Interpretar los datos que conocemos de la memoria no es nada fácil; imaginemos a alguien intentando saber cómo funciona un motor cerrado a partir de los ruidos que resuenan en sus diferentes secciones. La memoria es una de las capacidades de nuestra inteligencia más desconocidas. Aunque la usamos continuamente, sus posibilidades pueden llegar a ser increíbles.
Hasta la llegada de las últimas técnicas, sólo podían hacerse deducciones a partir de las lesiones: un herido de guerra en el costado izquierdo de la cabeza, que perdía el uso del habla; o casos como el del escritor Raymond Aron que contaba cómo tras una embolia cerebral, olvidó prácticamente el alemán, que hablaba, leía y escribía desde los 20 años, mientras que conservó perfectamente el inglés, que había adquirido mucho más tarde.
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Tipos de memoria
Hay varios tipos de memoria: la memoria inmediata (que es en la que se nos queda sin esfuerzo unas pocas palabras, dónde hemos dejado unas llaves… por alguno segundos), la memoria de trabajo (que es la que usamos para multiplicar mentalmente unos números, o mientras desentrañamos una adivinanza), la memoria de medio plazo (los días –o incluso meses- en que permanecen en nuestra cabeza datos o hechos no especialmente relevantes) y la memoria de largo plazo, que es la que nos mantiene al tanto no sólo de qué hicimos una determinada tarde hace 20 años, sino de cuestiones más importantes, como quienes somos, quién es nuestra familia, o a qué nos dedicamos.
Pero además, existen otros tipos de memoria. Una, que traemos con nosotros al nacer (la que hace que cualquier potrillo recién nacido sepa caminar y buscar su comida), una memoria corporal (que nos hace nada o montar en bicicleta años después de haber aprendido), una memoria de palabras o números, una memoria de hechos, otra especializada en imágenes… o incluso una memoria para las caras de las personas.
El olvido es tan importante como recordar
Tan importante como la memoria es el olvido: recordar todas y cada una de nuestras acciones, y de las ajenas, todos y cada uno de los días de nuestra vida, llevaría a una masa de datos inútiles. Son las relaciones entre neuronas, los circuitos que se crean a través de sus prolongaciones o sinapsis, las auténticas responsables del almacenamiento. Los circuitos poco utilizados tienden a desaparecer, mientras que el uso frecuente consolida la existencia de otros.
Las palabras contribuyen a organizar la mente
Los niños aprenden palabras a gran velocidad que se quedan en la memoria permanente, de modo que el vocabulario de un adulto puede oscilar entre las 20.000 y las 100.000 palabras. Otra cosa es recordar de inmediato palabras determinadas, almacenadas en nuestra memoria de corto plazo.
Los objetos físicos, sobre todo cuando tienen asociada una imagen visual clara, son mucho más fáciles de recordar que los nombres abstractos. Además, la información estructurada siempre se retiene con más facilidad. Una consecuencia: la riqueza de conocimientos y de vocabulario contribuye a organizar más el universo mental.
José Antonio Millán
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