Compramos más de lo que necesitamos por el afan de tener, de estrenar, de que es tiempo de rebajas o simplemente para llenar nuestro ego de felicidad, ¿porq qué cuando adquirimos algún producto sentimos un placer momentáneo?
El impulso de comprar forma parte del ancentral instinto de supervivencia humana. Así lo cree Ryan Howell, profesor de psicología de la Universidad Estatal de San Francisco, en California, quien explica que «cuando el hombre primitivo se dedicaba a la caza y a la recolecta, si veían algo que querían, aunque no fuera necesario en ese momento, lo cogían por si no volvián a encontrarlo».
Algo parecido ocurre cuando vemos que algo se está acabando, lo queremos. Howel asegura que «aunque la escasez ya no es un problema, aún seguimos el instinto de nuestros ancentros, sobre todo cuando estamos delante de una oferta».
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El consumismo y sus raíces
Las raíces del consumismo se hunden precisemente en la adquisición de más productos de los que necesitamos. La ostentación, la presión social y la publiciad nos incitan a comprar constantemente. Lejos ha quedado ya la costumbre de reparar, ahora nos gusta más reponer o sustituir.
Esta industria del consumismo genera un exitoso modelo de negocio en todos los ámbitos comerciales debido al incremento constante de la producción. La estrategia de crear en primer lugar una necesidad para, en segundo lugar, ofrecer un producto que sea capaz de resolverla o satisfacerla y, a continuación, volver a crear una nueva necesidad y prolongar el proceso ha creado un suculento negocio en todos los estamentos del sector servicios.
La mentalidad consumista lleva también a la adicción a las compras, a no cuidar las cosas, a cambiarlas por el afán de usar otras nuevas, a veces como consecuencia de la frivolidad que se deja deslumbrar fácilmente por lo nuevo que, por serlo, parece mejor que lo anterior. Un comportamiento alentado muchas veces por campañas publicitarias que conduce a consumir más de lo necesario.
Ideas para distinguir entre lo que quiero y lo que necesito
1. Denunciar los mecanismos de manipulación y advertir sobre los riesgos de la publicidad engañosa.
2. Manejarse con soltura ante una nómina o conocer con solvencia recibos como el de la luz, teléfono, agua, etc. El desconocimiento de estas habilidades dificulta e, incluso, imposibilita para el ejercicio de los derechos, pues, difícilmente podrá reclamar un error que perjudique sus intereses quien no tenga un mínimo dominio sobre estos temas.
3. Darlo en lugar de tirarlo puede ser muy educativo.Tendría que haber en toda compra un criterio de necesidad y de uso. Hay que diferenciar entre lo que es necesario (para todo el mundo), lo que es conveniente (según el trabajo, el oficio, los estudios, las aficiones de cada uno…) y lo que es superfluo. Compramos lo que es necesario, si bien hay que aceptar la subjetividad de lo que realmente «es necesario o no lo es».
4. No se puede renunciar al valor de compartir. Es importante crear conciencia de la responsabilidad de los gastos. Ser críticos ante el consumo, incluso después de haber comprado, para reconocer, en su caso, que se ha hecho una mala compra. También de los errores se aprende.
5. El contacto con la naturaleza en las salidas a la montaña o la participación en campamentos o colonias posibilita la experiencia de situaciones diferentes, alternativas, donde es posible vivir de manera más sencilla, con menos necesidades… Esto puede ser de gran ayuda para relativizar después muchas de las necesidades que aparecen en la vida cotidiana de la ciudad.
6. Revisar periódicamente cómo y en qué se gasta el dinero en casa. A menudo se descubre que lo que se niega a los hijos no tiene un mismo tratamiento cuando se trata de aficiones de los padres.
Marisol Nuevo Espín
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