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Cómo explicamos… los trastornos alimentarios

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La adolescencia es una etapa en la que los jóvenes empiezan a ser más conscientes de su imagen y afloran los primeros complejos, muchas veces fruto de las propias expectativas y de los distintos mensajes sobre el cuerpo que les llegan desde fuera. Estas inseguridades se transforman a veces en un rechazo a la comida que los padres debemos detectar a tiempo para evitar que se convierta en un trastorno alimentario.

Los trastornos alimentarios de nuestros hijos pueden tener dos causas diferenciadas: por una parte, una mala adquisición de hábitos alimentarios, y, por otra, una conjunción de factores emocionales, familiares, sociales y culturales. Si queremos evitar que nuestros hijos padezcan estos trastornos alimentarios, es importante ayudarles tanto a que desarrollen buenos hábitos alimentarios como a que se conozcan, se acepten y se quieran tal y como son. En esto último consiste la autoestima. Y para que tengan una buena autoestima es necesario que se sientan amados por nosotros.

Puede que nuestros hijos se miren demasiado a sí mismos con una perspectiva excesivamente crítica, con lo que percibirán de manera muy acentuada sus defectos e imperfecciones, y esto incluye su aspecto físico. En este caso, el adelgazamiento se puede configurar para ellos como una respuesta a la inseguridad percibida.

Otra causa de trastornos alimentarios tiene que ver con relaciones familiares en las que prima la sobreprotección, la crítica constante y el perfeccionismo. En un ambiente así de tensionado, los hijos pueden buscar como vía de escape el control sobre una de las pocas cosas que depende casi exclusivamente de ellos como es su propio cuerpo.

También puede ser que, en un proceso de cuidar la dieta, nuestros hijos se acaben obsesionando y el asunto se les vaya de las manos. Esto ocurre más fácilmente cuando se crean grupos de jóvenes para detectar y compartir estrategias para perder peso con rapidez, y se animan mutuamente a ello. Ante situaciones como estas es necesario que las personas más cercanas pidan ayuda a profesionales que puedan realizan un buen diagnóstico y prescribir un tratamiento adecuado.

Medidas para cuidar la educación nutricional

Para prevenir los trastornos alimentarios en la infancia y en la adolescencia es necesario seguir algunas pautas:

1. Desde pequeños, los niños aprenden a través de las rutinas. Por eso, los padres tenemos que intentar cuidar, siempre que sea posible, el lugar y la hora de las comidas.

2. La dieta en casa debe ser sana, equilibrada y variada, incluyendo todos los alimentos necesarios. Es necesario adaptar el tipo de alimentación a la etapa del desarrollo evolutivo.

3. Es recomendable variar la alimentación. Los niños deben ir probando nuevos alimentos poco a poco. Si queremos que nuestros hijos coman de todo, tienen que vernos a nosotros hacer lo mismo. Ellos aprenden por imitación y nosotros somos sus modelos a seguir. Si nosotros comemos bien, ellos aprenderán a comer bien.

4. Es recomendable comer sin pantallas delante que puedan distraernos y que nos impidan valorar y degustar lo que estamos comiendo. Así nos daremos cuenta del tipo y de la cantidad de alimentos que están tomando.

5. Para cuidar la nutrición también tenemos que cuidar el sueño y el ejercicio físico.

6. Los trastornos alimentarios tienen un componente psicológico y nuestros hijos tienen que ser capaces de descubrir y valorar sus capacidades y talentos, para conocer y aceptar también sus limitaciones.

7. Los padres tenemos que buscar y cuidar una buena comunicación familiar. De esta manera, transmitimos seguridad a nuestros hijos y les animamos a buscar opinión y ayuda cuando sea necesario. La comida tiene que ser un rato agradable, a poder ser en familia. Es recomendable no «aprovechar» para discutir o sacar trapos sucios, porque los hijos pueden llegar a asociarlo con la comida y evitar esos momentos.

8. Nuestros hijos tienen que ser capaces de mirar con ojo crítico los anuncios y mensajes que les llegan a través de los diferentes medios de comunicación.

Prevenir es mejor que curar

Lo primero que debemos hacer cuando detectamos una conducta preocupante es demostrar a nuestros hijos que les queremos y apoyamos incondicionalmente. Después, debemos valorar si es necesario un tratamiento profesional. En cualquier caso, hemos de hacer todo lo posible para que mejoren su autoestima, se acepten y se quieran, con independencia de las dificultades y las frustraciones de la vida.

Y más aún que ‘aceptar’ el cuerpo, debemos explicarles que su cuerpo es un regalo que han recibido que deben cuidar, y que no es algo separado de su ‘yo, sino que es su ‘yo mismo’. Por eso, es necesario hacerles ver que quererse a sí mismos y querer su cuerpo no son dos cosas distintas, sino una misma realidad.

Señales de alerta para poder detectar a tiempo un posible trastorno alimentario:

– Preocupación excesiva por la imagen corporal o por el peso.
– Baja autoestima.
– Falta de interés por salir y realizar actividades de ocio. Aislamiento.
– Dificultad de concentración.
– Irritabilidad y cambios de humor.
– Ansiedad y síntomas depresivos.
– Alteraciones del sueño.
– Ejercicio físico excesivo, muy frecuente y sin control.
– Restricción de alimentos con alto contenido calórico.
– Conductas repetitivas de atracones.
– Vómitos provocados.
– Consumo de laxantes o pastillas para adelgazar.
– Amenorrea (ausencia del periodo menstrual)
– Negación de la enfermedad.

En la educación de los hijos conviene que encuentren en la familia un ‘oasis’ ideológico que se aleje de los estereotipos y la presión que ejerce la sociedad con su culto al cuerpo. Para ello es importante que no aprendan en casa a juzgar a los demás por su físico y enseñarles a mirar en el interior, en el alma, que es donde reside el gran tesoro y la gran belleza de las personas.

No debemos olvidar nunca que los padres somos los primeros y más importantes guías y maestros de nuestros hijos. Si nosotros nos aceptamos y queremos, es más fácil que ellos hagan lo mismo.

Paloma De Cendra. Psicóloga y terapeuta

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