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¿Ser padres o ejercer de padres?

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Es habitual que en reuniones en las que padres y madres hablan sobre sus hijos alguien en algún momento lance esa especie de mantra: «Qué difícil es educar a los hijos», sobre todo hoy en día.

Y a partir de ahí que si «no tienen manual de instrucciones», que si «nadie te enseña a ser padre», que «cuando son chicos tienes que estar todo el día pendiente y cuando son grandes los problemas crecen», que «la sociedad cada día está peor»… También se escucha el consabido «antes era más fácil», y la estrella es «una buena bofetada a tiempo». Otros que «si es que no puedo con él» para terminar con un esperanzado, pero pasivo, «a ver si pasa el tiempo y madura un poco».

No sé si estaréis de acuerdo en lo siguiente: existe una clara diferencia entre cuando «somos padres» de cuando «ejercemos como padres».

Ser padres consiste en esperar que como eres el padre, son los hijos los que tienen que hacer el esfuerzo para ir aceptando todo aquello que les inculca en el ambiente familiar, en cambio, ejercer de padres supone aceptar el reto de que la educación de nuestros hijos requiere en muchos momentos de nuestra vida un esfuerzo constante, una brega, una lucha en la que el protagonismo lo tenemos los padres.

La corresponsabilidad del padre: necesaria para conciliar

También es importante que, en la medida en que sea posible, podamos compatibilizar trabajo con la vida familiar. Primero, porque el padre descansa y desconecta de las preocupaciones propias de la naturaleza de su trabajo y segundo, porque nos da la oportunidad de crear un tiempo dedicado a los hijos, bien sea jugando con ellos, ayudándoles en lo que necesiten o simplemente fortaleciendo vínculos a través de conversaciones sobre temas que a ambos les puedan interesar.

En caso de separación o divorcio, el mantenimiento de la relación con el padre, especialmente en los casos de custodia materna, es un factor que protege de los efectos adversos que la exposición al conflicto entre los padres tiene en los hijos. En estos casos, requiere mucho más que la simple organización de turnos de visita y de convivencia en fines de semana.

Es necesario que el padre trasmita a sus hijos que ellos no tienen ninguna responsabilidad en todo lo que está ocurriendo y que solo ellos, como padres, pueden responder de lo ocurrido. Igualmente, es importante aportarles una seguridad afectiva, demostrándoles lo importante que continúan siendo para él, evitando los regalos materiales o cesiones injustificables ante normas ya sabidas, que no hacen más que tranquilizar falsamente las conciencias.

Es más acertado mostrar un deseo y una preocupación por saber cómo están, qué sienten y qué necesitan en esos momentos tan duros. Es muy positivo que los padres se impliquen profundamente en los momentos que tienen a sus hijos consigo, porque demuestran su compromiso y su incondicionalidad a pesar que la situación familiar haya cambiado.

En resumen, el padre también tiene un papel fundamental en la educación y la crianza de los hijos. Su personalidad y su modo de hacer las cosas van a constituir un referente básico junto con el de la madre en la niñez del hijo. Así de fuerte se haya establecido el vínculo afectivo a estas edades, tanto será en etapas más futuras. Podrán cambiar las formas en las que se articula esa relación -más directivo en la niñez, más de apoyo en la adolescencia y la madurez- pero si lo hace bien, siempre se constituirá como un referente moral y ayuda incondicional en las subsiguientes etapas de la vida de su hijo.

Juan Carlos García Saavedra. Orientador y Mediador Familiar Instituto de Orientación Familiar Coincidir

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