Psicóloga y Máster en Psicología pedagógica, María Jesús Álava Reyes lleva más de 30 años trabajando en la psicología clínica y educativa. Está especializada en ansiedad, depresión, felicidad, resolución de conflictos y desarrollo de habilidades. En 2017 recibió el Premio a la mejor labor de divulgación de la psicología.
Su trayectoria como escritora es larga. En el año 2007 uno de sus libros, La Inutilidad del sufrimiento, vendió más de 500.000 copias y ahora acaba de explotar su gancho en Twitter (su cuenta tiene más de 45.000 seguidores) sacando al mercado un nuevo lanzamiento editorial, Saca partido a tu vida, un libro escrito a base tuits.
Ayudando a otras personas a través de las redes sociales
P. Tu cuenta de Twitter tiene miles de seguidores diarios, ¿cómo consigue dar con la tecla todos los días para llegar al fondo de las personas?
R. No es complicado porque los tuits que hago son la base de la experiencia de ese día. Trabajo en el ámbito de las empresas, dando formación para selección de personal, pero también el ámbito de la consulta con adultos y adolescentes, y en función de lo que he tratado, veo lo que a la gente le ha podido preocupar más en ese día o qué ha sido para mí lo que más me ha llamado la atención y en base a eso hago los tuits. Hay algunos que pueden ser más generales como la envidia, el amor, la manipulación… pero hay otros muy específicos que los hago en base a experiencias concretas que he podido tener esos días y que sean muy aplicables a muchas personas. Ese es el éxito de la interacción que tienen.
P. ¿Cuál ha sido el tuit de la pandemia de coronavirus?
R. Han sido varios: podemos vencer la soledad, podemos vencer la crispación y, sobre todo, podemos vencer los miedos. Han sido tuits muy positivos, cuyo mensaje depende de la actitud que tengas. Son momentos muy difíciles que te van a poner a prueba, pero son momentos de los que puedes salir si sacas lo mejor que llevas dentro. Han sido muchos tuits diciéndoles cómo poner la mente a su favor en esta lucha tan desigual que hemos tenido.
P. ¿Por qué dices en el libro que la familia puede ser tu mayor fortaleza o tu mayor debilidad?
R. Hay familias que son el pilar fundamental para la persona, que siempre están ahí, que le dan seguridad y apoyo, y que le han dado además unas habilidades y unos recursos ante la vida. Pero hay familias que han sido fuente constante de inestabilidad, e inseguridad. Otras son familias que pueden ser muy manipuladoras o egoístas con sus miembros, o familias que han protegido demasiado a sus hijos en un momento determinado. Esas son las familias que te restan. En esas familias puede haber algún miembro que te llena de inseguridad y de incertidumbre. Lo malo de esos miembros de la familia es que suelen manipular en base a los sentimientos, las emociones y los afectos.
P. Dices que la educación es la antesala de la felicidad, ¿cómo puede hacernos la educación personas felices y auténticamente libres?
R. Ayudándonos a pensar y a reflexionar, para que sus ideas (que a veces vienen impuestas desde fuera) sean suyas. Es decir, la persona es libre cuando tiene libertad de pensamiento y esa libertad se hace desde la razón, desde la reflexión, desde el pensamiento. Por el contrario, cuando eso no existe, cuando la educación no te ha preparado para la vida, te hace ir con muletas y lo ves en cada experiencia, en cada situación que vives.
Las personas, cuya educación no les ha preparado para la vida, tienen un drama y es que son personas tremendamente manipulables.
P. ¿Por qué cree que ser amigo o colega de sus hijos es una de las mayores barbaridades que pueden cometer los padres?
R. Ser colega de nuestros hijos es uno de los mayores errores que podemos cometer como padres. Hay una función que es única e insustituible que es la de ser padres, colegas puede ser cualquiera. Y los chicos lo que necesitan realmente es esa paternidad o esa maternidad, es decir, esa orientación. He visto constantemente en la consulta como muchos hijos le han dicho a sus padres: «es que tú lo hiciste mal», «es que querías ser mi amigo», «es que querías ser mi colega, cuando yo lo que necesitaba es un padre o una madre». Bueno, es uno de los mayores errores y desgraciadamente se sigue cometiendo. Hay gente que confunde ser cercano con los hijos con ser colega. Los chavales necesitan pautas, normas, límites, hábitos… y se las tienes que poner tú como padre o madre. Necesitan un modelo. Amigos van a tener muchos a lo largo de su vida. Intenta estar atento también a qué tipo de amigos tienen porque a veces, las grandes crisis se generan en función de amistades peligrosas, sobre todo, en etapas como la adolescencia. Tú tienes que ser por encima de todo padre o madre. Olvídate de ser colega, lo harías muy mal.
