Esculpiendo palabras en la arena es el sugerente título de la última obra de Cristina Cortés, reconocida psicóloga especializada en apego, desarrollo y trauma, así como en EMDR. Sumergirse en las palabras de Cristina es siempre una experiencia gratificante, no solo por su profundo conocimiento y competencia en el tema de las emociones, y su experiencia, sino también por su exquisita sensibilidad en sus ideas y expresiones hacia los niños y sus familias.
Para conocer más sobre su nuevo libro, ilustrado por Zuzene Seminario, hemos hablado con Cristina Cortés. A lo largo de esta entrevista, además de ponerle palabras y gestos a las emociones, descubriremos el importante papel que tenemos los padres en el desarrollo del corazón de nuestros hijos.
¿A qué problemas se enfrentan los niños al tratar de expresar sus emociones desde la sensación hasta la verbalización?
El mayor problema a la hora de identificar sus emociones, es que no hayan sido inferidas adecuadamente a lo largo de su desarrollo por sus figuras de apego. Si los padres no son suficientemente sensibles y reflexivos como para inferir adecuadamente las sensaciones y expresiones emocionales de sus hijos les darán un significado que no estará ajustado con la experiencia interna sensorial del niño. Un niño interpreta su experiencia emocional como está siendo interpretada y recogida por sus padres, si los padres confunden el asco con el enfado, el niño identificara erróneamente su expresión y sus sensaciones de asco como enfado. Su compresión llega hasta donde alcanza la sensibilidad del sistema familiar.
Para que nos entendamos, ¿qué es un puente emocional?
El cerebro infantil no tiene la capacidad de calmar el malestar por sí solo, ya que su cerebro está sin terminar de madurar y necesita del cerebro maduro de sus padres, para regular su malestar, para calmar sus emociones negativas. A esta secuencia se le llama crear puentes emocionales entre estados. Estos puentes permiten tolerar el malestar y tener la experiencia de que este pasa, experimentado un nuevo estado más relajado, donde no se ha roto el vínculo con los padres.
¿Qué ocurre cuando los niños no han tenido oportunidad de construir esos puentes emocionales?
La ausencia de puentes emocionales entre estados genera y propicia una desconexión emocional, no hay una conciencia de las sensaciones que se sienten y no se llegan a identificar las emociones. Para alcanzar el objetivo de nombrar esas emociones desconocidas necesitamos pasos intermedios entre las palabras y la experiencia sensorial emocional. El arte, el juego, la identificación con personajes de cuentos, con ilustraciones que reflejan el mundo que los niños están viviendo es otra forma de generar puentes que permiten llegar a esas sensaciones y emociones para que puedan ser externalizadas, identificadas y finalmente nombradas.
¿Cómo conseguir que los niños no teman a las emociones?
En la medida que los padres ponen nombre a las experiencias emocionales de sus hijos, las identifican, nombran, calman, llevándolos a nuevos estados, sin negar ni rechazar los momentos perturbadores van creando puentes entre todas las experiencias vividas, aceptando todas ellas, sin rechazar ninguna emoción. Esto permite que el niño no tema a las emociones, ya que le consta que los momentos malos pasan, no son permanentes y después llegan los buenos momentos. Ellos mismos no son la emoción, sino el sujeto que vive un abanico diverso de emociones, al igual que el arcoíris, la belleza está en la totalidad integrada.
¿Crees que la resiliencia emocional es necesaria para vivir con mayor confianza?
Apego seguro y resiliencia van de la mano, en la medida que tenemos la suerte de desarrollarnos en entornos familiares que tienen lo básico garantizado y que pueden dedicar su energía no solo a sobrevivir, los padres pueden comprometerse con los cuidados desde el placer. Lo fundamental en el apego, en el vínculo, no son las conductas sino los estados que se comparten. Si contamos con cuidadores que pueden disfrutar y embelesarse con sus hijos, estos se sentirán vistos, aceptados, queridos, y experimentaran que es fácil confiar y esperar cosas buenas de los demás. Cuando lleguen los momentos complicados de la vida se activarán estas experiencias y creencias básicas y nucleares que les ayudaran a recuperar el equilibrio que se haya podido perder, volverán a su estado anterior. Eso es ser resiliente, volver al estado anterior ante una situación o condiciones extremas que nos alteran.
Para ello se requiere de políticas que fomenten la conciliación de las familias, no aulas de cero a dos, que es cuando más presencia tanto maternal como paternal se precisa para un buen desarrollo y alcanzar una buena regulación emocional.
¿Tenemos un «termómetro emocional»? ¿Cómo se visualiza para identificar y gestionar las emociones?
