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Si tu cuerpo pide ayuda, aprende a escucharlo para sanarte

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El cuerpo es el espejo de nuestro estado de salud y un canal privilegiado para la expresión del malestar psicológico cuando éste no puede ser procesado en niveles superiores de conciencia. En ausencia de una causa orgánica, las señales, los síntomas más frecuentes, pueden adoptar las formas más variadas: dolor de cabeza, taquicardia, problemas de nutrición y digestión, náuseas…

La enfermedad que afecta al organismo, desde el punto de vista psicológico es una señal precisa a través de la cual el cuerpo nos insta a detenernos, a frenarnos, a volver a estar en contacto con nosotros mismos.

Incluso una gripe, aunque relacionada con la agresión de un organismo externo, puede manifestarse de diferentes formas dependiendo de nuestras condiciones generales y nuestro momento de vida. 

De qué manera el cuerpo pide ayuda

¿Qué me pasa? Cuando algo extraño nos ocurre, pero no sabemos a qué obedece, el cuerpo nos está pidiendo ayuda. Según la doctora Rocío García, de Mundopsicologos.com, «nuestro cuerpo se expresa y comunica continuamente con nosotros, el problema está en que a menudo solemos desconocer dichas señales y solo nos detenemos cuando nuestro cuerpo nos grita «basta» y nos detiene. Es entonces cuando pedimos ayuda porque notamos que algo no va del todo bien».

Normalmente, el primer paso que damos es acudir a nuestro médico de cabecera, «nuestra sorpresa viene cuando no nos encuentran ninguna causa física y los síntomas que nuestro cuerpo manifiesta no obedecen a ninguna explicación médica y todo indica a una causa emocional. Lo último que queremos escuchar es que «Todo está en nuestra cabeza» porque nos sentimos incomprendidos y frustrados, sentimos entonces que nadie nos comprende», añade.

Las manifestaciones más frecuentes de que nuestra mente pide ayuda y esto se refleja por tanto en nuestro cuerpo, son las enfermedades psicosomáticas.

La doctora Rocío García, explica que «entendemos por psicosomático los síntomas físicos provocados por motivos psicológicos, como por ejemplo el sonrojo cuando nos exponemos a hablar en público o estamos en presencia de la persona que nos gusta o el caso del llanto que aparece ante la tristeza o ira y también ante la emoción de la alegría. En estos casos estas manifestaciones son normales y no presuponen ninguna enfermedad, es en los casos en los que los síntomas psicosomáticos exceden la normalidad y dificultan o impiden nuestra capacidad de funcionar llegando en los casos más graves a poner en peligro nuestra salud, cuando podemos hablar de enfermedad. Los trastornos psicosomáticos son por tanto enfermedades en las que una persona sufre síntomas físicos significativos que le provocan una angustia y una incapacidad reales y que no se corresponden con los resultados de exploraciones físicas o pruebas médicas que se les pueda realizar. No obedecen a patrones, pueden afectar a cualquier parte del cuerpo, pueden provocar dolor».

Ejemplos de estos trastornos serían el trastorno de pánico con o sin agorafobia, producido por los episodios repetidos de ataques de ansiedad y el consiguiente miedo a que se produzcan lo que convierten el problema en un bucle de miedo al miedo. La hipocondría es otro de estos trastornos, donde la persona puede convencerse de padecer una determinada enfermedad y experimentar los mismos síntomas que si realmente padeciese dicha enfermedad. En los casos de bullying puede ser frecuente que las víctimas presenten dolores de barriga. Podríamos decir que el cansancio y el dolor son los dos síntomas psicosomáticos más frecuentes.

Cómo aprender a escuchar los mensajes que nos envía el cuerpo

Estar conectados con nosotros mismos, aprender a escuchar nuestro diálogo interno, desarrollar nuestra inteligencia emocional y crecimiento personal, sería un primer paso, Pero como comenta la doctora García, «no nos gusta pasar tiempo con nosotros mismos, nos cuesta estar solos, nos incomoda el silencio, huimos de él, buscamos estímulos externos continuamente en las redes sociales e internet, ocupando todo el tiempo con actividades, tv, música etc.. Nos agobia la ausencia de ruido, nos agobia la sensación de aburrimiento, nos resulta extraño meditar, escuchar nuestra respiración…».

Para solucionar estos síntomas, «una opción es la terapia cognitiva conductual, que consiste en tomar conciencia de los pensamientos y la relación que existe entre ellos y las emociones», asegura Rocío García. Partimos del principio de que «Somos lo que pensamos», y no saber gestionar la adversidad, la forma en la que nos relacionamos con los demás, la falta de asertividad, la idea de que la vulnerabilidad es de débiles, bloquear emociones como la tristeza, la baja autoestima, la baja tolerancia a la frustración, son ejemplos de lo que provoca dichos trastornos. 

¿Hay personas más predispuestas? «Si, hay personalidades que favorecen estos trastornos, hay personas más negativas que otras y con un diálogo que les predispone a trastornos como la ansiedad o la depresión. Se autodefinen como débiles, les supera la vida, viven como amenazantes las circunstancias y experiencias normales del día a día, tienen más pensamientos irracionales, sufren de terribilitis y todas sus experiencias negativas las magnifican condicionando sus actos y decisiones, las experiencias positivas por el contrario las minimizan, sesgan la realidad en definitiva de modo que ellos mismos se impiden ser felices pero sintiéndose víctimas de su propia vida y no responsables de ella», asegura la doctora.

Millennials y centennials: las generaciones más expuestas a los trastornos psicosomáticos

Los valores que imperan actualmente en nuestra sociedad no favorecen la fortaleza emocional ni habilidades como la tolerancia a la frustración, el valor del esfuerzo y la recompensa a largo plazo. En consecuencia, como argumenta la doctora Rocío García, «damos la espalda a realidades como la vejez, la enfermedad, la muerte etc. Somos cada vez más hedonistas, y por lo tanto más neuróticos, vivimos en la sociedad del bienestar y esto genera necesidad, creemos necesitar lo que en realidad no necesitamos para ser felices y esto nos induce miedos irracionales, insatisfacción crónica lo que desemboca fácilmente en trastornos de ansiedad y otros trastornos tales como adicciones y depresión».

Marina Berrio
Asesoramiento: Dra. Rocío García, de Mundopsicologos.com.

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