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Lo que no se habla en familia: el impacto de los secretos en los vínculos familiares

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Secretismo, negación, mutismo, incógnitas. Los secretos pueden ser saludables, alzándose como una forma de distinguir los límites entre padres e hijos o de promover el vínculo entre algunos miembros de la familia. Pero, en otras ocasiones, el ocultamiento genera un estado incómodo de negación y silencio que queda entretejido en muchas de las dinámicas familiares. El ocultamiento, por regla general, se asocia con una menor satisfacción y compromiso en la relación, reduciendo la confianza e incrementando el conflicto.

Guardar un secreto puede ser estresante y tener consecuencias en el bienestar físico y psicológico de la persona que lo guarda. Asimismo, impacta en la vida de aquellos que quedan excluidos. Su repercusión se extiende más allá afectando también a la relación entre el sujeto que conoce la información reservada y el potencial receptor. Lo que afecta a un miembro de la familia repercute también en los demás.

Esto no quiere decir que deba transmitirse todo. Existen secretos con un impacto positivo en el vínculo. Dentro del sistema familiar los secretos pueden ayudar tanto a fortalecer relaciones como a crear barreras y coaliciones. Es importante poner sobre la mesa la relevancia de salvaguardar la intimidad de todos los miembros de la familia.

Partimos de la base de que, como expone el primer axioma de la comunicación, es imposible no comunicar. Todo es comunicación: el silencio, la conducta, el lenguaje no verbal… Es importante tener en cuenta y poder transmitir a los hijos que no verbalizar algo no significa que desaparezca.

Con frecuencia los sucesos que en una familia se silencian tienen que ver con acontecimientos estresantes o traumáticos. Sin embargo, que no sea expresado verbalmente no impide que el suceso esté presente en la familia a través de comportamientos o actitudes. El mantenimiento y la manera de vivir los secretos dependerá de factores como el entorno sociocultural, la moral o la religión.

Tipos de secretos familiares

Podemos distinguir varios tipos de secretos. Saber diferenciar unos de otros puede ser de ayuda a la hora de discernir entre ocultarlos o desvelarlos. De acuerdo con Imber-Black (1999), podríamos clasificarlos de la siguiente manera:

Secretos placenteros. Perduran de manera limitada en el tiempo y tienen como objetivo la diversión y la sorpresa. Su revelación a menudo brinda una visión positiva de la persona o la relación. Un ejemplo sería cuando dos hermanos preparan una fiesta sorpresa a sus padres para celebrar su aniversario.

Secretos esenciales. Se reconocen de esta manera porque son necesarios para el establecimiento de límites en las relaciones. Conceden sentimiento de pertenencia. Se trata, por ejemplo, de secretos como los existentes entre los cónyuges, que denotan una confianza y conocimiento por encima de otras personas. O aquello que un hermano confía al otro sin hacer partícipes a sus padres (como haber roto una pieza de la vajilla). Quebrar este tipo de secretos se podría considerar una traición.

Secretos nocivos. Aquellos que diezman nuestras relaciones y enturbian la propia imagen de la persona. Se trata de historias clave de la familia que pueden llevar silenciadas varias generaciones o unas pocas semanas. Estos secretos abruman a sus conocedores y confunden a los que no tienen acceso a ellos alterando la capacidad de toma de decisiones, la temática de las conversaciones, las percepciones y el bienestar emocional.

Presentir un secreto sin tener una confirmación de su veracidad puede hacernos dudar de nosotros mismos. Pero, visto desde la otra perspectiva, ser conocedor de un secreto y no transmitirlo lleva a un estado de inquietud donde fácilmente uno empieza a dudar de las relaciones de los otros para con uno mismo. «¿Dejarán de quererme mis padres si supieran que copié para obtener el nueve del que tan orgullosos están?». Los secretos tienden a generar efectos nocivos en el vínculo cuando se trata de información negativa que suscita malestar en el poseedor de la información.

Secretos peligrosos. Suponen para la persona un riesgo inminente. A diferencia de los secretos nocivos, este tipo de información requiere de una acción rápida. Por ejemplo, el caso de un maltrato físico, abuso sexual o planes para cometer un suicidio.

Con frecuencia la razón para mantener un secreto es levantarlo como medio de protección ante la percepción de una vulnerabilidad propia que no se quiere compartir. Puede ser una barrera ante una alteración de la imagen familiar, un abandono, una pérdida de autoridad…

En las personas conocedoras del secreto pueden desarrollarse distintas actitudes que van desde la responsabilidad, el poder, o la ilusión, a la angustia, la actitud protectora, la vergüenza, el agobio o el miedo. Por su parte, aquellos excluidos del secreto pueden desarrollar sentimientos de inseguridad, soledad, culpabilidad o desconfianza. El efecto de un secreto puede durar mucho en el tiempo e incluso transmitirse de generación en generación.

Sin embargo, es importante no querer transmitir todo ni querer hacerlo ipso facto, sin medir los tiempos. La revelación de un secreto es un asunto delicado. Es fundamental cuidar el cómo y el cuándo se desvela un secreto. Asimismo, se tener en consideración aspectos como la relación entre el emisor y receptor, o la madurez del receptor para asimilar la información adaptándola si fuera necesario.

Dado que el grado en que uno guarda secretos depende de la calidad de su relación con las demás personas del sistema, para que los hijos tengan confianza en sus padres es importante que sientan que pueden apoyarse en ellos. Cuando los hijos se sienten escuchados y respetados crece un círculo virtuoso donde también ellos pueden escuchar y respetar a sus padres siguiendo su ejemplo. De esta manera podremos disminuir el impacto negativo que determinados secretos puedan causar en las relaciones entre los miembros de la familia.

Cinta Gimeno Calvo. Psicóloga general sanitaria de Psicólogos Pozuelo

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