El coronavirus ya lleva un año entre nosotros. En estos 365 días hemos vivido diversas situaciones que han llevado nuestra mente a verdaderos retos. Desde el confinamiento estricto durante meses, hasta las vacaciones más extrañas que las familias han realizado o esta nueva normalidad donde el miedo al contagio acompaña a cualquier actividad. ¿Qué efectos ha tenido en la sociedad este contexto?
Desde la Organización Mundial de la Salud, OMS, se han analizado varios de estos efectos que se han descrito como fatiga pandémica. El conjunto de estos síntomas se describe como la «desmotivación para cumplir con los comportamientos protectores y las medidas de seguridad recomendadas».
Por ello esta entidad han lanzado un llamamiento a la responsabilidad para asegurar los logros alcanzados y evitar rebrotes.
Pandemia y salud
Más allá del contagio, el coronavirus afecta a la salud tanto física y mental. Tal y como indican desde la Clínica Mayo, la pandemia ha cambiado la manera en la que vivimos trayendo incertidumbre y ha interrumpido nuestras rutinas, añadiendo presiones como las económicas o un aislamiento social. Muchas preocupaciones como contraer la Covid-19 y su transmisión entre nuestros seres queridos.
A ello hay que añadir los rumores y las informaciones erróneas. Ansiedad, miedo, tristeza o soledad son varios de los síntomas apreciados en la población en general. Por ello, la vuelta a la normalidad ha supuesto que muchas personas hayan optado por relajar las medidas sanitarias en la búsqueda de las mismas sensaciones previas a la pandemia. Comportamientos con mucho riesgo para la población y que conviene prevenir.
Combatir la fatiga pandémica
Ante esta situación advertida de fatiga pandémica, desde la OMS se han propuesto varias líneas de acción para prevenir la expansión del virus:
– Comprender a la población, realizando encuestas para conocer la formulación de políticas, intervenciones y comunicaciones específicas, que sean adaptadas a las necesidades de cada grupo y eficaces.
– Permitir que las personas vivan sus vidas, pero reducir el riesgo a través de mecanismos que garanticen la seguridad sanitaria y una cierta rutina. Llegado el caso, si es necesario, aumentar la dureza de las restricciones.
– Involucrar a la gente como parte de la solución, a través de la cooperación con todos los grupos y comunidades afectadas para que participen en la toma de decisiones sobre sus vidas.
– Reconocer y abordar las dificultades que experimentan las personas y el profundo impacto que la pandemia está teniendo en sus vidas.
Damián Montero
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