Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2019 hubo en España 3.671 suicidios. Aún no hay datos definitivos del 2020, aunque sí se sabe que entre los meses de enero y mayo (coincidiendo con el confinamiento por la pandemia) el suicidio se mantuvo como la primera causa de muerte no natural entre jóvenes de 15 a 29 años.
La pandemia ha sido catastrófica en este sentido, ya que según los datos del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid han aumentado las hospitalizaciones por ideación suicida en un 250 por ciento en la población adolescente.
Debido a estos datos alarmantes, son muchos los padres que están preocupados por el bienestar emocional de sus hijos/as y por la posibilidad de que estos estén teniendo pensamientos suicidas. «Últimamente le noto triste… ¿cómo puedo hacer para que me cuente cómo se siente? ¿Cómo puedo ayudarle? ¿Cómo puedo detectar si piensa en el suicidio? ¿Cómo puedo acercarme?» Estas son algunas de las preguntas que se plantean las familias.
Respuestas a la tristeza
La población adolescente es la que más se ha visto damnificada por la pandemia. Ni los niños ni los adolescentes fueron tenidos en cuenta durante el confinamiento, no eran grupo de riesgo. Es ahora cuando podemos ver las consecuencias emocionales que ha tenido el aislamiento y las restricciones en los más pequeños.
Durante aquellos meses, nuestros niños y jóvenes no han tenido contacto con sus amigos durante meses (únicamente a través de las pantallas), no han podido salir a enfrentarse al mundo, ni ir a clase, ni tomar decisiones, ni tener unos hábitos ni rutinas que les dieran estabilidad, ni poder hacer deporte, ni tener una visión clara de futuro… todo esto generó en ellos un clima de desesperanza. Todo esto en un momento vital en el que son muy vulnerables de por sí.
Es entendible, por todos estos motivos, que la salud mental de los menores se fue deteriorando debido a la pandemia, llegando a un aumento considerable de ideación suicida y casos de autolesiones. Y este es un problema al que nos enfrentamos todos como sociedad.
Las 3 D de la ideación suicida en la adolescencia
Se habla de 3 componentes a tener en cuenta cuando hablamos de ideación suicida, que son las 3D:
Dolor: vivir una situación que genera malestar
Desesperanza: desánimo relacionado con la impotencia de no poder cambiar las cosas
Desconexión: con la realidad
Todo esto hace que nada parezca que tenga sentido, y que aparezcan ideas relacionadas con las autolesiones (para conectar con algo) o con el suicidio (para dejar de sufrir).
El suicidio, un tema tabú: señales de alerta
Hablar de suicidio sigue siendo, en nuestra cultura, un tema tabú. Y más complicado es aún cuando nos referimos a conversar de este tema con nuestros hijos/as adolescentes. Pero está demostrado que la mejor forma de frenar la conducta suicida es a través de la prevención, es decir, si conversamos de una manera natural y cercana sobre las emociones o sobre cómo se sienten, de esta manera estaremos generando un clima seguro donde poder compartir, que podrá facilitar la expresión de cualquier emoción desagradable que puedan estar experimentando. «Hablar del suicidio (o de las emociones) puede salva vidas».
La mejor prevención que podemos hacer con nuestros hijos/as es estar alerta. Hay algunas señales de alarma que nos pueden avisar de que nuestro hijo/a no está atravesando por un buen momento, algunas de estas señales son:
– Ha ocurrido algún suceso que le puede generar malestar: si esto es así, tenemos que estar especialmente atentos
– Aislamiento: si tiende a recluirse en su habitación y disminuye su contacto con otras personas, incluso con sus amigos/as
– Expresiones verbales del tipo: «Nada tiene sentido», «No valgo para nada», «Necesito que esto acabe»… y que estas expresiones se mantengan en el tiempo.
– Cambios en el estado de ánimo
– Apatía o desinterés por cosas que antes le gustaban
– Descenso del rendimiento académico
– Cambios en el sueño o en la alimentación, pudiendo ser estos cambios en aumento o disminución
– Se muestra irritable o irascible
– Se encuentra cansado/a
Tenemos que acostumbrarnos a hablar de las emociones
La tristeza es una emoción básica y como todas es necesaria, es por este motivo por el que tenemos que entender en qué consiste y para qué sirve.
La función que tiene la tristeza es la de hacernos reflexionar sobre determinadas situaciones de pérdida o de ausencia y supone una nueva integración de lo vivido, es decir, la tristeza nos ayuda a tener nuevos aprendizajes sobre situaciones complicadas que por desgracia se dan en nuestra vida.
Eso si, una tristeza mal gestionada, puede hacer sentir al adolescente desesperanza o desánimo, lo que le puede llevar a autolesionarse o a tener ideación suicida, y es por esto por lo que debemos estar muy atentos a la presencia de estas emociones en nuestros hijos.
¿Cómo puedo ayudar a mi hijo/a emocionalmente?
Te damos una serie de pautas para que puedas ayudarle:
– Reconoce su tristeza: es difícil ver a nuestros hijos tristes y muchas veces cometemos el error de quitarle importancia a lo que están sintiendo o intentamos distraerles para que no sufran. Es duro escuchar a nuestros/as hijos/as diciendo cosas como «No valgo para nada» pero quitarle valor por nuestro propio miedo no es la solución.
Como comentábamos anteriormente, la tristeza es una emoción adaptativa que sentimos todos y ellos, al igual que los adultos, tienen la necesidad de expresarla y le va s generar alivio.
– Respeta sus emociones y necesidades: en ocasiones necesitará estar solo/a y en otras hablar sobre como se siente o quizás solo quiera estar contigo en silencio… puede que solo necesite saber que estas ahí, acompañándole, sintiéndote cercano, cálido y sensible, dándole ese espacio que necesita y haciéndole sentir que no está solo/a.
– Fomenta la expresión emocional familiar: se pueden aprovechar momentos en los que estemos todos juntos, por ejemplo, las cenas. De una manera natural podéis crear un clima familiar cálido en el que cada uno cuente cómo se siente, para que tus hijos/as se sientan cómodos a la hora de compartir sus emociones.
– Busca momentos de conexión: esto según se hacen mayores se complica, pero seguro que encuentras alguna actividad, por sencilla que sea, que hace que sea agradable compartir un rato con tu hijo/a adolescente, eso favorecerá vuestra relación.-
Anímale a pedir ayuda siempre que lo necesite y transmítele que es bueno y sano reconocer que necesitamos ayuda. Puede hacerlo con vosotros, con algún hermano, con amigos, con algún profesor con el que tenga buena relación* siempre va a tener a alguien que le va a poder ayudar.
– Y sobre todo, escucha a tu hijo/a, muéstrate cercano y paciente, interésate por su mundo, no desde el juicio, si no desde una escucha cercana y empática, que sienta que puede confiar en ti.
Si poniendo en marcha todas estas estrategias no conseguimos que su malestar disminuya, tenemos que plantearnos acudir a un especialista en Psicoterapia para que nos oriente de una manera profesional.
Mónica Gonzalo. Psicoterapeuta infantojuvenil y familia Psicólogos Pozuelo
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