Hoy es fiesta mayor en casa. Como siempre que encontramos una excusa para la ocasión, padres, hijos, nietos y sobrinos nos sentaremos a la mesa común, nos zamparemos los manjares, levantaremos las copas y brindaremos por que estamos juntos otra vez.
Nada será exótico, ni exclusivo, más cocinado al modo tradicional que a según qué exquisiteces pagadas con Visa Oro. En casa, cualquier plato con el sabor de mi madre es un manjar de dioses, aunque sean unas patatas matrimonio, un caldo de toda la vida o un guisado sencillo.
La excusa de hoy acumula pretextos: dos santos y dos cumpleaños, pero lo relevante no es quién los cumple, sino que todos lo cumplimos todo cada vez que algún miembro de la familia cumple algo. Es decir, nos gusta tener un motivo para estar juntos. Pero ello no es suficiente y si en algo tiene sentido este artículo con aires de intimidad es precisamente en este hecho: que además de querer vivir en plenitud la familia, hay que trabajársela. Y en esta cuestión personalmente soy muy militante.
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