Afrontar con éxito el confinamiento es la principal obsesión en este momento para resistir emocionalmente. En esta búsqueda, hablamos con Fernando Sarráis, doctor en Medicina y Cirugía por la Universidad de Navarra, licenciado en psicología y especialista en psiquiatría, que explica qué sentiremos tras el confinamiento y cómo nos iremos adaptando a la situación de normalidad.
Fernando Sarráis es autor de varios libros, entre ellos Familia en armonía y 30 consejos para una vida feliz (Palabra) y El diálogo (Teconté) y tiene una amplia experiencia en el campo de la psiquiatría. Sus reflexiones sobre la pandemia de coronavirus, la pérdida de un ser querido y los consejos para vivir una vida plena, nos vienen mejor que bien en este tiempo difícil para salir fortalecidos.
La adaptación a la ‘normalidad’ tras el confinamiento
P. ¿Qué pautas debemos seguir para afrontar el confinamiento de la manera más saludable posible?
R. La lucha por vivir una vida saludable ha de ser constante, en el confinamiento y cuando se acabe el mismo. Y una vida saludable se manifiesta en tener paz y alegría de modo habitual. La paz supone tranquilidad, calma y sosiego, y la alegría es sentirse bien, con pensamientos positivos, ilusiones y energía vital. Como la paz y la alegría se suelen perder cuando se sufre, hay que aprender a llevar el sufrimiento con buen humor para sufrir menos, y también hay que aprender a disfrutar de las cosas buenas que nos rodean, que producen bienestar que actúan como antídoto del malestar que produce el sufrimiento que no se puede evitar.
P. Pero, ¿cómo centrarnos en lo positivo en medio de tanta tragedia?
R. En el confinamiento, y en todo momento, se deben controlar las fuentes de sufrimiento: recuerdos y pensamientos negativos, percepción de sucesos negativos (no oír o mirar tantas malas noticias) y dejar de imaginarse el futuro de modo amenazante (dejar el futuro para el futuro, se aconseja). Como esto no siempre se puede lograr, conviene realizar actividades que hacen disfrutar y neutralizan el efecto nocivo de las incomodidades del confinamiento: juegos, deporte, lectura, películas, conversaciones, comidas, música, que además mantienen ocupada la mente en cosas que no hacen sufrir.
En esta línea, conviene además no recordar lo agradable que no se puede hacer, no imaginar lo que gusta hacer y no se puede hacer, no percibir lo desagradable de cada momento.
Esos contenidos de conciencia hacen sentirse mal y roban la paz y alegría, que hay que defender a toda costa para transmitirla a los que conviven con uno, y evitar el contagio comunitario del negativismo, que produce conflictos y sentimientos negativos. Finalmente, conviene centrarse en el hoy y ahora, y luchar por pensar en positivo para sentirse positivo y hacer sentirse bien a los seres queridos, que produce una gran satisfacción. Así pues, se debe luchar en dos frentes: en el de la salud física y en el del bienestar mental.
P. ¿Cuáles serán los problemas psicológicos que más se tratarán tras la crisis del COVID- 19?
R. Pienso que los de siempre, más difundidos socialmente y más intensos. Los de siempre son la depresión y los trastornos de ansiedad, que incluyen las fobias, obsesiones, miedos, hipocondría, insomnio y los trastornos psicosomáticos. Estos trastornos son más frecuentes en los sujetos con una personalidad vulnerable. Los tipos de personalidad frágil más frecuentes son: el dependiente, el obsesivo-perfeccionista y el ansioso-temeroso. Las personas con estas personalidades se pueden mantener más o menos equilibradas en las situaciones agradables, pero se descompensan en las situaciones desagradables, que producen sufrimiento por los múltiples motivos (laborales, sanitarios, familiares, sentimentales). Y la actual crisis el coronavirus produce malestar por afectar a la mayoría de los aspectos anteriores.
