El «síndrome de la chica buena», un fenómeno psicológico que afecta a muchas personas, especialmente a mujeres, quienes se sienten constantemente presionadas a complacer a los demás, a costa de descuidar sus propias necesidades y deseos. En esta entrevista, la psicóloga Marta Martínez Novoa, autora del libro El síndrome de la chica buena (Zenith), ofrece un enfoque comprensivo y práctico para enfrentarse a este problema y priorizar el bienestar personal.
Martínez Novoa identifica con el síndrome de la chica buena, la dificultad para establecer límites y la incapacidad para expresar emociones auténticas. Además, analiza los diferentes tipos de silencio que pueden surgir como resultado de este síndrome, destacando tanto los sumisos como los castigadores. Este síndrome también está relacionado con otros conceptos psicológicos como la indefensión aprendida, el desplazamiento de la ira y el refuerzo intermitente, que perpetúan el comportamiento de la chica buena.
El síndrome de la chica buena
¿Cómo crees que ha afectado el síndrome de la chica buena a la mujer a lo largo del tiempo?
Básicamente a través de la permanencia a nivel social, en nuestro imaginario colectivo, de determinados estándares muy rígidos y estáticos acerca de lo que es y no es una «chica buena». De este modo, hemos entendido que una mujer solo es buena cuando es complaciente, frágil, sumisa, muy correcta, inhibida, contenida, etc., lo cual no deja espacio para numerosos elementos que son centrales para construir una autoestima fuerte como son: poner límites, permitirse equivocarse, disfrutar de los deseos y no solo centrarse en las obligaciones, autocuidarse y no solo cuidar a otros, etc.
¿Crees que nos estamos liberando de este síndrome en la actualidad a medida que avanzamos en libertades?
Por desgracia, creo que para nada. Es cierto que se ha avanzado mucho en cuanto a libertades, pero no en cuanto a libertad de ser, aunque eso resulte incómodo a otras personas.
Sigue resultando incómodo escuchar un «no» por respuesta a algo que pides, sigue resultando incómodo ver llorar a alguien delante de uno mostrando su vulnerabilidad…
…sigue resultando incómodo en muchas ocasiones aceptar los límites sanos de los demás, y también resulta incómodo que las personas de nuestro entorno que siempre se responsabilizaron de todo, incluso de lo que no tenían obligación, empiecen a priorizarse más, lo que conlleva que otras personas comiencen a asumir responsabilidades que antes no asumían. Cuando entendamos como sociedad, no solo a nivel teórico, que tenemos derecho a decir no y que es importante también aceptar los de los demás sin vivirlo como un ataque, habremos avanzado un poquito más. De momento, estamos en la era de la hipercorrección y la cancelación, así como de mostrar «vidas perfectas» en las redes sociales, y eso es un caldo de cultivo que, a priori, no ayuda demasiado a desprendernos de las falsas exigencias de bondad (entendida como sumisión), sino a aumentar nuestra exigencia y la preocupación por la imagen que damos. Pero no todo es malo, afortunadamente, a nivel individual y en nuestro entorno cercano hay mucho que podemos ir haciendo para desprendernos del síndrome, por eso he escrito este libro.
¿Existen diferencias de género en la manifestación del síndrome de la chica buena y por qué?
Todos los estereotipos asociados a lo femenino tienen que ver con: el cuidado, fragilidad, dulzura, complacencia, corrección, etc. Características que justamente definen muchos de los puntos centrales del síndrome de la chica buena, y es por esto que se da mucho más en mujeres. No obstante, también se da en algunos hombres, según mi experiencia en consulta, suele darse en hombres que han tenido o tienen un papel «feminizado» en su entorno cercano, por ejemplo: que hayan sido cuidadores principales de algún familiar, que hayan reforzado mucho la contención en lugar de la expresión en su casa, etc.
¿Cómo puede afectar el síndrome de la chica buena a la salud mental y emocional de una persona?
Principalmente en que será personaje secundario de su propia vida en lugar de protagonista. Esto quiere decir que las personas con síndrome de la chica buena no se escuchan a sí mismas, por tanto, no piden, solo están pendientes de lo que necesitan los demás, para sentirse válidas a través de este cuidado. Esto desemboca en una autoestima muy frágil y en que sea más probable que establezca relaciones asimétricas que terminen resultando muy insatisfactorias y, en algunos casos, incluso abusivas.
