de los menores, «como norma general se trata de excedentes de tratamientos anteriores y con menos frecuencia, su libre adquisición, al no precisar en su mayoría receta médica», indica el doctor Uberos. Los antitérmicos (en un 56,8%) y, los antitusígenos y mucolíticos (40,3) predominan sobre los demás fármacos. La mayoría de los medicamentos utilizados son sobrantes de tratamientos anteriores (84,9%) y los adquiridos expresamente para este episodio suponen solo el 11,9%. La elección del medicamento se debió a prescripción anterior a otro hijo (49%), prescripción anterior al mismo hijo (44%) y recomendación extraclínica (7%).
Automedicar ‘por poderes’ en vacaciones
Las vacaciones suelen preocupar especialmente a los padres cuando los niños se ponen enfermos al encontrarse fuera de su ambiente sanitario habitual. «No es lo mismo ir a una ciudad, que tendrá farmacias, centros de salud e incluso hospitales, que ir a un pueblo donde puede ser más difícil acceder a algún tipo de atención sanitaria. Tampoco es lo mismo quedarnos en España que ir al extranjero. En tal caso, tampoco es lo mismo quedarnos dentro de la Unión Europea que salir de ella», explica el doctor Roi Piñeiro del Comité de Medicamentos de la Asociación Española de Pediatría (AEP).
El botiquín familiar de los viajes
Este es el botiquín básico que debe acompañar a cualquier familia en todos los viajes, en opinión del doctor Piñeiro:
– La tarjeta sanitaria, los documentos de salud de los más pequeños y el calendario vacunal actualizado.
– Todo lo necesario para curar una herida: antisépticos tipo clorhexidina o povidona yodada y material de curación (gasas, vendas y tiritas fundamentalmente).
– Analgésicos tipo paracetamol o ibuprofeno, tanto para el dolor como para mejorar el estado general de los niños si aparece la fiebre.
– Una linterna, termómetro, tijeras, pinzas y toallitas y pañuelos (muchos).
– Botellitas de suero salino fisiológico, (vienen bien para limpiar las heridas, algún cuerpo extraño que se pueda introducir en los ojos o para alivio sintomático de los mocos).
– Protectores y cremas para utilizar tras la exposición al sol.
– Un antihistamínico puede ser una buena opción como alivio sintomático de picaduras o aparición de urticaria.
En este sentido, el doctor Piñeiro asegura que no es necesario llevar «ni mucolíticos, ni antitusígenos, ni antieméticos, ni antidiarreicos. si los niños comienzan con una gastroenteritis lo recomendable es mantener un buen estado de hidratación, y si el cuadro empeora acudir a un centro sanitario y comenzar un tratamiento sintomático contra los vómitos y la diarrea».
Y por último, advierte el doctor, «no deben llevarse antibióticos, deben ser prescritos por un pediatra y cada uno tiene un uso determinado. No todos son iguales. No deben llevase salvo que, evidentemente, coincida que el niño está terminando algún tratamiento».
Caso aparte son los niños con alguna patología crónica. En este caso, se debe tener en cuenta que tipo de medicación necesita, cuánto tiempo se va a estar fuera y las condiciones de mantenimiento que requieren dichos fármacos. En caso de que se vaya a salir de España, se debe preguntar siempre en la embajada del país de destino si existe algún problema a la hora de transportar los fármacos que el niño necesita. «No se debe olvidar nunca en estos casos el último informe médico del especialista pediátrico que sigue al niño. Es una información muy útil para el pediatra si hay que acudir a algún centro sanitario durante las vacaciones», concluye el doctor Piñeiro.
Marisol Nuevo Espín
Asesoramiento: Doctor Roi Piñeiro del Comité de Medicamentos de la Asociación Española de Pediatría AEP
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