P. ¿Qué sensaciones experimentaremos cuando acabe el confinamiento?
R. Los primeros días surgirán sentimientos positivos, como ocurre cuando acaba cualquier situación que hace sufrir: trabajo duro, exámenes, obligaciones, tareas pendientes, enfermedades, deudas, etc. Las semanas siguientes de confinamiento surgirán sentimientos moderadamente negativos por tener muchas cosas pendientes y por las incertidumbres y dudas sobre el bienestar futuro; por la toma de conciencia de los conocidos que han fallecido o han perdido seres queridos. Al cabo de unos meses, cuando se vaya normalizando la vida y se vuelva a controlar el entorno personal, surgirán la seguridad y confianza en uno mismo y en la sociedad y con ellas aparecerán la paz y alegría que se tenía antes de la crisis. Hay que tener en cuenta que cuando el mal y el sufrimiento es generalizado existe un vínculo psicológico de solidaridad, que hace que se reparta la pena, se lleve mejor, y se supere más rápido.
P. Muchas personas están aisladas en una habitación y pasan muchos días sin luz solar. ¿De qué manera afecta la luz solar en nuestro estado de ánimo?
R. La ausencia de luz solar produce una disminución de la serotonina cerebral, que se manifiesta en un aumento de la tendencia a la ira, la ansiedad, la tristeza, los pensamientos negativos, el cansancio y la falta de vitalidad física. Pero, si el lugar del confinamiento tiene ventanas por donde entra la luz, no se produce ese síndrome de carencia de luz solar, que sí ocurre en los países del norte donde hay pocas horas de sol al día durante el invierno. La luz solar produce su efecto animante por estímulo cerebral a través de la vía óptica, y para conseguirlo basta que entre bien la luz del sol por las ventanas del lugar donde se esté confinado. Otra cosa es la necesidad de los rayos ultravioletas de la luz solar, que producen en la piel la síntesis de vitamina D, necesaria para la salud de los huesos, y necesaria para la pigmentación melánica de la piel. Los rayos ultravioletas no pasan a través de los cristales, por lo que se debe tomar el sol abriendo las ventanas, pero bastan 30 minutos al día para que se sintetice suficiente vitamina D.
P. ¿Cómo asimilarán las generaciones más jóvenes la muerte de un familiar por coronavirus?
R. Los jóvenes actuales están menos entrenados en llevar bien la pérdida de los seres queridos, y, en general, en llevar bien las pérdidas de cualquier cosa que quieren, desde las cosas materiales, ilusiones, objetivos deseados, hasta las personas queridas.
Los jóvenes han sido educados en tener y lograr lo que desean y no en perder o privarse de lo querido.
Por eso, en los últimos años se ha insistido en la necesidad de educar a los jóvenes en la tolerancia a la frustración y en la resiliencia, para prevenir los desequilibrios emocionales que producen las pérdidas o fracasos en lograr lo que se ama. Pero creo que aún se está en los inicios de este tipo de educación. A su favor, los jóvenes de hoy están acostumbrados a vivir intensamente a través de las redes sociales, que favorece vivir el presente y olvidar con rapidez el pasado, y facilitará el olvido rápido del pasado negativo. Por ello, pienso que la mayoría de los jóvenes van a recuperarse de esta crisis en unos meses.
P. ¿Y las personas mayores?
R. Creo que son las personas mayores las que tendrán más difícil asimilar las pérdidas de los seres queridos, pues llevan más tiempo unidos a ellos, y el vínculo y la dependencia con ellos es más fuerte, por lo que su pérdida puede provocar, sobre todo en las personas psicológicamente más vulnerables, un desequilibrio vital y emocional grande. A su favor, estas personas pueden estar más acostumbradas a las pérdidas por experiencias anteriores y por ello ser más resistentes. Esto ocurre cuando han llevado bien las anteriores pérdidas, porque, si las han llevado mal, pueden estar muy sensibles y reaccionar de modo desproporcionado a la que sufran durante esta crisis. Así pues, la manera de reaccionar a la crisis actual dependerá de cada persona: de su manera de ser, de su experiencia en superar crisis parecidas y del apoyo emocional que tengan por parte de los que le rodean.
P. ¿Cree que esta pandemia ayudará a pararnos, analizar y ser conscientes del valor de la vida?
R. El diálogo interior es importante para conocerse mejor, saber lo que nos ayuda a ser felices y lo que nos amarga la vida, y así poder escoger el camino de la felicidad personal.
