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Los 5 pilares de la inteligencia que ayuda a desarrollar el resto

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En una sociedad en la que la inteligencia es un valor en alza, cualquier ayuda que nos permita desarrollarla es bien recibida. A esta tarea dedica el psiquiatra Enrique Rojas su libro, 5 consejos para potenciar la inteligencia: una guía práctica con herramientas concretas que nos ayudarán a desarrollar nuestras capacidades y las de nuestros hijos. La clave está en la ‘inteligencia auxiliar’, la que permite desarrollar el resto de las inteligencias.

La inteligencia auxiliar es la inteligencia de la que habla el Dr. Rojas en su libro. Orden, constancia, voluntad, motivación y capacidad de observación son las claves para desarrollar esta inteligencia.

Los 5 pilares de la inteligencia auxiliar

Y es que esta inteligencia a diferencia de las otras, siempre puede mejorarse. Desarrollando estas cinco herramientas, si bien una persona no llegará a desarrollar de manera extrema las otras inteligencias con las que ha nacido, podrá conseguir que no sean inamovibles.

1. El orden

Es el primer pilar de la inteligencia. Además de fundamental es el mayor sedante que tiene el ser humano. Es la buena disposición de las cosas entre sí y saber poner cada una de ellas en el lugar que le corresponde.

Hoy en día estamos haciendo personas de extremos: el desorden puro o un orden enfermizo que llega a ser obsesivo. Como todo: en el punto medio está la virtud. Orden es aprender a tirar lo que no sirve y, ante la duda, tirar. Ordenar es tener las cosas que necesito y en su sitio. Es desprenderse de aquello que estorba.

Hay dos tipos de orden: un orden estático y otro dinámico. El orden estático es el que no es físico, o por lo menos aparentemente. Se trata de tener un orden en la cabeza. Saber responder las grandes preguntas de la vida: ¿Quién soy yo? ¿Qué hago? ¿Qué es lo que quiero en la vida? Es, por tanto, mental.

El orden dinámico es aquel que está relacionado con las cosas, con el exterior. Y este es el que se conoce como ‘orden’ en sentido literal. Es saber dejar las cosas en su sitio, tener ordenado mi cuarto, mi oficina… Se dice que el orden en la mesa de una persona es el reflejo de su alma. Por lo tanto, siempre podemos dedicar unos minutos a dejar las cosas en su sitio.

2. La constancia

Es la perseverancia en los objetivos y metas que uno se pone. Es saber seguir, saber continuar, saber persistir. Decía Unamuno: «No darse por vencido ni aun vencido». Uno de los problemas de nuestro tiempo es la rapidez y la inmediatez. Lleva a que las personas se vuelvan impacientes y esto a su vez lleva a no tener visión a largo plazo.

Saber esperar es uno de los síntomas de madurez que menos abundan. Es saber seguir en la línea en lo que uno se haya propuesto y que, independientemente de lo que ocurra, no se abandonará. Es vencerse día a día y para ello hay que tener siempre en consideración lo pequeño, los detalles que hacen que uno siga poco a poco.

Pero para eso es primordial saber qué es lo que uno quiere, hacia dónde se va a encaminar. Querer es activar esa perseverancia sobre aquello a lo que uno aspira, y esta aspiración hay que tenerla muy clara, sabiendo que a lo largo del tiempo puede variar, pero sin dejarla. Sin ideas claras, es imposible ser constante.

3. La voluntad

Es la herramienta más importante para crecer en inteligencia. Sin embargo, solo con voluntad no es posible alcanzar esa plenitud que se pretende. Es la capacidad para querer algo y poner todos los medios necesarios para alcanzarlo. Es saber gobernar nuestra conducta de forma libre y consciente. Para eso pospondremos aquello no debe de ser hecho.

La voluntad es la estrella de la conducta porque una persona con voluntad llega mucho más lejos que una persona inteligente. Y es aquí cuando habría que considerar una palabra rechazada en la actualidad: el esfuerzo. La voluntad es el entrenamiento para gobernarse mejor. Es esforzarse para hacer lo que se debe hacer en el momento en que se debe.

Los padres deben saber seducir con la voluntad, pues el que tiene voluntad se tiene a sí mismo. Dispone de su persona. Las cosas viven para él y no él para los objetos. Por lo tanto la voluntad es determinación, es trabajar poco a poco en ir mejorando. Y es que el éxito o el fracaso de una persona no se dan de la noche a la mañana, sino que la persona que triunfa es porque ha sabido, día a día, no hacer lo que le apetece, sino lo que debe.

Solo así se pueden dar personas solidas, compactas, recias, que cuando llegue la tormenta no se rompan. Para trabajar la voluntad una persona puede hacer lo que el Dr. Rojas denomina tabla de ejercicios de la voluntad. Es decir, una tabla personalizada en la que cada uno lleva una contabilidad todos los días de lo que ha hecho o dejado de hacer en la lista que se había propuesto: levantarme a la hora, leer todos los días una cantidad determinada de tiempo, ir a clase a diario, llegar al trabajo a la hora…

4. La motivación

Es lo que mueve al ser humano a hacer lo que quiere. Nace del interior de la persona, de lo más profundo. Se trata de un aliciente, tanto exterior como interior, que hace que las personas con constancia y voluntad, sigan luchando. En muchas ocasiones la motivación se puede ver debilitada, pero para ello hay que anticiparse a las dificultades que uno pueda tener. De vez en cuando hay que saber parar y valorar el proceso que se está llevando a cabo. Sin ilusión, y sin optimismo no hay motivación.

5. La capacidad de observación

No se trata simplemente de mirar a tu alrededor sino de captar lo que ocurre y tomar nota. Se trata de analizar los porqués. Además la capacidad de tomar nota ayuda a recordar aquello que uno ha escuchado y aprendido. Ir a una conferencia y escuchar a un ponente está fenomenal, pero a las pocas horas, las ideas del ponente se ven difuminadas, hasta tal punto que a las 24 horas uno no recuerda de qué trato la charla. Interiorizar lo que vamos aprendiendo es fundamenal para que nuestra memoria no deje de ejercitarse nunca.

Isabel Rojas Estapé. Psicóloga y periodista

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