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Ideas para infundir optimismo a los niños de 7 a 12 años

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¿Qué está pasando? Esta pandemia de coronavirus nos está entristeciendo a todos, pero no debemos dejarnos arrastrar. Evitar que las consecuencias negativas de crecer en medio de esta pandemia afecten a nuestros hijos depende de la educación que les demos. 

Entre los 7 y los 12 años, la etapa conocida como la segunda infancia suele ser un período de ilusiones, un momento de felicidad, cuando el niño va descubriéndose a sí mismo (autoconcepto) y tomando conciencia real de cuántas cosas es capaz de hacer, pensar y sentir por sí mismo (autoestima). De experimentar que el esfuerzo merece la pena, que un trabajo que «cuesta» es más gratificante que lo «fácil».

Sin embargo, esto está cambiando. Tanto en las aulas como en las consultas, es posible encontrar a niños tristes, desilusionados, «desmotivados», que ya desde los siete años dicen frases como estas: «¿para qué lo voy a intentar?, a mí esto me sale muy mal», «yo no sirvo para nada» «menudo rollo, esto es muy cansado»…

El pesimismo infantil en época de pandemia

El pesimismo de algunos niños, la baja autoestima, el poco afán de superación, la baja tolerancia a la frustración o la falta de habilidades sociales, suelen estar motivados por diversos factores:

1. Origen físico: una mala alimentación, falta de sueño, deficiencias sensoriales, enfermedades son motivos de peso para el pesimismo. Del mismo modo, pueden darse algunos factores psicológicos que lleven al niño a este estado (determinados rasgos del carácter, desajustes o alteraciones psicológicas…).

2. Origen social: la actual cultura hedonista que solo valora el placer inmediato, el materialismo, el individualismo, la incesante competitividad puede marcar una personalidad aún sin desarrollar.

3. Origen en el propio hogar: más en concreto en el estilo educativo de los padres que se impone a los niños desde muy pequeños (exceso de actividades, de expectativas muy elevadas, poco tiempo al aire libre, soledad…).

4. Factores físicos. Cuando la falta de alegría de los hijos se encuentra determinada por factores físicos, no cabe duda de que hay que acudir con nuestro hijo a su pediatra habitual cuanto antes. Él nos hará las recomendaciones más oportunas (un suplemento vitamínico, ejercicio o, simplemente, unas pruebas específicas para encontrar el origen del problema).

Pero como apuntábamos, el decaimiento de nuestros hijos también puede estar marcado por factores sociales como la crisis sanitaria que estamos viviendo en estos momentos.

El ritmo de vida actual provoca que, en ocasiones, olvidemos que uno de los objetivos más importantes de la educación de nuestros hijos debe ser ayudarles a ser personas felices. Pero con la verdadera felicidad, la que no depende de las cosas (materialismo) o acontecimientos externos, sino la que está dentro de nosotros y nos ayuda a interpretar la realidad cotidiana en clave de optimismo e ilusión.

La felicidad infantil: la cuna del optimismo

Esta situación debe llevarnos a una profunda reflexión sobre los valores que estamos imprimiendo en nuestra familia. Con palabras del profesor Aquilino Polaino: «El estilo permisivo en educación ya ha dado de si todo lo que tenía dentro y sus frutos han sido amargos. Hay que «regresar» a un estilo que no confunda permisividad, dejar hacer y comodidad, con el amor ni con la libertad. La felicidad infantil exige la seguridad del niño, y esta seguridad supone un estilo propio en educación, un estilo que pasa por el empleo equilibrado y adecuado según la edad y personalidad del niño, de la disciplina y la libertad y por la expresión sin medida del amor, de un amor humano que sea, mitad necesaria rigidez y mitad ternura infantil».

Un hogar optimista depende, en parte, de la habilidad de los padres para sacar el máximo partido al tiempo que tenemos para estar con nuestros hijos.

En realidad, lo importante de este tiempo compartido en familia no depende tanto de la cantidad como de la calidad. Entre los 7 y los 12 años lo vivido con los padres, nuestro estilo educativo, son experiencias muy significativas para los niños, que marcan profundamente su talante en el futuro: pesimista/optimista, alegre/triste, introvertido/sociable… 

Cómo conseguir que nuestros hijos sean optimistas

Lo importante es que lo pasemos bien con nuestros hijos, que la relación sea gratificante para todos. Pasarlo bien con ellos y hacérselo pasar bien a ellos. ¿Cómo lo podemos conseguir?

Tiempo de relax en casa

En primer lugar, es fundamental que estemos con nuestros hijos relajados, sin prisas, sin pensar en lo que acabamos de hacer ni las mil cosas que nos quedan por delante.

Tiempo de reír con nuestros hijos

Asimismo, es importante que ideemos actividades para casa, el tiempo de ocio, el fin de semana, que sean placenteras para toda la familia.Esto no significa que tengamos que estar todo el día jugando. De lo que se trata es de aprender a realizar cada actividad de la vida cotidiana en un clima relajado y amable. Evidentemente, gratificante, no significa falta de exigencia.

Más bien, la exigencia debe darse en un clima de calidez, en una buena relación afectiva. Recordemos que la verdadera felicidad del niño pasa por un estilo educativo que se compone a medias de ternura y disciplina.

Tiempo de conocer a nuestros niños

También es muy importante un conocimiento profundo de nuestros hijos. Aprender a descubrir cuáles son sus gustos, sus ilusiones, sus capacidades, sus problemas. Para esto es imprescindible escuchar y comprender a nuestros hijos. Saber intuir lo que necesitan o les preocupa. Así evitaremos formarnos una imagen irreal de ellos, hecha a nuestra medida, resultado muchas veces de nuestras frustraciones o fracasos.

Así pues, si observamos que nuestro hijo tiene pocos amigos, ninguna ilusión, está triste, se frustra fácilmente, pasa mucho tiempo solo,… una vez descartados los problemas físicos, es el momento de pensar que los valores (optimismo, alegría, tenacidad,…) no se explican sino que se transmiten con nuestra vida.

Consejos para ser más optimistas día a día

1. Analiza si la alimentación y las horas de sueño son las adecuadas para que pueda desarrollar todas sus actividades diarias con energía y entusiasmo.

2. Es importante que les enseñes a disfrutar de las cosas sencillas y cotidianas presentes en la vida. Hacer de un simple paseo dominical toda una aventura, disfrutar de la conversación o de una cena… Para todo ello, hay que pasarlo bien en familia.

3. Conoce en profundidad a tu hijo/a: qué cosas le gustan, le divierten, qué deseos y aspiraciones tiene, que es capaz de hacer. Y déjate conocer por ellos. Del conocimiento mutuo surgirán aficiones y actividades comunes gratificantes para ambos, mejorará la comunicación y se creará el clima adecuado para la verdadera exigencia.

4. Revisa el horario de actividades de tus hijos, ¿son todas necesarias y verdaderamente formativas? El exceso de actividad, en cualquier persona pero especialmente en los niños es una fuente segura de estrés.

5. Sorprende a tus hijos con pequeñas «locuras»: actúa como Romeo y Julieta con nuestra mujer o marido, pongamos voces raras imitando a ciertos personajes o gasta alguna broma en la cena.

En la práctica

Cuando veas triste o preocupado a tu hijo/a pregúntale qué le pasa, escúchale atentamente y enséñale a interpretar esos contratiempos en clave positiva ayudándole a que él mismo vaya proponiendo soluciones y alternativas.

Elena López
Asesoramiento: Mª Jesús Sancho. Psicóloga.

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