Hace unas semanas acudí a la conferencia de un intelectual alemán, Doctor en Medicina y en Teología, que imparte -entre otros temas- conferencias sobre Liderazgo y ética en la dirección de empresa. En esta ocasión, Alfred Sonnenfeld, que así se llama este conferenciante, nos alertaba acerca de la “Emergencia educativa” y para ello se remontaba a los clásicos, algo que me gustó sobremanera.
Entre otras cuestiones, afirmó que la moral es hacer buen uso de la libertad y que cuando educamos a un niño como un ser caprichoso, supone convertirlo en una persona débil para la sociedad al no haberle enseñado a decir NO.
Aristóteles definía la virtud moral como una “disposición voluntaria adquirida (hábito) dirigida por la razón y que consiste en el término medio entre dos vicios”; por tanto, este filósofo de la Antigua Grecia, ya nos indicaba que la virtud se puede aprender, que no depende de la naturaleza y que no es una disposición innata, sino del ejercicio de la libertad. Y para ayudar a nuestros hijos a adquirir virtudes primero tendremos que comenzar enseñándoles hábitos, que no se logran de otra manera que no sea por la repetición de actos, tareas, actividades y demás. Así, nuestros hijos serán generosos si practican la generosidad, valientes si practican la valentía, ordenados si ordenan todos los días sus cosas, etc. Y de nuevo tendremos que animar a nuestros hijos para que sepan VOLUNTARIAMENTE decirse a sí mismos que NO: no voy a dejar el cuarto desordenado porque soy ordenado, no voy a jugar porque tengo que estudiar, no voy a desobedecer porque quiero a mis padres y deseo hacerles felices, no voy a copiar en clase porque me engaño fundamentalmente a mí mismo, no voy a dejarme el último bocado de la cena porque no soy un niño caprichoso…, no, no, y no. ¡Cuántas oportunidades tienen nuestros hijos para negarse a sí mismos cada día y crecer como hombres y mujeres fuertes!
Aquí retomo las palabras de Sonnenfeld, cuando nos recordaba que ya Sócrates, mediante su arte mayéutico, explicaba a los padres y madres que la educación consiste más en sacar que en introducir; es decir, que el conocimiento, la verdad, se encuentra de manera natural en el alma de cada persona y es misión de los progenitores ayudar a los hijos a descubrirlo.
Ayer mismo, en otra aleccionadora conferencia impartida esta vez por Monseñor Munilla, Obispo de San Sebastián, se nos habló de la importancia de “La educación cristiana de la afectividad”, recordándonos que la crisis actual es una crisis moral, de una sociedad que lo tiene todo tan fácil que las personas se incapacitan para ejercitar las virtudes, pues éstas sólo se adquieren cuando nos acostumbramos a remar contracorriente (a decirnos NO a nosotros mismos). Munilla finalizó asegurando que el hombre no es un “inventor”, sino un descubridor (volvemos al arte mayéutico) de los planes concretos que Dios tiene pensados desde toda la eternidad para cada uno de nosotros. Seamos buenos guías de nuestros hijos, vamos a acompañarles en su trayectoria vital para que sean ciudadanos que dejen poso a su alrededor y para esto tendremos que enseñarles desde bien chiquitines a decir NO.