Todos queremos que nos pasen cosas buenas y Marian Rojas-Estapé nos descubre en su nuevo libro, Cómo hacer que te pasen cosas buenas, el poder que tiene nuestra mente y nuestra actitud para alejar el drama y atraer a la suerte. Licenciada en Medicina, Cirugía, y especialista en Psiquiatría, nuestra entrevistada trabaja en el Instituto Español de Investigaciones Psiquiátricas, donde se centra especialmente en aquellas personas con problemas de ansiedad y depresión, y en la gestión de las emociones. De ahí que nos transmita el mensaje de que la felicidad depende del sentido que le demos a nuestra vida.
Cómo hacer que te pasen cosas buenas
¿Cómo surge la idea de este libro?
La primera conferencia que subí de hace cuatro o cinco años que se llama Ser feliz, cómo gestionar las emociones, y de ahí sale el libro, porque empezaron a pedir esa conferencia por todo el mundo. También porque empiezo a darme cuenta de que hay gente que tiene mucha suerte en la vida y a otra a la que siempre le va fatal. Y me digo, ¿existe la suerte? Como psiquiatra, llevo diez años escuchando vidas de mucha gente te das cuenta que hay gente que piensas “qué drama de vida, qué pena, todo le sale mal” y otra gente que la escuchas y dices “qué suerte”. Y, ¿por qué? ¿Cuáles son las variables? Y empiezo a investigar el cerebro y a estudiar acerca de la felicidad, las emociones… De ahí que el título del libro sea Cómo hacer que te pasen cosas buenas. En el fondo no es cómo ser feliz, porque la felicidad es un resultado, es aprender a vivir con cierto equilibrio en la vida.
¿Qué actitudes son fundamentales para propiciar que nos pasen cosas buenas?
Para que nos pasen cosas buenas, lo primero, necesitamos desearlo desde lo más profundo. Hay que utilizar la pasión para enfocarnos en lo que más nos gusta. A todos en esta vida nos pueden suceder cosas maravillosas, pero tenemos que quererlo. Y tenemos que activar la zona en nuestro cerebro que nos permite ver esas cosas maravillosas que suceden.
¿Cuál es el primer paso para poder mejorar nuestra vida?
Con tan solo pequeños pasos, el estado de ánimo se activa y, cuando esto ocurre, mi interpretación de la realidad es mejor. Porque, como sabemos, la felicidad es claramente subjetiva y depende de cómo interpreto mi realidad. Y esa interpretación, esas gafas o mi manera de verlo, dependen de cómo se encuentra mi estado de ánimo y, si yo puedo modificarlo, transformo mi actitud.
¿Qué objetivos debemos perseguir para intentar ser felices? ¿Qué ahoga esa felicidad?
La felicidad depende del sentido que le damos a nuestra vida y, en una sociedad que ha perdido el sentido, que ha perdido el rumbo, tendemos a sustituir sentido por sensaciones. Sensaciones que, de por sí, no son malas, como son la comida, el vino, los masajes, la sexualidad. Pero que se convierten en algo negativo cuando sustituyen al verdadero sentido de la vida. Y la felicidad al final no es lo que nos pasa, sino cómo interpretamos lo que nos pasa. Depende de la capacidad que tiene cada uno de conectar, de observar y de analizar su realidad. La felicidad consiste en vivir instalado de forma sana y equilibrada en el presente, habiendo superado las heridas del pasado y mirando con ilusión al futuro.
¿Qué consecuencias tiene vivir preocupados constantemente? ¿Cómo podemos contrarrestar las preocupaciones cuando los problemas no se disipan?R. Para gestionar nuestras emociones, lo primero que hace falta es conocernos, saber cómo somos, cómo reaccionamos ante ciertas circunstancias, ante ciertas personas… Y conocer cómo funciona nuestra mente y nuestro cuerpo. Saber que hay cosas que no nos afectan y otras que nos afectan mucho.
El 90% de las cosas que nos preocupan, nunca jamás suceden. Pero nuestro cuerpo y nuestra mente lo viven como si fueran reales»
Como segundo punto, tras conocerse, hace falta identificar la emoción, ponerle un nombre: esto es ira, esto es asco, esto es enfado, esto es alegría, esto es decepción, esto es frustración. Porque si no hay mucha gente que se piensa que todo es depresión, que todo es estrés. Cuando podemos identificarlo, somos capaces de diluirlo de forma mucho más rápida. El tercer punto es ser asertivo, expresar lo que uno siente, no ahogarse en la emoción. No significa decir todo lo que se nos pasa por la cabeza, ni ser agresivos, sino ser capaces de expresar lo que sentimos. El cuarto, no tener miedo de convertirnos en nuestra mejor versión. Porque el que anula sus emociones se convierte en una persona apagada y, por lo tanto, nunca sacará su mejor versión. Y el quinto, ser capaces de poner límites al efecto que ejercen los demás, o las demás circunstancias, en nosotros mismos.
