Por suerte, hablar de salud mental ya no solo es que esté dejando de ser un tema tabú, sino que, cada vez más, es un tema al que le estamos dando la visibilidad e importancia que merece. Mientras que hace unos años hablar de ir al psicólogo o psiquiatra parecía que tenía que ser un secreto, hoy se trata con la misma normalidad que cuando vamos al médico de cabecera o al dentista.
Esto, sin duda, es uno de los avances más positivos de nuestra sociedad en los últimos tiempos y, aunque todavía queda mucho por hacer y todavía queda mucho que mejorar en cuanto a salud mental en nuestro sistema sanitario, vamos dando pasos hacia adelante en un camino que, por supuesto, no es nada fácil.
La salud mental de cada individuo es la sólida base para la construcción de vidas plenas y satisfactorias. Por ello, teniendo en cuenta que una de las etapas más significativas de nuestra vida y que marcará el resto de esta es la infancia, no podemos dejar de prestar atención a la salud mental-
En la mayoría de los casos nos preocupamos por la salud física de los niños, que tengan buena actividad física, que practiquen deporte, que no caigan enfermos… ¿Pero somos realmente conscientes de la importancia de la salud mental en la infancia? Además, no podemos olvidar que en los últimos años hemos vivido algo muy poco común como ha sido la crisis sanitaria provocada por la Covid-19 que ha traído consigo misma muchas consecuencias negativas. De hecho, según un estudio de la Asociación Española de Pediatría, la Sociedad Española de Urgencias Pediátricas y la Sociedad Española de Pediatría Social, en la actualidad los niños y adolescentes presentan más ansiedad, síntomas depresivos, autolesiones y conductas suicidas.
Consejos para cuidar de la salud mental de nuestros hijos
Ahora bien, ¿cómo podemos trabajar para evitar trastornos o problemas mentales durante los primeros años de vida de nuestros hijos?
Sin ninguna duda, para que un niño crezca sano y feliz, hay que cuidar ciertos aspectos de su vida como que siga una dieta sana y equilibrada, que haga ejercicio de forma regular, que evite el sedentarismo y que se establezcan en él unas horas de descanso adecuadas cada día, con el fin de regular su estrés y su ansiedad. Además, hay muchos aspectos que tanto desde casa como desde el entorno escolar debemos trabajar para evitar las situaciones de frustración y ansiedad como, por ejemplo, trabajar la inteligencia emocional como base de su educación.
Es muy importante que los niños, desde pequeños, sepan identificar sus emociones, tanto la alegría como la tristeza, y que mostrarlas y hablar de ellas no suponga ningún problema. Además, fomentar en ellos valores como la empatía, también les ayudará a fortalecer su personalidad y mejorar su autoestima, además de hacer que, siendo capaces de ponerse en el lugar de los demás y entender las preocupaciones de otros, mantengan unas relaciones sociales mucho más sanas y sólidas.
Por otro lado, con el fin de ayudarles a fortalecer la confianza en sí mismos, es importante que los adultos sepamos escucharlos, hablar con ellos sobre aquellas cosas que les preocupan, explicarles cualquier situación desde un punto de vista positivo y que nos mostremos cariñosos y afectivos con ellos. Debemos ofrecerles confianza en nosotros para que, al mismo tiempo, consigan confiar también con ellos mismos.
Todo esto, debemos hacerlo siempre desde la calma, sin perder la paciencia y dándole la importancia que merecen sus preocupaciones, miedos e ilusiones. Por supuesto, también debemos poner límites y explicarles cuándo las cosas no están bien y por qué no deben ser así.
Ahora bien, ¿qué pasa si nuestros hijos han empezado a manifestar alguna conducta fuera de lo común o sospechamos que puedan estar padeciendo algún problema de salud mental? Lo más importante es que si nuestros hijos están padeciendo un trastorno mental, seamos capaces de detectarlo y, sobre todo, asumirlo sin miedo.
Muchas veces, los adultos cometemos el error de pensar que algo así no les está pasando a nuestros hijos y eso nos lleva a dejar que pase demasiado tiempo y no actuar cuando es necesario.
Lo primero que debemos saber es que hay muchos motivos por los que esto puede pasar: desde haber vivido una situación traumática como la separación de los padres, una pérdida significativa o, incluso, ser victima de acoso escolar. Normalmente, las consecuencias de estos traumas se manifiestan visiblemente, aunque pueden darse de muchas formas: pérdida de apetito, cambios bruscos de humor, pérdida de sueño, llamadas de atención constantes, tristeza, dejar de relacionarse socialmente en el círculo familiar o de amistades…
Cuando esto ocurra, deberemos hablar con nuestros hijos para intentar saber qué es realmente lo que les pasa y qué es lo que causa esto. Si vemos que hay una solución a nuestro alcance, podremos intentar solventarla apoyándonos en todos los consejos que detallábamos anteriormente y, por supuesto, deberemos trasladarles esto al equipo docente con el que nuestros hijos están cada día para que puedan ayudarnos a mejorar la situación.
En muchos casos, será necesario acudir a un especialista y aquí será igual de importante que padres, psicólogos y profesores trabajen juntos y de la mano para conseguir una solución eficaz cuanto antes. Lo que está claro es que la salud mental es esencial y debemos cuidarla desde el inicio de nuestras vidas.
María Delgado. Coordinadora de Bienestar del Colegio Europeo de Madrid
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