P. La crisis sanitaria ha cambiado la conciencia social sobre la conciliación, ¿qué es lo que subyace bajo ese telón social y qué deberíamos cambiar en la mentalidad de todos?
R. La conciliación es un tema de toda la familia, de todo el entorno, pero desgraciadamente sigue cayendo mucho sobre las madres y esto es una tremenda injusticia, no tiene ninguna razón de ser. Pero no solamente tiene que ser un tema de la pareja en concreto, tiene que ser de los hijos también. En la conciliación tienen que ayudar todos. Hay muchas familias que concilian gracias a los abuelos y a costa de los abuelos, algo que también es una barbaridad. Es decir, los abuelos deben de ser unas personas que están ahí en un momento determinado, en una urgencia, una emergencia, pero los abuelos no deben de sustituirnos en nuestra labor como padres. Ahora, los hijos también pueden aportar mucho. Por ejemplo, cuando me dicen: «es que no le puedo dejar solo ni un segundo porque no se responsabiliza de nada». Esto es algo que tenemos que construir.
La conciliación es un tema de todos, es un tema donde las empresas tienen que intentar facilitar al máximo todos los medios posibles tanto a las madres como a los padres.
Desde los colegios desde los institutos pasa exactamente lo mismo. Hoy en día sigue siendo muy difícil y hay muchísimas personas que ven su carrera profesional constantemente diezmada y muchos hijos que están muy solos. Un dato: hicimos un estudio sobre cerca de 15.000 casos de chicos y chicas que presentaban problemas de conducta importantes. Había un denominador común en más del 90 por ciento de esos chicos y chicas: poco tiempo de padres. La conciliación no se puede construir en base a que los hijos estén sin los padres, ni los padres pueden estar todo el día tapando fuegos con los abuelos, ni las empresas pueden obviar que tienes hijos y no te den ayudas.
P. ¿Es normal tener miedo en tiempos de coronavirus? ¿Por qué hemos desarrollado tanto miedo a lo largo de esta pandemia y qué podemos hacer para superarlo?
R. Es normal e incluso es positivo tener miedo. El miedo es una de las tres funciones básicas que nos permiten mantenernos vivos. Pero, solo cuando realmente tienes que tener miedo. El miedo te posibilita tener defensas y recursos ante una situación potencialmente peligrosa. El problema es cuando pasa a ser un miedo irracional, cuando ya no tiene sentido, cuando te perturba en tu día a día, cuando ya no te atreves a salir y a moverte de casa, cuando no quieres ver absolutamente a nadie… entonces es cuando empieza a ser un miedo patológico que necesita ayuda.
P. ¿Tenemos mucho miedo?
R. Pues depende las capas. La gente mayor que se ha sentido muy vulnerable, sí que tienen miedo. La mayoría de los adultos son razonablemente conscientes de la situación, y sin embargo, muchísimos jóvenes y adolescentes no tienen prácticamente miedo y ese es uno de los grandes dramas porque van a ser vectores de contagio, porque van a hacer una serie de prácticas que van a terminar siendo muy peligrosas. Hemos vivido una pandemia muy edulcorada, no se nos han enseñado las muertes, no se han enseñado a las personas en situaciones dramáticas, no se ha enseñado lo que estaban viviendo en las UCIs, no hemos visto esa realidad de la gente: cómo moría sola, cómo los familiares no les podían acompañar, la tragedia de miles y miles de personas. Entonces, tener miedo ante algo que es un peligro real es positivo, tener un miedo patológico nos condiciona mucho, no tener ningún tipo de prevención es otro de los dramas que tenemos que acometer en estos momentos.