¿Cuál es el poder real de las emociones? ¿Cómo pueden afectar a la salud si ahogamos lo que sentimos?
Las emociones son la respuesta que ofrece el cuerpo ante lo que sentimos y hay que saber expresarlas. No significa que hay que ser una persona que es un surtidor constante de sentimientos a su alrededor. Pero hoy sabemos que el que anula sus emociones, enferma; el que tiende a guardárselo todo, enferma. Existen varios tipos de personas: si alguien viene y dice «tu chaqueta es horrorosa», yo tengo varias maneras de reaccionar. La primera es echarme a llorar, la segunda es responder «tú eres horroroso, eres peor que la chaqueta»; la tercera es quedarme con ello en la cabeza y pensar «a mí esta chaqueta me gustaba, con lo bonita que es». Y la cuarta es contestar, de forma sana, «pues a mí me encanta». Cada una de ellas tiene un impacto completamente diferente en cada célula del cuerpo y en el cerebro.
Me gusta hablar del impemeable psicológico: hay cosas que nos tienen que resbalar, que no pueden influirnos tanto, no podemos ser un corazón en carne vivida, que todo tenga un impacto brutal que nos altere profundamente»
¿Cómo evitar pensar en el pasado o bien dejar de obsesionarnos por el futuro para mejorar nuestro estado de ánimo?
Nuestra única capacidad de actuación es sobre el hoy y el ahora. Uno de los principales problemas que está asaltando al siglo XXI es la necesidad constante de controlarlo todo y el control no es más que necesitar que las cosas sean perfectas en el futuro. Mi angustia actual sobre ese control sobre el futuro, tiene capacidad de provocar una perturbación en las células, en la mente, en el organismo, en el alma. Es tal la acumulación de información, de estrés, que tiene el cerebro que se va desconectando de cosas del presente para sobrevivir. El que triunfa hoy en día es aquel capaz de captar su presente, disfrutarlo, gestionarlo de forma sana y conectar con su realidad, la que tiene, cada vez que puede. Por eso, hay que ser maestros de nuestra atención, esta es nuestra ventana con la realidad,con nuestro presente y hemos de educar la voluntad. Con la voluntad educada, podemos tener la atención controlada y gestionada y conectar de forma más sana con nuestro presente.
¿Cuáles son las claves para ser la mejor versión de nosotros mismos?
La mejor versión de uno mismo consiste en los conocimientos: hay que saber, hay que estudiar. Decía Luis Pasteur que «la suerte favorece a la mente preparada»; formarse, saber lo que a uno le gusta. También cuentan las habilidades, la voluntad, el orden, la constancia* Es decir, es fundamental tener eso ejercitado en nuestro comportamiento. Después viene el proyecto de vida. El que no sabe lo que quiere, no puede ser feliz. Y todo ello multiplicado por pasión, porque todo se incrementa, mejora, iluminamos a nuestro alrededor.
¿Estos elementos son fundamentales?
Así es, porque, ¿qué pasa si no hay conocimientos? No hay nada peor que un tonto motivado. ¿Qué pasa si no hay habilidades, si no hay orden, si no hay constancia? Lo que sucede es que tenemos la idea, tenemos la pasión, empezamos con mucha ilusión, pero si no hay habilidades, si no hay orden, si no hay perseverancia, eso se diluye al poco tiempo. ¿Qué pasa si no hay proyecto de vida? Que somos esclavos de lo inmediato. Si no hay pasión, tendremos una vida light, descafeinada, y una vida que no consigue contagiar al de enfrente.
¿Todo consiste en una ecuación?
Realizar una ecuación para ser más feliz, o tener un equilibrio, sería llegar a un reduccionismo. Pero hoy en día existen componentes que sabemos que unidos en una ecuación nos ayudarán a sacar la mejor versión que cada uno sabemos que llevamos dentro. Todos tenemos fortalezas y defectos y estos últimos no tienen por qué hundirnos si somos capaces de potenciarlos con nuestras fortalezas. Todos tenemos una vocación en la vida, por pequeña que sea.
Marisol Nuevo Espín
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