A grandes rasgos, podemos considerar que alguien tiene un problema cuando lo que le ocurre le genera más problemas. Para determinar la diferencia entre un adicto y un amante a las compras debemos fijarnos no tanto en la conducta hipotéticamente problemática de comprar, sino en las consecuencias que esa conducta tiene para la persona que realiza las compras y para quienes tiene a su alrededor.
La llamada «adicción a las compras» está más vinculada a lo compulsivo -una acción repetitiva que nace de un impulso, no de una reflexión- y, aunque genere placer, este suele ser efímero y normalmente antecede a un estado de malestar psicológico (vergüenza, arrepentimiento, ansiedad). El adicto a las compras no conecta con la red social, puede llegar a generar un grave perjuicio económico y acaba resultando ser un gasto acumulativo y vacío más que la respuesta a una pasión.
De la misma manera que no es alcohólico el que bebe todos los días sino alguien que tiene un problema con el alcohol, tampoco es un adicto a las compras aquel que gasta mucho dinero comprando cosas, sino alguien a quien el hecho de comprar esas cosas le genera un problema en su bienestar interior, en sus relaciones sociales, en sus finanzas, etc.
En este punto cobra relevancia la duración de la conducta, de la que no nos tendremos que preocupar siempre que se ejerza durante un periodo determinado y mientras no repercuta negativamente en la salud de la persona, sus relaciones interpersonales y el cumplimiento de sus responsabilidades.
Artículo relacionado:
– ¿Qué enmascara un adicto a las compras?
El papel del entorno del adicto
No hay criterios objetivos y absolutos con los que determinar que existe una adicción a las compras. Suponiendo que las personas del entorno del paciente noten que presenta una hipotética conducta problemática (en este caso, comprar) puede ser útil que observen en qué circunstancias se activa, con qué motivación, si es una manera (sobre todo si es la única) de obtener satisfacciones, premios o descarga emocional.
También hay que observar qué sucede después, es decir, cómo se siente la persona a medio plazo, una vez pasado el «subidón» inicial de la conducta.
Si la conducta de comprar genera malestar a medio plazo -que habrá que gestionar de alguna manera- entonces probablemente estamos ante un problema.
Por último, hay que prestar atención a si la hipotética conducta problemática genera verdaderos problemas a la persona (no puede cumplir con sus obligaciones, descuida sus relaciones personales, le pone en riesgo de quiebra…). No se trata de si gasta mucho o poco, o si gasta en cosas inútiles, ya que estos criterios son muy subjetivos. Hay que ir a las consecuencias de ese gasto que, aunque también sean relativas, aportarán una información más útil.
Reprender, regañar y reprochar son reacciones previsibles y legítimas, sobre todo cuando vemos que alguien a quien apreciamos realiza conductas que pueden considerarse desadaptativas, o que hacen que se ponga en peligro a sí misma o a otros.
Sin embargo, son reacciones que también pueden resultar ineficaces porque no consiguen el efecto esperado e, incluso, contraproducentes, pues ponen a la persona en contra, hacen que se aleje y deje de compartir lo que hace. Reflejarle de manera respetuosa y cuidadosa lo que nos parece que está haciendo y las consecuencias que percibimos en ella, recordarle qué consecuencias puede tener, preguntarle cómo está, si le ocurre algo, si podemos hacer algo por ella, si se ha planteado cambiar, pueden ser aproximaciones adecuadas.
Un coleccionista, ¿es un adicto a las compras?
Una adicción es un problema de salud. El coleccionismo es una actividad que genera placer y que no tiene por qué tener excesivos perjuicios. Pueden tener en común ciertas conductas acumulativas que, si no se controlan, pueden llegar a ser excesivas.
Sin embargo, el coleccionismo está vinculado normalmente a una afición, incluso a una pasión, algo que nos motiva, entretiene y da satisfacción, o que nos enriquece como personas de alguna manera, mientras no degenere en pura acumulación desadaptativa. Para algunas personas, el hecho de compartir esa afición con otras personas hace que aumente su red social de una manera muy beneficiosa.
Los peligros del e-commerce y las redes sociales
Todo lo imaginable a un click. A cualquier hora y desde cualquier lugar. Las bondades del e-commerce se vuelven la mayor tentación para un adicto a las compras. La clave: obtienen la satisfacción de comprar de manera inmediata, después de tan solo un click. La total accesibilidad es terreno abonado para estas personas.
Las compras por Internet y las tiendas online facilitan y estimulan un patrón de conducta que ya existía. No lo han creado, pero desde luego lo exacerban. En personas que no tienen este problema no ocurre nada, ya que normalmente la gente se permite un capricho o no ha podido evitar «picar» en algo, pero sin que resulte significativamente perjudicial. En personas predispuestas a comprar de manera compulsiva, como un estilo sistemático de gratificarse y/o aliviar su malestar, cualquier facilidad para comprar es una boca del lobo.
En cuanto a las redes sociales, su influencia es difícil de determinar, porque no todas las personas que tienen este problema las usan o «siguen» cuentas o a influencers de consumo. En cualquier caso, es evidente que las redes sociales actúan como un estimulante: bombardean con la idea de comprar dentro de un marco positivo y no culpabilizador, ya que el objetivo es despertar nuestro impulso de adquirir y poseer el artículo en cuestión.
Consejos para unas compras responsables este Black Friday
En previsión de que el Black Friday pueda suponer un perjuicio más que una satisfacción, podemos plantearnos algunas pautas para contrarrestarlo.
En primer lugar, es importante tener un sentido crítico y valorar detenidamente si las ofertas que se nos proponen valen realmente la pena. También es importante entrenar un cierto control del impulso de poseer, saber esperar o lo que en psicología se conoce como «retrasar la gratificación» y preguntarnos si realmente eso que nos planteamos comprar es un capricho vacío que nos va a dejar de satisfacer al poco tiempo o es algo que realmente nos hace ilusión tener o que necesitamos.
Debemos plantearnos por qué queremos comprar eso y si lo estamos haciendo como una mera respuesta automática e irreflexiva a una poderosa estrategia de marketing. Podemos activar también un cierto sentido ecológico, en el amplio sentido de la palabra: ¿Tiene sentido comprar eso que nos ha llamado la atención o podemos ahorrárnoslo, en términos materiales, económicos y de espacio? Si lo adquirimos, ¿es posible dar salida a otro artículo u objeto que ya tengamos y así evitar acumular excesivamente?
Marcarnos un presupuesto máximo de compra e intentar no excederlo (demasiado) y elaborar una lista cerrada de las cosas que vamos a comprar pueden ser unas herramientas útiles que aporten además una sensación de control sobre el impulso y la conducta de comprar y que además pueden incluirse en la estrategia de compras navideñas. Podemos plantearnos utilizar el Black Friday para comprar los regalos de Navidad en lugar de repetir otro episodio de compras excesivas dentro de tres semanas cuando los compromisos se nos echen encima.
Es decir, programar, pensar, acotar el consumo que vamos a hacer, no improvisar como quien va al supermercado a hacer la compra con hambre, ya que este es un camino asegurado para comer lo que no necesitamos y al precio que menos nos conviene.
Marina Berrio
Asesoramiento: Gabinete de Psicólogos Ifeel
Te puede interesar:
– Las compras por internet crecen un 26% en los hogares españoles
– Los influencers determinan el 30 por ciento de las compras en jóvenes
– Rebajas: claves para un buen fondo de armario
– La adicción a las compras: el significado de las compras compulsivas