Hacer amigos es importante en el desarrollo de todos. El ser humano es social, se mueve en entornos donde el contacto con otros congéneres es inevitable. Hacer trabajos escolares, practicar deporte, jugar, ver una película… son sólo algunos de los ejemplos que un niño puede realizar junto a su grupo de amistades. Sin embargo, este desarrollo puede verse dificultado por algunos problemas.
Un ejemplo de estas dificultades es el trastorno del desarrollo de relación desinhibida. Una alteración en pequeños y mayores que hace que sus comportamientos sociales se alteren, variaciones que tienen su origen en los primeros años de vida de las personas. Un desajuste que es de difícil detección que no tiene ninguna conducta generalizada, eso sí, ya en la lactancia pueden detectarse algunos de sus síntomas.
Circunstancias ambientales
Según el CIE (Clasificación Internacional de Enfermedades) el trastorno de relación desinhibida es una alteración que «se presenta en la edad de la lactancia y en la primera infancia, que se caracteriza por anomalías persistentes en las formas de relación social del niño, acompañadas de alteraciones emocionales que son reactivas a cambios en las circunstancias ambientales.»
Si bien no hay ninguna conducta generalizada, algunos de los síntomas comunes son Es la presencia de temor en el entorno social y una preocupación inconsolable en los más pequeños. Como síntoma en la primera infancia, un síntoma es una relación con los compañeros empobrecida. La tristeza persistente y en algunos casos un retraso del crecimiento son otras pistas que pueden ayudar a su detección.
¿Cuándo hay que acudir al especialista? EL CIE indica que cuando los padres adviertan una relación anormal con las personas del círculo del niño, que se presenta antes de los cinco años de edad, que implica rasgos de mala adaptación de ordinario no presentes en el niño normal, que son persistentes pero que aún responden a cambios suficientemente marcados en la forma de crianza.
Una muestra de la presencia de este trastorno es una actitud de lejanía o con una agitación rabiosa ante un abrazo o pueden responder a las personas que les cuidan con un rechazo emocional y resistencia a dejarse consolar. Pueden presentarse alteraciones En la mayoría de los casos los niños muestran interés en las relaciones con los compañeros, pero la actividad lúdica está inhibida por respuestas emocionales negativas.
Qué deben hacer los padres
Si existe la preocupación por la presencia de este trastorno, el primer paso debe ser acudir a un especialista. Este deberá analizar el historial clínico del niño y solicitará a los padres estar atentos al comportamiento de su hijo para detectar algunos síntomas. Si al final se produce el diagnóstico, será este mismo profesional quien indique un tratamiento acorde a las características del pequeño.
Por otro lado, desde la Clínica Mayo se indican algunos ejercicios que pueden mejorar la evolución de los pacientes diagnosticados:
– Alentar el desarrollo del niño brindando apoyo, sensibilidad y comprensión.
– Contar con personas responsables del cuidado que sean afines con el objeto de alentar una vinculación estable para el niño.
– Brindar un ambiente positivo, estimulante e interactivo para el niño.
– Abordar las necesidades médicas, de seguridad y de vivienda del niño, según corresponda.
Damián Montero
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