Llega la Navidad y la música navideña invade nuestro espacio auditivo en establecimientos y tiendas, en la radio y la televisión. Desde principios de diciembre ya estamos escuchando canciones tan populares como All I want for Christmas, de Mariah Carey o villancicos tan populares como El Tamborilero, de Raphael. Pero, ¿qué se nos remueve por dentro cuando las escuchamos?
El destacado neurocientífico Peter Vuust, especialista en el campo de la música y el cerebro, nos explica por qué estas canciones nos hacen sentir tan navideños, y obran su «magia». «Una de las cosas fundamentales que hacen que la música funcione es el modo en que juega con nuestro sentido de la expectativa, a menudo subconsciente: La estructura está determinada por la interacción de acordes mayores y menores. Un acorde muy popular para las canciones navideñas es el re menor 7 bemol 5, que se sitúa justo debajo cuando Mariah Carey canta. Los acordes menores son nostálgicos o incluso lúgubres; se espera que algo bueno llegue a su fin. Eso constituye un sólido sentimiento navideño. El re menor 7 bemol 5 es un acorde diatónico que casi tiene textura – como una manta caliente que huele a canela y cardamomo», matiza el neurocientífico.
Tenemos un conocimiento instintivo de cómo debe sonar la música: qué nota debe venir a continuación, dónde caerá el siguiente compás, cuál es el siguiente acorde que vamos a escuchar. Según Peter Vuust, «sea cual sea su origen, llevamos un conjunto de estadísticas en el cerebro, de modo que cada vez que escuchamos una pieza musical, intentamos predecir lo que va a ocurrir a continuación en ella. Así que la razón por la que pensamos que ciertas notas, acordes y frases suenan reconfortantes o nostálgicas es, en realidad, porque aterrizan donde nuestro cerebro cree estadísticamente que deberían hacerlo».
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En Navidad, la música combina con el resto de los sentidos
Lo que oímos se combina con los olores, los sabores, la vista y las emociones de un momento para crear un espacio concreto en nuestros recuerdos. Porque, cuando volvemos a encontrarnos con uno o varios de estos estímulos, especialmente en una combinación predecible, nuestra memoria se despierta. La música dispara recuerdos y nos devuelve a una época de nuestra vida. De repente un día escuchas una canción que hacía bastante que no oías y tu mente viaja en el tiempo a ese momento determinado y por unos segundos sientes la persona que eras en ese instante. Cuanto mejor sea nuestra capacidad para escuchar toda la gama de sonidos navideños, más probable será que sintamos lo que llamamos la magia de esta época del año.
Aunque muchos de nosotros nos pasaremos diciembre escuchando viejos éxitos navideños en una repetición interminable sin darnos cuenta, es en realidad un acto consciente y más significativo de lo que pensamos; porque no solo estamos moldeando nuestra mente, sino que construimos recuerdos.
«Activamos dos centros del cerebro cuando escuchamos música: la amígdala y el hipocampo. Mientras que el hipocampo sirve para almacenar y descodificar la memoria, la amígdala la construye, por así decirlo, vinculando nuestras experiencias con las emociones. Dicha estimulación implica la liberación de ciertas sustancias como la dopamina y se estimulan zonas en nuestro hipocampo que reavivan nuestros recuerdos, lo que ayuda a producir nuevas emociones. Cuando sentimos nostalgia se activa el hipocampo y la amígdala al mismo tiempo. La música construye recuerdos que se pueden recuperar cuando se codifican con las emociones», afirma Peter Vuust.
Todos los sonidos juegan un papel importante. Las pisadas amortiguadas de un paseo por la nieve recién caída pueden desbloquear los bancos de recuerdos navideños con la misma eficacia que los tonos brillantes y nítidos del «Campana sobre campana«. La cuestión es mimar tus oídos. Es vital que cada persona se dé cuenta y aprecie la riqueza que la audición aporta a su vida para empezar a cuidarla.
Ana Soto. Audioprotesista de Audika España
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