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La preocupación: ¿es saludable preocuparse en exceso?

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La sociedad actual nos empuja a tener una elevada cantidad de tareas diarias a las que atender. Generalmente, vivimos la preocupación como un proceso desagradable. La sensación de tener todo el rato un pensamiento en la cabeza que nos genera ansiedad puede dejar de ser adaptativa, para convertirse en un proceso que nos limita. En general, la reacción habitual e intuitiva que tenemos todos ante la aparición de una preocupación es intentar quitarla de la cabeza lo antes posible.

Emociones que generan las preocupaciones

Las preocupaciones son intentos de nuestro sistema emocional de avisarnos que cierto evento es importante. Por ello, cuando hacemos intentos de suprimir estos pensamientos, no llegamos a procesar lo que nuestras emociones nos quieren decir. La reacción habitual de nuestro cuerpo es volver a mandarnos la preocupación una y otra vez.

Seguramente alguna vez has tenido la sensación de que una canción que no te gusta «se te pega» y no puedes dejar de cantarla. En general, nuestra estrategia ante esta situación es intentar quitar la canción de la cabeza. Pero seguramente habrás comprobado que no suele surtir efecto. Sin embargo, si la cantamos dos o tres veces, vemos como poco a poco se va yendo de nuestra consciencia.

La hora de las preocupaciones, estrategia para preocuparnos aposta

Una estrategia que se ha demostrado mucho más eficaz que intentar suprimir la preocupación es hacer justamente lo contrario. Dejar un tiempo al día para atender a lo que nuestro cerebro emocional quiere decirnos.

El ejercicio consiste en dedicar unos minutos al día a preocuparnos aposta. De esta manera, nos damos la oportunidad de procesar las emociones que nuestro cerebro nos hace sentir. Es muy terapéutico hacer este ejercicio por escrito. Y es que cuando pasamos por el filtro de las palabras las emociones y las expresamos, su intensidad, duración y frecuencia disminuyen.

Tampoco es necesario que dediquemos más de 15 minutos al día a este ejercicio. Eso sí, es recomendable que después de hacerlo, programes una actividad agradable para no quedarte «enganchado» en la preocupación.

En general, una de las pautas para realizar este ejercicio es centrarse en lo peor que puede pasar. Normalmente, lo peor que puede pasar causa menos ansiedad que la anticipación de esta situación. También, una vez descrita la peor situación posible es recomendable centrarse en la situación más probable para así comparar nuestras reacciones ante ambas posibles situaciones. De esta manera, ayudamos a nuestro cerebro a reevaluar la amenaza, para así adaptar las respuestas emocionales a las demandas reales del medio.

Es probable que durante las primeras semanas que hagas este ejercicio, te encuentres algo más ansioso. Es totalmente normal. Es fruto de la evitación cognitiva que llevas haciendo durante tanto tiempo. Hacia la tercera semana de su realización, las emociones incómodas de ansiedad, miedo, tristeza o ira, suelen descender para dar paso a emociones relacionadas con el bienestar.

Ya no tienes excusa para seguir gastando tiempo y energía en preocuparte. La clave es ocuparte, no preocuparte.

Jesús Matos. Psicólogo experto en gestión de la tristeza. Fundador de la plataforma online En Equilibrio Mental.

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