En la toma de decisiones influye de manera determinante la personalidad que tenemos cada uno de nosotros. No siempre tomaremos las mismas decisiones y a la misma velocidad si somos impulsivos, indecisos o prudentes. Cada hijo es diferente, y diferente ha de ser también la forma en que le enseñemos a pensar, valorar, optar… Tendremos que apoyarnos en sus puntos fuertes, al tiempo que fortalecemos los débiles.
4 estilos personales a la hora de tomar decisiones
Lo cierto es que su personalidad influye ¡y mucho! en la toma de decisiones. Según sea nuestro caracter así será la forma en que tomemos las decisiones en general. Así influyen estos cuatro estilos personales en la toma de decisiones:
– El impulsivo. Primero actúa y luego reflexiona… y se lleva las manos a la cabeza, porque las consecuencias son a menudo negativas, o se contraponen unas a otras. Tendremos que ayudarle en varios campos de la reflexión: invitándole a dar razones de su elección antes de actuar, alentándole para que busque varias opciones entre las que decidir y explicándole cómo puede valorar -incluso hay métodos cuantitativos para ello- los pros y los contras de cada una de ellas.
– El indeciso. Al contrario que el anterior, reflexiona todo antes de decidir. Tiene tanta aversión al riesgo que puede incluso perder la oportunidad de tomar la decisión en sí. En este caso, le podremos ayudar proponiéndole un límite de tiempo en el que decidirse, dándole muchas oportunidades en las que tenga que elegir una opción, para crear el hábito, y fortalecer su seguridad en sí mismo con palabras de ánimo y elogio cuando la opción que eligió se demuestra que era la más acertada.
– El rígido. Este chico no se plantea siquiera la necesidad de tomar decisiones, porque hace siempre las cosas del mismo modo «porque siempre las he hecho así». Necesita que le sugiramos nuevas alternativas y formas para hacer las mismas cosas con mayores ventajas de comodidad, rapidez…; tendremos que encontrar la manera de hacerle ver el valor de la información previa antes de tomar una decisión, razonarle aquel refrán «rectificar es de sabios», y hacerle reconocer que todos nos equivocamos.
– El prudente. Probablemente es el chico mejor preparado para tomar decisiones, ya que sabe lo que quiere y cómo lograrlo arriesgando únicamente lo necesario. Es lento en la reflexión y rápido en la ejecución, sin olvidar la audacia.
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Consejos para ayudar a los niños a tomar sus propias decisiones
1. Empieza por decisiones pequeñas. Educa a tus hijos en la toma de decisiones proporcionándole progresivamente campos en los que pueda tomar él las suyas propias. El hábito sólo será posible si le vamos dando oportunidades para desarrollarlo.
2. Evita decidir por ellos. Tened en cuenta que cada vez que decidís vosotros en algo donde podía haberlo hecho él sin consecuencias negativas, estáis dando un paso atrás en su educación.
3. Felicítale cuando haya ponderado bien las decisiones que tome, y respetadlas.
4. Ayúdale a pensar y reflexionar con preguntas: ¿Qué quieres conseguir? ¿Qué caminos tienes para llegara a eso? ¿Qué tiene de bueno y malo cada opción?…
5. Y si se equivoca… se el primero en animarle, apoyarle y ayudarle a enmendar la situación, recordándole que errar es de humanos.
6. Dale el ejemplo de seguir adelante, ser consecuentes con las propias decisiones y esforzarse en enmendar las meteduras de pata, sin agachar la cabeza ni hacer dramas.
7. Sed cautos al darle libertad -a corto, medio y largo plazo-, ateniéndoos siempre a su integridad moral.
8. Anímale a asumir las consecuencias de sus actos, advirtiéndole de ellas a tiempo, pero sin sentenciarle.
Conviene exigir la realización de lo que haya decidido, para que aprenda a responsabilizarse. Por ejemplo, si vais de compras y se decide por una prenda cara, tendrá que comprometerse y cumplir su palabra de que la usará con frecuencia y la cuidará especialmente.
Rocío Serrano
Asesoramiento: Antonio Jiménez Guerrero. Filósofo, Psicólogo, Profesor-tutor en la UNED y Orientador Familiar
Más información en el libro Las seis decisiones más importantes de tu vida, de Sean Covey.
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