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¿Por qué es nefasto decirle a tu hijo que no sea tímido?

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«Hijo, ¡pero no seas tan tímido! Venga, vete a jugar con otros niños». Este comentario es nefasto. Nunca debemos forzar a nuestros hijos a vencer su timidez. Por el contrario, debemos estimularle con refuerzos educativos positivos para que adquiera seguridad con los demás y consigo mismo.

En la primera infancia, la timidez es frecuente y normal. Poco a poco se va superando el problema, aunque pueden volver a aparecer episodios, especialmente cuando el niño debe enfrentarse a situaciones nuevas o desconocidas.

¿Qué es la timidez?

La timidez no es otra cosa que ansiedad o miedo ante situaciones sociales. Los niños tímidos se caracterizan por sentir un conflicto interior cuando se está en presencia de extraños, tanto adultos como otros niños, o se es objeto de atención.

El niño tímido se diferencia de otros niños inseguros en que sí desea el contacto social, pero no sabe de que manera reaccionar y le provoca ansiedad. Esta fuente de ansiedad le lleva a menudo a rehuir situaciones sociales, acentuando más la timidez y llegando en ocasiones a adquirir un carácter crónico.

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Cómo reaccionan los niños tímidos en situaciones sociales

1. Conflicto interior. Los niños tímidos expresan esa ansiedad y su conflicto interior a través de comportamientos tales como mantener la distancia, evitar el contacto visual, huir, cerrar los ojos, inmovilidad…

2. Busca refugio en su madre. Ante la presencia de personas extrañas, buscan siempre refugio en su madre, se esconden detrás de ella y se niegan a contestar a cualquier pregunta.

3. Ante desconocidos. Cuando se encuentran ante desconocidos, o en un grupo numeroso de personas, pierden facultades, no saben qué hacer, intentan pasar desapercibidos, no saben qué decir, todo les sale mal. Se sienten bloqueados e incapaces de comportarse de forma relajada y natural. Cuando son demasiado tímidos, expresarán su temor a las relaciones sociales incluso por adelantado, tratando llorosamente de evitarlas.

4. Problemas somáticos. No les gusta salir, tienen dificultades para hacer amigos y cuando deben relacionarse con otros niños a los que conoce poco, pueden presentar problemas somáticos como dolores abdominales, lloros, tendencia a aferrarse a sus padres…

5. Con personas conocidas. No obstante, los niños tímidos, a diferencia de niños con otros problemas sociales, son capaces de relacionarse de forma satisfactoria y disfrutar del trato con los demás cuando se encuentran en ambientes y con personas conocidas (primos, hermanos etc..)

Etapa egocéntrica hasta los tres años

Algunos expertos señalan que en niños hasta los dos o tres años, la timidez es considerada como parte de su desarrollo. Lo que más bien ocurre, es que hasta los tres años, viven inmersos en la etapa del egocentrismo. Por tanto, aunque están con otros niños, no se relacionan efectivamente con ellos. Es a partir de los tres años cuando realmente comienza la interacción con los iguales.

A partir de esta edad, el desarrollo cognitivo del niño va a permitirle progresivamente tener en cuenta el punto de vista del otro, captar y sintonizar con los sentimientos de los demás etc., habilidades que van a ser requisitos fundamentales para una buena interacción social.

¿Cuándo debe preocuparnos su timidez?

Debemos preocuparnos cuando la timidez impide que el niño desarrolle normalmente sus actividades. Cuando a pesar del transcurso del tiempo, por ejemplo transcurrido un mes del inicio del colegio, el niño no logra adaptarse a las nuevas situaciones o los nuevos compañeros.

También tenemos que buscar soluciones cuando la timidez del niño interfiere significativamente en las relaciones sociales y el rendimiento escolar, manifestándose a través de llanto repetido, falta de lenguaje espontáneo, huida de la situación, trastornos somáticos, tendencia a ocultarse…

La timidez, ¿se hereda o se aprende de los padres?

Una de las más destacadas autoridades en el estudio de la personalidad H.J. Eysenck, sostiene la hipótesis de que existe una conexión causal entre las funciones biológicas del cerebro y las dimensiones básicas de la personalidad, es decir, que las diferencias entre extroversión e introversión parecen tener una base biológica.

Sin embargo, si bien existe una contribución genética, ésta no impide que mediante el aprendizaje, los estímulos y una serie refuerzos educativos positivos, el niño logre salir de su timidez y adquiera seguridad con los demás y consigo mismo.

Por otro lado, no debemos olvidar que algunos factores, entre ellos nuestro comportamiento como padres, contribuyen más al desarrollo de esa inseguridad. Estos son algunos ejemplos:

– Menosprecio y desvalorización frecuente por parte de los padres del comportamiento del niño.

– Inseguridad y temor a no ser querido: puede darse cuando los padres son muy impacientes, irritables…

– Padres extremadamente rígidos, críticos y sobrexigentes: incapacidad para responder a lo que los padres esperan de él.

Padres sobreprotectores: transmiten sus miedos al niño.

– Padres muy extrovertidos que fuerzan mucho al niño a ser de una determinada forma no paran de repetir al niño cómo les gustaría a ellos que fuera.

– Escasa sociabilidad de los padres: no tienen amigos, son a su vez tímidos, rehuyen las relaciones sociales…

– Primeras experiencias con los iguales negativas.

En cualquier caso, el apoyo de los padres es fundamental para ayudar a un niño a vencer su timidez. Forzarle a comunicarse cuando no sabe cómo hacerlo, le hará sentir más inseguro y recrudecerá la situación. Los refuerzos educativos positivos le ayudarán a aumentar su seguridad en si mismo y como consecuencia su timidez.

Teresa Artola. Doctora en Psicología.
Asesoramiento: Belén Arsuaga, subdirectora de Educación Infantil.

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