La audición de un sonido no se limita a la percepción de un fenómeno físico, sino que va más allá. El fenómeno musical consiste en la forma en que las frecuencias sonoras se disponen y se entrelazan; consiste en la combinación de frecuencias altas y bajas, en la combinación de intervalos armónicos y melódicos, y en las variaciones de velocidad e intensidad.
Si tomamos como ejemplo la altura de un sonido, las vibraciones muy rápidas son un estímulo nervioso intenso, y las más lentas tienen un efecto relajante. En cuanto al timbre, depende de los armónicos presentes en cualquier sonido. Es un elemento puramente sensual que produce en el oyente una impresión agradable o desagradable. La misma obra musical, interpretada por diferentes instrumentos, con timbres diferentes, provoca reacciones distintas en el oyente.
Efectos psicológicos de la música para los niños
En la música en sí hay alternancias de tensión y relajación, actividad y descanso. Los tiempos lentos de cualquier composición, los suaves, las armonías simples y las variaciones leves tienden a suavizar la actividad física y a aumentar la actividad contemplativa. Por el contrario, los «staccatos», las armonías complejas o disonantes y los cambios de dinámica repentinos tienden a producir excitación y a reducir la concentración mental. Está demostrado científicamente que los sonidos irritan más cuanto más intensos y agudos son.
La música, por tanto, afecta a nuestros sentimientos, emociones, pensamientos y sensaciones y es capaz de modificar nuestra forma de actuar. Se trata de factores muy a tener en cuenta a la hora de planificar actividades para niños. Puede resultarnos de gran utilidad utilizarlos correctamente.
Efectos físicos de la música
El cuerpo humano es un maravilloso receptor que recibe las informaciones de la música y las convierte en emociones. Es también un emisor que crea melodías y ritmos muy variados. La influencia que ejerce la música en las personas está condicionada por diversos elementos o aspectos:
– Por la construcción de la obra musical en cuanto a melodía, ritmo, armonía y timbre de los instrumentos.
– Por la disposición psíquica del oyente o creador, su sensibilidad emocional y estética, imaginación, sus gustos musicales, etc.
– Por la función del sistema nervioso central y de los órganos internos del cuerpo.
Diversas investigaciones hechas con directores de orquesta, como H. Von Karajan, estudiaron la influencia que tiene la música sobre el ritmo cardíaco, la frecuencia respiratoria y la tensión arterial, y demostraron que crear música o tocar un instrumento produce una emoción, y por lo tanto más efectos fisiológicos que la audición. Igual que no es lo mismo ver un partido de fútbol por la televisión, que ir al campo, o jugar uno mismo, tampoco es lo mismo escuchar música grabada, que ir a un concierto en directo, o tocar uno mismo.
Por otro lado, la música en directo provoca en el oyente reacciones más intensas que la música grabada, debido a que llegan directamente las vibraciones de los instrumentos o de las voces de los intérpretes.
Dependiendo del tipo de música que escuchemos o interpretemos, se producirán cambios en el tono muscular, en la temperatura y en el metabolismo. Una melodía suave puede transportar al oyente a ciertos niveles de relajación, lo que favorece la coordinación del ritmo constante del corazón y modifica los ritmos cerebrales.
Según un fisiólogo francés, la música ejerce tal influencia en el ser humano que repercute enormemente en su capacidad de trabajo. Llegó a la conclusión de que los estímulos rítmicos provocados por la música aumentaban el rendimiento físico, retardando la aparición de la fatiga.
Con todo esto, podríamos decir que la música, y más concretamente la interpretación personal de ella, es necesaria para el desarrollo armónico de la persona. Y ello incluye la práctica instrumental.
Montse López Ortega y María Paz López Ortega. Profesoras del Colegio Guadalviar
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