El diálogo interior tiene dos interlocutores: la cabeza (la razón) y el corazón (la afectividad).
Con el diálogo o la reflexión se aprende a ponerse de acuerdo en lo mejor para uno mismo, que lleva a la armonía interior, y a evitar los conflictos interiores, que causan angustia y paralizan a la persona. El confinamiento y el abandono de la vida habitual durante tantos días ha podido facilitar tiempo para reflexionar o hablar consigo mismo a algunas personas, pero desgraciadamente son tantas las personas que han perdido el hábito de hacerlo o no han conseguido nunca ese habito, que para lograrlo no basta el mero hecho de tener tiempo libre. Estas personas se dedican a pasar el tiempo lo mejor posible con distracciones pasajeras que les mantienen en la superficie de sí mismos, sin poder penetrar en su interior. Necesitarían un “coach” o un “influencer” que les ayudase a reflexionar.
P. ¿Cómo lograr la habilidad de luchar para ser positivos cuando muchas veces sentimos que el mundo gira en nuestra contra y no vemos la salida?
R. El autor del libro El hombre en busca de sentido, Viktor Frankl, psiquiatra austriaco de raza judía que padeció un largo confinamiento en el campo de concentración de Auschwitz, acuñó una expresión que es muy buena para contestar a esta pregunta: “cuando no se puede cambiar la situación en la que se vive, siempre se puede escoger la actitud con la que vivirla”. En general, hay dos actitudes principales ante el sufrimiento: una negativa, de rechazo, que se manifiesta con quejas, lamentos, enfados y tristezas, que hace sufrir más al protagonista y a los que le rodean; y otra positiva, de aceptación, que trata de evitar lo anterior y busca desdramatizar los problemas y contrariedades, mantener el buen humor, y trata de aprovechar la situación para ser más fuerte y aprender alguna lección para en el futuro evitar que vuelva a ocurrir o para resolverla más rápidamente. Hay una tercera actitud, menos frecuente, que es la de negar la realidad de la situación negativa mediante un autoengaño, que suele ser pasajero, pues la realidad es muy tozuda, y, tarde o temprano, hace sufrir sus consecuencias, que suelen ser peores con el tiempo, pues los problemas que no se resuelven a tiempo, empeoran. Y una cuarta actitud, es la de huida o evitación que se ha comentado antes.
P. ¿Podemos llegar a ver el confinamiento como una oportunidad?
R. Esta crisis actual, puede servir para poner de manifiesto la importancia del mundo interior sobre el mundo exterior. Es más fácil, aprender a controlar el mundo psicológico propio, que depende de uno mismo, que controlar los sucesos del ambiente que nos rodea, que depende de otras muchas personas.
El confinamiento es una oportunidad muy buena para entrenarse en controlar la reacción psicológica, que es controlar la afectividad, ante las contrariedades y sufrimientos que conlleva.
Así desarrollamos una actitud positiva ante el sufrimiento normal de la vida. Y se puede empezar por evitar las quejas, los lamentos, los enfados y la tristeza cuando se topa con algo molesto.
P. ¿Qué último consejo nos daría para vivir una vida feliz?
R. Que recordemos y llevemos a la práctica con frecuencia el adagio que dice: “da más alegría dar que recibir”. Por eso la gente regala cosas, invita a comer, echa piropos a los demás, pues quiere hacerles sentirse bien, y, al ver sentirse bien a los que se quiere, uno mismo se siente muy bien. Suelo decir que es una forma de hacer magia blanca psicológica, pues hay otra negra, que es la de hacer sentirse mal a los demás para que nos acompañen en nuestro malestar y así no sentirse solo, que hace sufrir más; y de esta manera cumplir el dicho que dice: “mal de muchos…, epidemia”. Entrenarse a diario, y de modo especial durante este confinamiento, en hacer sentirse bien a los que nos rodean, para poder hacerlo siempre, también cuando nos sintamos mal, es la mejor medicina para ser feliz siempre, empezando por esta etapa de confinamiento.
Marisol Nuevo /Natalia Pérez
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