P. ¿Por qué sufrir es inútil y nos hace daño?
R. Hay un sufrimiento inútil, el que no te enseña para la vida, el que no te aporta nada, el que te desgasta, el que te deja sin energías… Pero hay un sufrimiento muy útil, que es cuando tienes una situación muy difícil en tu vida y a partir de ahí aprendes cómo afrontarlo y te quedan recursos para situaciones siguientes. Pero, fijaros, más del 95% de las veces que sufrimos es un sufrimiento inútil, es un sufrimiento injustificado. Nos quejamos porque un compañero no nos hace caso, porque un hijo un día está rebelde, porque nuestra pareja no nos escucha lo suficiente… esos temas cotidianos de la vida. Sufrir, lo que se dice sufrir, es cuando tienes un drama, cuando se te ha muerto alguien, cuando tienes un accidente que ha sido una tragedia… pero la inmensa mayoría de las veces que sufrimos no solamente es inútil, es un desgarre enorme, nos quita energía, no quita posibilidad de dar lo mejor de nosotros mismos en la vida y nos debilita. Hay mucha gente que nos hace sufrir para aprovecharse de nuestro sufrimiento.
P. ¿Cómo detectarlo? ¿Qué podemos hacer y qué recursos tenemos?
R. La mayoría de las veces que alguien nos quiere manipular lo hace a través de nuestra comunicación. Y lo hace intentando que nos sintamos mal. Intentando que creamos que tenemos la obligación de ayudar a esa persona o de hacer directamente lo que nos dicen. Cuando tú sientas desde tu razonamiento lógico, desde tu sentido común, que algo no te suena bien, y pienses qué está ocurriendo aquí, tenemos que encender una alerta y decir, «oye no estarán intentando llevarme donde yo no quiero». Mi consejo es aplicar la lógica porque es una gran defensa en ese momento, y sobre todo, coge distancia emocional. Las personas que más fácilmente te van a poder manipular son aquellas a las que tienes una cierta afinidad o afectividad, pero hay mucha gente que provoca esa afectividad para luego poderse aprovechar. La distancia emocional es lo que te va a permitir actuar con objetividad, responder desde la razón y no desde la emoción. La emoción es muy manipulable.
P. ¿Cómo nos ha afectado tener tanto tiempo libre durante el confinamiento?
R. Nos pasamos la vida quejándonos de que no tenemos tiempo y cuando aparentemente nos cambian un poco las coordenadas, de repente la gente dice «qué hago con tanto tiempo». Un niño que se aburre es un niño que tiene un problema, es un niño que no ha desarrollado la imaginación suficiente. Los niños no necesitan estar constantemente haciendo cosas sugeridas por los adultos. Los niños tienen que ser capaces de desarrollar esa imaginación, de desarrollar ese juego que en un primer momento es un juego simbólico y los adultos tienen que ser capaces de aprovechar esas circunstancias también para pensar, para reflexionar y organizar lo que es su vida. Ha habido personas que se han pasado los días enteros jugando, los adolescentes que se han aislado prácticamente y ha sido como una adicción que han terminado desarrollando muchos, aunque algunos ya la tenían y los padres se han dado cuenta ahora al verles constantemente, y adultos que se han pasado el día tragándose series. Esto es un drama. Cuando una persona no sabe qué hacer con su tiempo, es que tiene muchos vacíos en su vida.
Una persona que realmente está llena de oportunidades, de sugerencias, de pensamientos, de ideas, de sueños… jamás se aburre.
El aburrimiento es un detector que nos indica que tenemos un problema importante que tenemos que solucionar. Y en el día a día, con nuestras personas queridas, si no somos capaces de tener conversaciones estimulantes, motivantes, que nos envuelvan a toda la familia, que nos ayuden, algo está fallando en esa relación, que es muy profundo. Normalmente, decimos que no tenemos tiempo para hablar con los hijos. A los hijos, a pesar de que puedan estar en plena adolescencia, si que les gusta hablar y comunicarse con los padres, lo que pasa que no cuando los padres quieren, en ese momento, o en base a preguntas. Pero sí cuando es un diálogo, mucho más abierto, en el que puedan expresar sus ideas. Repito: aburrimiento es sinónimo de que algo está fallando.
P. La soledad ha sido el gran problema de muchas personas mayores que se han visto aisladas, ¿qué recursos mentales o psicológicos puede dar a esas personas para superar la soledad no deseada?