El termómetro nos permite representar la intensidad de la emoción, cuando una emoción llega a los niveles rojos o febriles deja de ser tolerable y nos produce un nivel de malestar que no es saludable, si se prolonga durante demasiado tiempo ese estado, experimentamos niveles de cortisol altos que no son saludables. Los padres deben ser capaces de detectar las emociones negativas de sus hijos cuanto antes para que la temperatura no llegue a niveles altos y prolongados. Los niños no son capaces de detectar esto por sí mismos, se requiere de la sensibilidad de los padres para regular el termómetro emocional.
¿Cómo podemos promover una salud emocional sólida en los niños?
No descalificando, dirigiéndose a las conductas cuando es necesario llamar la atención y no llevar los comentarios sobre la identidad. En general, tenemos un sesgo hacia lo negativo, nos centramos y focalizamos y nos quedamos más con las apreciaciones negativas que con las positivas. Para compensar este sesgo debemos dar 5 veces más información positiva que negativa. Redirigir nuestra atención hacia el potencial y las características positivas, y destacar 5 veces más lo positivo que lo negativo. No se trata de alagar por alagar si no redirigir la mirada a las características positivas de los niños, enorgullecernos y aceptarlos tal cuan son, ayudarles a que se sientan bien en su propia piel.
¿Qué hacer para sanar en los niños el miedo y la tristeza?
Las emociones forman parte de nuestra experiencia, son información activa que nos lleva acércanos a lo placentero y a alejarnos de lo desagradable. El miedo y la tristeza como emocione tienen una función y no nos podemos deshacer de ellas.
El problema de las emociones perturbadoras se produce si estas se cronifican, es decir si pasamos mucho tiempo inundados por esa emoción.
En esos casos puede requerirse terapia, y lo ideal son terapias centradas en el trauma, en la adversidad y que en ellas colaboren activamente la familia. Un menor puede transcender lo que no supera el sistema familiar.
¿Cuál es la importancia de la empatía para ayudar a los niños a navegar por sus emociones y cómo se puede fomentar esta habilidad en ellos?
La empatía es una emoción mamífera, la encontramos en el apoyo del grupo, de la camada. Es una emoción basada en las neuronas espejo que tienen la capacidad de reproducir los patrones motores y emocionales que vemos en los otros, lo cual nos lleva a percibir sus estados y entenderlos, es algo que se produce de forma involuntaria y si nos hemos desarrollado en entornos sensibles aflora sin obstáculos. En las aulas de infantil se puede observar como los niños realizan conductas con el objetivo de que los otros se sientan mejor. En la empatía, como en el resto de las emociones, nos encontramos diferencias individuales. No todo el mundo es igual de empático, y la buena noticia es que la empatía se puede desarrollar en la medida que la entrenamos.
¿Qué papel juegan las actividades creativas y el juego en el desarrollo emocional de los niños?
La vida, el juego, la exploración, descubrir el movimiento del cuerpo, es arte en acción. El arte implica contemplar, y los niños contemplan y se deleitan en todo lo que realizan porque viven el momento intensamente. Jugar, y jugar mientras pintas, descubres el color, o esculpes, o ensamblas piezas y contemplas tu obra y le pones un nombre, es experiencia directa donde involucras a todo tu cuerpo y a todos tus sentidos, es conexión emocional. El gozo está garantizado, si además la mirada paterna o materna va cargada de satisfacción, de no crítica y acompaña la cadena acciones alegrándose con ellos y festejando el descubrimiento mantenerse conectado a las emociones no es peligrosos, es satisfactorio, y uno se desarrolla sin miedo a la conexión emocional. No hay mejor forma de descubrir el mundo que convirtiendo toda acción en un arte creativo de exploración y de satisfacción, las pantallas sobran, ellos son actores, directores, creadores y espectadores de la obra, sienten, gozan, regulan la emoción y están presentes en su mente y cuerpo sin desarrollar una mente divagante.
¿Qué podemos hacer para que los niños se abran y comuniquen?
Estando presentes en su desarrollo, dirigiendo su atención plenamente sin desdoblarla en los smartphones, buscando espacios donde se comparte y cada miembro de la familia puede desplegar sus características propias, y todas son aceptadas. En cada etapa se requerirá una presencia diferente, según el desarrollo, hasta los cinco años, se precisa mucho acompañamiento y la mirada de papá y mamá bajo la que descubrimos el mundo. A partir de ahí, es bueno progresivamente proveer de autonomía donde se permiten también espacios de disfrute conjunto y de regulación ante las dificultades y la frustración. Y en la adolescencia se requiere seguir estando ahí, sin entorpecer su apertura al mundo adulto, que es tan complejo y en la medida que la sociedad cambia más y avanza más rápido más necesidad de poder recurrir a lo único seguro y permanente que es la familia.
Marisol Nuevo Espín
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