¿Qué papel desempeña la familia y los modelos de comportamiento adquiridos en la infancia en el desarrollo del síndrome de la chica buena?
Primero de todo, es importante destacar que nuestros padres y nosotros como padres y madres lo hacemos lo mejor que sabemos con lo que podemos.
Entender lo que ocurrió en nuestra familia ni es culpar ni es justificar nada, es poder entender nuestro pasado para que nos ayude a trabajarnos y estar mejor en nuestro presente.
La sobre exigencia de los referentes principales de las criaturas en su infancia: ya sea una sobre exigencia hacia los logros que consiguen y el valor que se les da, hacia a dar buena imagen, hacia a conseguir lo que sus progenitores no consiguieron como una manera inconsciente de sus padres de cubrir sus carencias, la propia autoexigencia de los padres que las criaturas terminan siguiendo como modelo, etc. Todo ello, construye un modelo de comportamiento y unas expectativas sobre las criaturas sobre quiénes deben ser y qué espera el mundo de ellas.
¿Qué impacto puede tener el síndrome de la chica buena en las relaciones personales y profesionales?
En las personales, influye de manera que la persona con síndrome de la chica buena siempre se queda en segundo plano, porque no habla de sus necesidades, no pone límites, se adapta siempre a todo… Con lo cual, es habitual que se generen relaciones de codependencia y dependencia emocional; con asimetrías de poder desde la idealización al otro o incluso sufriendo manipulación, relaciones con poco compromiso; o relaciones con una gran tendencia al conflicto que, paradójicamente tiene que ver con la evitación activa del conflicto y de conectar con su ira que suelen llevar a cabo muchas personas con síndrome de la chica buena por miedo al rechazo o abandono, pero que las lleva a explosiones de ira o comportamientos pasivo-agresivos por estar tanto tiempo reprimiendo sus emociones y necesidades.
¿Existe una relación entre el síndrome de la chica buena y otros trastornos psicológicos, como la ansiedad o la depresión?
Aunque el síndrome de la chica buena no es una enfermedad, sino un patrón estable de relación y comportamiento con una misma y los demás, sí que puede relacionarse a veces con cuadros depresivos o de ansiedad, los cuales suelen tener que ver con la represión continuada de otras emociones, la hiperalerta constante por percibir que se espera de ellas y sobreadaptarse a ello, la sensación de inutilidad, vacío e insatisfacción vital que tiene que ver con no conectar con ellas mismas, etc.
¿Cómo pueden los amigos, familiares y profesionales de la salud ayudar a una persona que experimenta el síndrome de la chica buena?
Tratando de favorecerle un espacio seguro donde puedan ser ellas mismas, priorizarse, equivocarse, etc. Y, aunque parezca obvio, responsabilizándose de lo que les toca a ellos y no cargarlo inconscientemente en la persona con síndrome de la chica buena que es quien siempre se muestra servicial, correcta, amable… Esto ayudará a reducir su carga mental y a favorecer darse más espacio a sí misma.
¿Cuál es la diferencia entre ser amable y compasivo y caer en el patrón del síndrome de la chica buena?
En que no te olvides de ti por el camino. Puedes ser amable, compasiva y atenta con los demás y siéndolo contigo misma al mismo tiempo. Para ello, es importante que atendamos a si estamos dando tanto a los demás que vivimos completamente agotadas, a que dar no nos implique siempre descuidar lo nuestro, a no hacer cosas en contra de nuestros valores y a no ceder antes chantajes.
¿Qué recomendaciones puedes dar para superar el síndrome de la chica buena?
Lo primero de todo, dejar algo de tiempo para «no hacer nada» aunque sean 15 minutos al día. Esto nos ayuda a fomentar la autoescucha y conectar realmente con quiénes somos y qué necesitamos. Para ello, puede ser interesante hacernos preguntas: ¿me gusta mi día a día?, ¿qué me preocupa ahora mismo?, ¿hay algo que falte en mi vida?, ¿hay algo que sobre? Parece algo obvio pero este acto tan sencillo nos ayuda a dar el primer paso para empezar a darnos espacio en nuestra propia vida. A continuación, tendremos que trabajar nuestra autoestima, comunicación para saber pedir y regular lo que damos, el autocuidado, aprender a «quedar mal» con otros para «quedar bien» con nosotras mismas, etc.
Marisol Nuevo Espín
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