¿Qué es la belleza? Filósofos, pensadores y artistas de todas las épocas han reflexionado en torno a la idea de la belleza, formulando teorías y creando magníficas obras de arte precisamente en búsqueda de la belleza. Nos preguntamos por su universalidad, por sus cánones, por el hecho de que sea subjetiva, objetiva, divina…
Tratar de comprender cómo el individuo desarrolla el concepto de belleza en sí mismo, cómo la belleza tiene un peso social diferente en el hombre y en la mujer, y cómo la fuerte presencia de modas y medios, ha sido amplificada por la llegada de las redes sociales, tiende a uniformar e imponer los modelos de belleza.
Estamos en la época de la belleza estandarizada, de la eterna juventud, de la salud a toda costa. Cada vez es más difícil romper con los modelos impuestos, especialmente para los más jóvenes, que difícilmente logran estructurar su propia identidad, por no correr el riesgo de convertirse en víctimas de bullying o en marginados.
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Cómo desarrolla cada persona el concepto de belleza
Es un tema muy complejo, y sobre el que no hay certezas. La neurociencia está más orientada a estudiar los mecanismos cerebrales que nos llevan a preferir la belleza y buscarla desde la infancia; según el evolucionismo, por ejemplo, se selecciona una pareja más bella porque garantizaría una mejor continuidad de la especie, etc. Pero nos interesa hacer hipótesis sobre el desarrollo psicológico del sentido estético, o sentido de la belleza. En cualquier caso, cabe decir que es enormemente subjetivo, aunque hay (quizás) criterios de ‘objetividad’ que los artistas, desde la antigua Grecia, a menudo han tratado de identificar, como características de armonía en un rostro o cuerpo.
Sin embargo, cada uno de nosotros desarrolla un sentido personal de la belleza, que a menudo se asocia a lo bueno. El sentido de la belleza, como todo, nace en la primera infancia, muy ligado a la relación con la madre, más concretamente con el pecho, podríamos decir. El pecho que nutre da placer, y el anhelo por él, por la repetición de ese placer, es para Freud algo parecido a la belleza: lo que da placer es, por tanto, lo que se convertirá en el sentido de la belleza en el futuro. Como no existe ningún placer completamente exhaustivo o agotable, no hace falta decir que incluso la belleza es una tensión, es una sensación de carencia: busco en ti (originalmente en la madre, y posteriormente en sus sustitutos) lo que me falta.
La subjetividad del sentido de la belleza se debe, por tanto, a que nuestras experiencias infantiles con respecto al placer y la relación con los primeros objetos de amor, los padres, son diferentes para cada uno de nosotros.
Finalmente, es probable que haya algo innato en el ser humano al sentir la belleza, ya que se ha visto que incluso los niños muy pequeños son más propensos a sonreír ante un rostro bello y armonioso que frente a uno feo. En fases más avanzadas de su desarrollo, los gustos e inclinaciones de los padres, de su propio grupo étnico y cultural, de la sociedad en su conjunto, tendrán gran importancia.
Cómo cambia el peso social del aspecto físico
Existe una discrepancia con respecto a la belleza que se da en todos los niveles de la sociedad actual. Se requiere que la mujer cumpla con altos estándares de perfección. No faltan ofertas de trabajo en las que la búsqueda de perfiles femeninos vaya acompañada de la famosa frase «buena imagen», requisito que no se solicita con la misma frecuencia a los compañeros varones.
El peso social sobre hombres y mujeres es muy diferente, en detrimento de las mujeres. Basta mirar el mundo del cine: los actores que no son guapos, o son gordos, encuentran papeles adecuados para ellos, pero no es lo mismo para las mujeres, que están excluidas tanto por edad como si ya no son bellas en el sentido juvenil del término, especialmente en el cine de Hollywood. Hablamos de cine porque es un espejo importante de la sociedad y sus ideales.
Incluso en el lenguaje común, un hombre que no es guapo puede ser atractivo, o se valora su estatus social y su poder. También puede ser viejo y seguir siendo atractivo si posee estas características, mientras que para la evaluación de la mujer, el estatus y el poder no se consideran elementos de atracción, sino que a menudo todo lo contrario.
Un ejemplo: el fat shame (vergüenza de ser gordo), que hoy es quizás el tabú más violento respecto a los cánones de belleza, afecta más a las mujeres que a los hombres: a una mujer poco se le perdona tanto el envejecimiento como el aumento de peso. De hecho, la cirugía estética es territorio casi exclusivamente femenino. Y hoy en día esa presión es mayor.
Homogeneizar los cánones de belleza
Aunque cada sociedad ha tenido sus propios modelos de belleza, diferentes a lo largo del tiempo (pensemos en las mujeres redondas de Botticelli que hoy serían consideradas obesas), la presencia masiva de modas y medios, amplificada desde que existen las redes sociales, tiende a estandarizar e imponer modelos de belleza.
La combinación de modas, medios y redes sociales han contribuido a acentuar el fenómeno de cada época de generar modelos de belleza. Nunca como hoy, los rostros de presentadoras de televisión o actrices y modelos se ven todos iguales; hermosa, perfecta, pero igual. Estamos en la época de la belleza estandarizada, de la eterna juventud. Esto no beneficia especialmente a los adolescentes y las generaciones más jóvenes, que luchan por encontrar su propio ideal personal y corren el riesgo de ser intimidados o marginados si no se conforman. Kant dijo que «la belleza es inútil» y nuestro tiempo parece darle la razón.
Claudia Liacono
Asesoramiento: Equipo de psicólogos de Mundopsicólogos
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