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El poder real de las emociones: cómo contrarrestar las preocupaciones

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Uno de los principales problemas que está asaltando a la sociedad del siglo XXI es la necesidad constante de controlarlo todo y el control no es más que necesitar que las cosas sean perfectas en el futuro. ¿Cómo evitar pensar en el pasado o bien dejar de obsesionarnos por el futuro para mejorar nuestro estado de ánimo? Nuestra única capacidad de actuación es sobre el hoy y el ahora.

La angustia actual de la sociedad y de cada uno de nosotros sobre ese control sobre el futuro, tiene capacidad de provocar una perturbación en las células, en la mente, en el organismo, en el alma… Es tal la acumulación de información, de estrés, que tiene el cerebro que se va desconectando de cosas del presente para sobrevivir.

La persona que triunfa hoy en día es aquella capaz de captar su presente, disfrutarlo, gestionarlo de forma sana y conectar con su realidad, la que tiene, cada vez que puede. Por eso, hay que ser maestros de nuestra atención, esta es nuestra ventana con la realidad, con nuestro presente y hemos de educar la voluntad. Con la voluntad educada, podemos tener la atención controlada y gestionada y conectar de forma más sana con nuestro presente.

¿Cuál es el poder real de las emociones?

¿Cómo pueden afectar las emociones a la salud si ahogamos lo que sentimos? Las emociones son la respuesta que ofrece el cuerpo ante lo que sentimos y hay que saber expresarlas. No significa que hay que ser una persona que lo exterioriza absolutamente todo o que es un surtidor constante de sentimientos a su alrededor. Pero hoy en día sabemos que, el que anula sus emociones, enferma; y el que tiende a guardárselo todo, enferma.

Para entender mejor este tema, nada como poner un ejemplo. Existen varios tipos de personas: si alguien viene y dice «tu chaqueta es horrorosa», yo tengo varias maneras de reaccionar. La primera es echarme a llorar, la segunda es responder «tú eres horroroso, eres peor que la chaqueta»; la tercera es quedarme con ello en la cabeza y pensar «a mí esta chaqueta me gustaba, con lo bonita que es». Y la cuarta es contestar, de forma sana, «pues a mí me encanta». Cada una de ellas tiene un impacto completamente diferente en cada célula del cuerpo y en el cerebro.

Las consecuencias de vivir preocupados constantemente

¿Cómo podemos contrarrestar las preocupaciones cuando los problemas no se disipan? El 90% de las cosas que nos preocupan, nunca jamás suceden. Pero nuestro cuerpo y nuestra mente lo viven como si fueran reales. La preocupación en exceso nos afecta.

Para gestionar nuestras emociones, lo primero que hace falta es conocernos, saber cómo somos, cómo reaccionamos ante ciertas circunstancias, ante ciertas personas…Y conocer cómo funciona nuestra mente y nuestro cuerpo. Saber que hay cosas que no nos afectan y otras que nos afectan mucho.

Como segundo punto, tras conocerse, hace falta identificar la emoción, ponerle un nombre: esto es ira, esto es asco, esto es enfado, esto es alegría, esto es decepción, esto es frustración. Porque si no hay mucha gente que se piensa que todo es depresión, que todo es estrés. Cuando podemos identificarlo, somos capaces de diluirlo de forma mucho más rápida.

El tercer punto es ser asertivo, expresar lo que uno siente, no ahogarse en la emoción. No significa decir todo lo que se nos pasa por la cabeza, ni ser agresivos, sino ser capaces de expresar lo que sentimos.

El cuarto, no tener miedo de convertirnos en nuestra mejor versión. Porque el que anula sus emociones se convierte en una persona apagada y, por lo tanto, nunca sacará su mejor versión.

Y el quinto, ser capaces de poner límites al efecto que ejercen los demás, o las demás circunstancias, en nosotros mismos.

Por último, añadir, que me gusta hablar del impermeable psicológico: hay cosas que nos tienen que resbalar, que no pueden influirnos tanto, no podemos ser un corazón en carne viva, que todo tenga un impacto brutal que nos altere profundamente.

Marián Rojas-Estapé, psiquiatra y autora del ibro Cómo hacer que te pasen cosas buenas

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