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Marketing de Familia

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20 Febrero, 2013

Hace unos años, a raíz de una ponencia que impartí, uno de los asistentes me hizo la siguiente pregunta: «¿Qué pasa, que su familia es perfecta?». La respuesta fue inmediata: «Por supuesto que no, lo único que ocurre es que nosotros los trapos sucios los lavamos en casa», como bien aconseja el refrán español.

¿Por qué os cuento esta anécdota? Porque es frecuente escuchar en el trabajo, en el parque, a la salida de los colegios o en reuniones de amigos cómo -sin mala intención- se comentan aspectos del carácter de la pareja o de nuestros hijos. No nos damos cuentan que nosotros, cada uno de los miembros de nuestra familia, somos los primeros que debemos velar por la imagen de todos, individualmente y como grupo.

No significa que vayamos a mentir diciendo que tenemos un hijo que no conoce la pereza, cuando sabemos que es uno de sus puntos de batalla diaria; pero tampoco debemos airearlo y robarle la posibilidad de superarlo sin dañar su imagen. Esto es lo que yo llamo «Marketing de Familia»: mostrar lo mejor de nuestro producto (nuestra familia) y tratar de mejorar los puntos débiles en la intimidad del hogar. Tan sólo es cuestión de lealtad, que nos es más que cuidarse unos a otros. Las personas leales no hablan mal de sus amigos cuando estos se equivocan; todo lo contrario, las justifican delante del grupo y más tarde, en la intimidad, les aconsejan cambiar de actitud. Se trata de callarse cuando no podemos decir algo bueno.

Practicar marketing de familia, por tanto, es educar a los hijos para ser leales -tan poco de moda hoy-, porque si observan que no hablamos mal de ellos fuera de casa y que dentro les corregimos con cariño y exigencia, ellos harán lo mismo con aquellos que les rodeen, ahora y en el futuro.

COACH DE LA FAMILIA

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