R. Cuando la soledad es no deseada, puede ser muy dolorosa. Las personas mayores lo sienten especialmente porque se sienten vulnerables, indefensos y sienten que de alguna forma necesitan esa ayuda. Son personas que te dicen «es que yo no tengo autonomía suficiente, es que necesito el contacto con otra gente, es que necesito realmente esa ayuda que me puedan prestar». Siempre digo que hay algo impagable que es aprender a querernos bien y para ello tenemos que ser nuestros mejores amigos. La persona que consigue ser su mejor amigo nunca va a sentir esa soledad. Va a poder sentir de vez en cuando una cierta necesidad de algo, «que me traigan esto, que hagan lo otro…». A esas personas, les diría, que son muchas las posibilidades que te ofrecen las nuevas tecnologías y no se trata de poner a todos los mayores a hacer video conferencia, sino aquello que realmente a ellos les gusta. A muchas personas mayores, les he dicho: «por qué no aprovechas para hacer no ya un diario de esta situación, sino el libro de tu vida. Por qué no, en estos momentos de reflexión, de tranquilidad, no piensas en cómo crees que fue tu niñez, qué es lo que aprendí, cómo fue mi juventud, en qué etapa estoy ahora mismo, qué es lo que me gustaría hacer en la vida, qué pasos puedo dar para lograrlo». En ese momento de reflexión justo, cuando llenas tu mente de objetivos y de propósitos, la soledad inmediatamente desaparece.
P. Hablemos del síndrome de la mujer agotada. ¿Qué hacer cuando me siento muy cansada, tengo niños en casa y tengo que teletrabajar?
R. Cuando la mujer se siente totalmente sobrepasada por la situación, cansada hasta la extenuación, tiene que levantar una voz de alarma y tener claro qué hay que cambiar ciertas pautas en su vida. Lo que está ocurriendo es que está asumiendo mucho más de lo que puede incluso físicamente. ¿Qué tienen que hacer estas mujeres? No seguir rompiéndose, no quitarle horas al descanso ni al sueño porque eso te va a llevar a una crispación y a una insatisfacción permanente. Lo que tenemos que hacer, desde un punto de vista lógico, es decir: «¿cuáles son las tareas que yo estoy haciendo?, ¿cuál es el horario que tengo durante el día? ¿Esto me deja tiempo para descansar, me deja tiempo para disfrutar?» Cuando en una conferencia de más de 500 personas, les pregunto a las mujeres que están ahí ¿cuáles son las que os quedáis al menos con una hora al día para vosotras?, me levantan muy pocas la mano. Cuando esa misma pregunta se la hago a los hombres, la levantan la mayoría. Luego, ¿qué estamos haciendo mal? Lo que estamos haciendo mal es cargarnos algo que es imposible. Cada día la mujer tiene que tener un espacio y un tiempo para reestructurar la vida, organizarla con un principio de justicia. Uno de mis libros, Lo mejor de tu vida eres tú, lo hice muy dirigido a esas mujeres que constantemente se exigen tanto que llegan a una insatisfacción permanente. Eso es lo que no podemos hacer.
P. La convivencia ha sido especialmente difícil para algunas parejas, ¿qué hacer cuando nos parece un perfecto desconocido?
R. Las dificultades de pareja, las dificultades de convivencia han sido una de las grandes consecuencias de la pandemia que estamos atendiendo ahora mismo. ¿Por qué? Porque estamos acostumbrados a compartir poco tiempo juntos, sobre todo, poco tiempo de no vacaciones.
Muchas personas han descubierto a alguien que no creía que existía tras muchas horas de convivencia.
La convivencia siempre es difícil, la convivencia en esas circunstancias ha sido una prueba enorme, y hay que intentar relativizar. Alguien que te parecía fantástico, de repente no es el ser más degradante del mundo. Hay que pensar, ¿hasta dónde estoy siendo justo/a? ¿hasta dónde estoy haciendo un análisis objetivo? ¿hasta dónde es imposible llegar a un acuerdo de convivencia donde realmente nos parezca que nos repartimos las tareas y cosas agradables entre nosotros? La convivencia de por sí es difícil y una vez que se ha pasado el confinamiento no va a haber tantas separaciones como pensábamos entre otras cosas porque la situación socio-económica va a penalizar y va a condicionar mucho. Lo que sí que es verdad es que va a haber muchas personas que nos están diciendo «voy a vivir resignado/a» y yo siempre les digo «eso no es vida, es un desgaste permanente». Tenemos que ver cómo conseguimos unos acuerdos mínimos de convivencia que hagan que la relación y la convivencia no sean un esfuerzo costoso, constante y continúo. Cuando nos sentimos mal o estamos en circunstancias difíciles, es muy normal que echemos la culpa a la persona que tenemos al lado, es tan normal como injusto.
Marisol Nuevo Espín
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