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7 consejos para recuperar la ilusión: da explendor a tu vida

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Es habitual escuchar frases como «¡qué ilusión verte!», «siento una tremenda ilusión de viajar», «se le veía ilusionado el día de su boda». Y es que sentirse ilusionado es algo realmente agradable asociado a experiencias positivas.

Según la Real Academia de la Lengua, la ilusión es la «esperanza cuyo cumplimiento resulta especialmente atractivo», vincula el concepto de ilusión al de esperanza. No es de extrañar que en inglés se traduzca como hope, ilusión y esperanza comparten concepto.

Chesterton decía «hay algo que da esplendor a cuanto existe, y es la ilusión de encontrar algo a la vuelta de la esquina». Una vez más, proyecta esta emoción a la visión de un futuro deseado.

La ilusión es una emoción de la familia de la alegría, es el bienestar originado por la certeza de que una vivencia agradable y deseada va a llamar a la puerta en cualquier momento, se siente tan cerca que es fácil vivirlo como real aun cuando no ha llegado. La ilusión habla de esperanza, sí, de una proyección atractiva, de sueños. Ilusionarse es soñar.

Como emoción que es, tiene una función concreta, la ilusión impulsa la conducta, potencia la motivación, proyecta a la persona hacia el camino deseado y permite verlo como objetivo realista, no con la añoranza de lo inalcanzable. La ilusión adecuada ha de estar alejada del autoengaño, de la procastinación, de la visión poco realista de la propia realidad o de uno mismo. El refranero español decía que «de ilusiones vive el hombre», y así es, porque la ilusión nos mantiene en una alerta sana, una activación que predispone a alcanzar lo deseado.

Una vida con ilusión es una vida con sentido

Sin embargo, esta emoción no sólo se alimenta de un futuro imaginado, en ocasiones esos anhelos ya se han hecho presentes, ya se disfrutan, por lo que la ilusión se materializa también en la capacidad de disfrutar del presente, anhelando lo mismo para el futuro.

La ilusión sueña pero también vive, disfruta y se empapa de lo que le rodea. Cuando nos permitimos ilusionarnos por lo venidero, lo actual se endulza, y es que es una emoción que enlaza con el sentido de la vida. Si ilusionarse es soñar y soñar es construir, significa que se teje un plan, que se establece un rumbo fijo, que se da sentido al recorrido de cada uno. Una vida con ilusión es una vida con sentido.

Cuando la ilusión se pierde

Las emociones van y vienen, son las locas de la casa y no permanecen a flor de piel eternamente, están en constante dinamismo. Cada persona tiene un amplio abanico emocional, dentro del cual hay unas que cobran especial fuerza, que son recurrentes, otras que se les ve poco, otras que llevan las riendas de la conducta. En ocasiones alguna de esas emociones comienzan a desdibujarse y es tarea difícil encontrarla en la horquilla emocional, empiezan a ser unas desconocidas. Cuando sucede con una emoción tan dulce como la ilusión, el paisaje se vuelve un poco más grisaceo.

Si antes hablábamos de la relación entre ilusión, esperanza, motivación y sentido de vida, perder la capacidad de ilusionarse apaga también la luz de estas otras emociones. Cuando la desesperanza asoma, el sentido de la vida se empaña, eso son palabras mayores.

Muchas personas sufren este apagón emocional. Todo depende la intensidad del apagón, de la duración, y como comúnmente se dice en psicología, cualquier síntoma depende del impacto directo que tenga en la vida de la persona. Cuando la desesperanza y la desilusión empiezan a monopolizar, el nivel de malestar aumenta significativamente, dando a luz a la apatía.

¿Por qué aparece la apatía?

La apatía, muy relacionada con la desesperanza, aparece cuando se vive una vida carente de sentido. Un estudio reciente realizado por la Universidad Católica de Valencia, demostraba que los niveles de desesperanza de las personas están directamente relacionados con la ausencia de sentido de vida.

