¿Qué factores individuales pueden ayudarnos a sobreponernos ante un entorno cada vez más hostil? ¿Cómo lograr altos índices de resiliencia personal? En un mundo, en constante cambio, necesitamos reajustarnos para poder seguir adaptados al entorno en el que vivimos. Debemos modificar de forma continua los recursos con los que contamos para hacerle frente a las distintas demandas del entono.
Como personas primero, y como sociedad después, estamos sometidos a distintos cambios de nuestro medio inmediato o no tan inmediato. Tomemos como ejemplo un cese de trabajo o la ampliación de la familia. Pensemos, también, en lo ocurrido en Ucrania. Todos estos cambios nos afectan, aunque lo hacen de diferente manera y nos obligan a poner en juego recursos distintos.
Por ejemplo, el cese de trabajo requerirá de nosotros una actitud positiva y creativa para superar cuanto antes la fase de duelo. A partir de ahí, deberemos encontrar nuevas oportunidades y aprendizajes en la situación que se nos ha planteado.
Las emergencias y catástrofes suponen, casi siempre, situaciones de cambios rápidos y sobrevenidos que tienen una gran capacidad de generar sufrimiento físico y emocional en las personas. El impacto psicológico que unas y otras generan está muy en relación al factor que da origen a éstas. Un atentado terrorista o una guerra suelen despertar intensas reacciones de rabia y frustración contra los impulsores de semejantes atrocidades.
En cambio, en los acontecimientos de origen natural es frecuente encontrar gente desbordada, agobiada, estupefacta por lo que están viviendo. Después de esas primeras reacciones, en una y otra situación, vendrán emociones de tristeza y frustración a causa de las pérdidas personales y/o materiales derivados del suceso catastrófico.
Con frecuencia, este tipo de vivencias producen en las personas el desarrollo de traumas que requieren de intervención especializada. Es frecuente oír hablar en los medios de comunicación o en el entorno de internet de las personas resilientes como las más preparadas para sobreponerse a este tipo de situaciones. Se introduce el concepto de resiliencia como la capacidad de sobreponerse al evento traumático, siendo capaz de sacar enseñanzas positivas que le permitan a uno afrontar futuras situaciones parecidas, desde el punto de vista emocional. Por tanto, la resiliencia parece ser una buena cualidad para afrontar de forma más eficaz situaciones de alto impacto emocional negativo.
La resiliencia ¿nace o se hace?
¿Cómo podemos comportarnos como una persona resiliente? ¿Se nace con esta capacidad o se puede desarrollar a lo largo de la vida? Una persona resiliente ¿lo es en todas las situaciones?¿Cómo podemos comportarnos como una persona resiliente?
Las personas resilientes reúnen las siguientes características:
1. Conocimiento profundo de sus fortalezas y capacidades, así como de sus debilidades y defectos. Esto les permite plantearse metas alcanzables haciendo uso de los recursos que poseen. Se creen capaces de lograrlas y, en cualquier caso, saben cuándo pedir ayuda a los otros. Pensemos en una emergencia médica en casa. Desde una perspectiva resiliente buscariamos ayuda lo más rápido posible si somos conscientes de que nuestro conocimiento de primeros auxilios es más bien escaso. Empeñarnos en atender la emergencia desde el desconocimiento es un riesgo para todos.
2. Ver la adversidad como una oportunidad para aprender. Si perdemos nuestra casa por una riada, desde una actitud resiliente pensaríamos en la forma de construir una nueva casa. Tal vez no igual a la perdida, pero sí una que satisficiese nuestras necesidades según el dinero que tuviésemos.
3. Se muestran flexibles frente al cambio. Son capaces de adaptar sus metas si es necesario. Imaginemos que en una excursión de senderismo nos despistamos y se nos echa la noche encima. La visión resiliente hablaría de evaluar la situación según nuestras capacidades y las del resto de excursionistas teniendo en cuenta el entorno. Valoraríamos qué objetivo es más realizable para todos; seguiríamos avanzando hasta reorientarnos, o pararíamos hasta que amaneciera, por ejemplo.
4. Manejo de la incertidumbre. La persona con capacidad resiliente aborda esta sensación conociendo que no es posible tener control sobre todas las variables del entorno. Situémonos en la dramática escena de buscar a un familiar por distintos hospitales tras un accidente de tráfico. Una actitud resiliente esperaría a tener datos para reaccionar y no los anticiparía; – «¿y si me dicen que no está aquí, o que está muy mal?» Esto le permitiría a la persona reducir en gran medida sus niveles de ansiedad y frustración.
Entonces, ¿podemos hablar de que se nace con esta capacidad o se puede desarrollar a lo largo de la vida? De forma sencilla, podemos afirmar que la resiliencia es una cualidad no innata que puede ser aprendida a lo largo de la vida.
Una persona resiliente, ¿lo es en todas las situaciones?
Nadie reacciona de la misma manera en todas las situaciones. Sin embargo, una vez desarrollada la capacidad resiliente, la persona tenderá a actuar de esta manera en la mayoría de las situaciones.
La resiliencia como estrategia de afrontamiento de las emergencias y catástrofes es una cualidad que se irá entrenando mucho antes de la ocurrencia de estos sucesos sorpresivos.
Marina Berrio
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