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Mindfulness… o cómo concentrarse en el presente

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Este anglicismo que ha venido a colarse en nuestras vidas ya existía en nuestra cultura desde épocas ancestrales. Nuestras abuelas lo llamaban «estate a lo que estás», es decir, concentrarse en lo que nos toca hacer para vivirlo en plenitud y no poner la cabeza permanentemente en los obstáculos que quedan por venir.

El genial escritor Michael Ende describe con maestría en su gran obra Momo una escena que muestra a la perfección cómo influye en nuestro estado de ánimo el poder de concentración. El protagonista es Beppo Barrendero y su filosofía de vida resume el moderno concepto de ‘mindfulness’ a la perfección. Beppo explica a Momo que, si tiene que barrer una calle larguísima y se obsesiona por correr, «cada vez que levantas la vista, ves que la calle no se hace más corta. Y te esfuerzas más todavía, empiezas a tener miedo, al final estás sin aliento y la calle sigue estando por delante. Así no se debe hacer».

El verdadero sentido del trabajo es centrarse en lo que se tiene que hacer en ese momento, «nunca se ha de pensar en toda la calle de una vez», porque entonces llega la angustia y con angustia no se trabaja bien.

Si nos concentramos en lo que tenemos que hacer en ese momento, «entonces es divertido; eso es importante, porque entonces se hace bien la tarea. Y así ha de ser. De repente se da uno cuenta de que, paso a paso, se ha barrido toda la calle. Uno no se da cuenta de cómo ha sido, y no se está sin aliento».

Centrarnos en lo que estamos haciendo

Buena parte de la angustia que acucia a tantos padres en la actualidad viene dada por esta incapacidad moderna para concentrarnos en lo que estamos haciendo en cada momento. Las razones son diversas: exceso de responsabilidades propiciado por la necesidad de compaginar trabajos exigentes con horarios familiares demandantes, estilos de vida que nos hacen sentir obligados a cumplir con determinados estándares y el negativo fenómeno de la multitarea asociado a las nuevas tecnologías.

Todo esto provoca que tengamos poca serenidad. Es decir, nuestro tiempo, ya de por sí muy compartimentado por la cantidad de tareas que tenemos que llevar a cabo en ámbitos variados, se ve, también, fragmentado por la permanente incursión de unas tareas en otras.

Pensamos más en lo que nos queda por delante que en lo que podemos hacer ahora.

La capacidad para mejorar en el empleo riguroso del tiempo exige un esfuerzo por nuestra parte para centrar la atención en cada momento en lo que tenemos entre manos y borrar de la mente aquello de lo que nos ocuparemos después. Los especialistas demuestran cómo elaborar tareas de una en una evita que entremos en procesos de ansiedad.

La razón es sencilla: una tarea bien concluida supone un refuerzo de nuestra alegría y autoestima. Muchas tareas empezadas o mal concluidas nos sumen en un mayor estrés.

Victoria Molina

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