La vida empieza a verse como un sinsentido cuando desaparecen los proyectos, cuando la rutina se percibe como una monotonía vacía y aburrida, cuando dejamos de fascinarnos por las cosas porque la sensibilidad se enfría, cuando el encuentro con el otro se vuelve una carga, cuando se siente la incapacidad de ofrecer algo valioso al entorno.

Cuando se vive una vida infértil no hay espacio para la ilusión.

Quizá estas crisis personales, estas crisis de desesperanza, se deban a un ritmo frenético de vida que impulsa a vivir como autómatas, un ritmo donde no hay cabida para el silencio, el encuentro con uno mismo y con otros, para la intimidad. Quizá la sociedad de consumo adormezca nuestros sentidos, anestesie la capacidad de disfrutar del presente, proyectándose en devorar la siguiente prenda de ropa, la siguiente serie, experiencia, viaje, la siguiente persona. Quizá olvidar la importancia de la razón nos haga súbditos de lo emocional. Quizá el abandono del aprecio a uno mismo y a los demás haga sentir que la vida es infértil.

Es posible recuperar la ilusión: 7 consejos para dar esplendor a tu vida

La ilusión al ser una emoción no es fruto del azar, está sujeta a numerosos mecanismos y variables. Al contrario de lo que se puede pensar, las emociones no sólo surgen de manera espontánea, se pueden educar. Es lo que se llama gestión emocional.

Estos son los siete consejos que pueden ayudar a potenciar la ilusión:

1. Repasa tu proyecto de vida

Si la ilusión habla de sueños y proyectos, resulta imprescindible hacer una reflexión del proyecto personal de cada uno. Dar una vuelta a la estructura de la propia realidad: la familia, el trabajo, las relaciones sociales, las creencias. Cuando se establece un proyecto de futuro la vida se enfoca hacia una dirección concreta. Eso es un factor de control que genera seguridad y potencia la percepción de sentido.

2. Establece metas realistas. La ilusión se hace presente cuando el futuro deseado se ve como algo alcanzable, cuando se tiene la certeza de estar jugando en la liga adecuada. La visión realista potencia la motivación, por lo que impulsa la conducta.

3. Conoce los propios recursos. Para emprender un camino que implica esfuerzo es necesario saber que estamos preparados para ello, que tenemos mucho que ofrecer, que no nos está grande. Conocer los propios talentos ilusiona, porque es conocer lo que podemos ofrecer.

4. Permítete emocionarte. Cargamos con la creencia de «no te emociones, no vaya a ser que vaya mal y el golpe sea más fuerte». Nada más lejos de la realidad. La emoción moviliza, la ausencia de ella no asegura una caída indolora, sino que predispone a ella. El ser humano se puede permitir el lujo de emocionarse, porque tiene una tremenda capacidad de adaptación que le permite reponerse ante la caída.

5. Valora el presente

Toma conciencia del propio recorrido, de lo satisfactorio de los propios logros. Repasa qué elementos presentes son una fuente de bienestar.

6. Potencia el compromiso

En una época donde las emociones tienen el monopolio de mercado, la razón sigue siendo imprescindible. Comprometerse con los propios proyectos es comprometerse con uno mismo. Ser fiel a pesar del dinamismo emocional es algo tan heroico como necesario. El compromiso permite que la ilusión, con sus fluctuaciones, se mantenga a la larga.

7. Deja espacio para el silencio

Es necesario desembotar los sentidos, limpiar el filtro de la sensibilidad, salir de la dinámica de consumo. El encuentro con uno mismo, el encuentro con la intimidad del otro, con en entorno, permite tener una visión más sensible de la realidad, permite volver a ilusionarnos por las pequeñas cosas.

Viktor Frankl, padre de la psicología existencial, abogaba por una vida rebosante de sentido. Una vida, al fin y al cabo, llena de ilusiones presentes y futuras.

Lucía Pérez Forriol. Psicóloga generalista sanitaria. @cuentaseloalucia

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