Llevarse el móvil a todas partes, incluso al baño, consultar el WhatsApp constantemente, abrir el correo 50 veces al día, mirar Instagram repetidamente para saber quién ha publicado… son hábitos de hiperconectividad, que nos ayudan a vivir conectados, pero también estresados.
Aunque muchos piensan que cualquier momento es bueno para conectarse, nos merecemos descansos. Muchas personas aprovechan incluso los breves trayectos en ascensor o las visitas al baño para responder correos o enviar mensajes con el móvil. Otras incluso duermen con el móvil en la mesilla de noche «por si acaso» (como si el mundo dependiera de que se conteste una llamada) y si no fuera por el miedo a romper la pantalla incluso lo pondrían debajo de la almohada.
Sin embargo, como destaca Gabriela Paoli, psicóloga y experta en adicciones tecnológicas, la hiperconectividad es el gran agujero negro por el que se escapa nuestro tiempo y nuestra salud. Y es que se ha llegado a límites que resultarían cómicos si no fuera porque va en ellos la salud, tanto de los que ahora son adultos como de las siguientes generaciones, que difícilmente adquirirán hábitos tecnosaludables si quienes tienen que darles ejemplo no lo hacen.
Por tanto, «es necesario cambiar ciertos hábitos nocivos si se quiere mantener a raya el tecnoestrés, y fundamentalmente evitar que vaya a más», afirma esta psicóloga.
5 claves para vivir conectados sin tecnoestrés
Estos hábitos nocivos, como como cualquier hábito adquirido, pueden cambiarse. Para cambiar un hábito es preciso sustituir la conducta integrada por una nueva y repetirla hasta que se convierta en un nuevo hábito.
Algunos hábitos de hiperconectividad son llevarse el móvil a todas partes, abrir el correo 50 veces al día, consultar una aplicación constantemente para ver quién ha escrito…
Para combatir esta inercia, primero hay que desearlo y luego poner en marcha una serie de pasos.
Conciencia. Todos nos resistimos a cambiar de hábitos, porque significa cambiar rutinas, formas de pensar y salir de nuestra zona de confort. Por eso necesitarás la conciencia: para darte cuenta de cómo estás actuando y de tus resistencias internas. Aceptar es el primer paso para poder cambiar.
Voluntad. Es necesario hacer un esfuerzo, como cuando se sostiene un peso muy grande con los brazos. La inercia (el hábito) es como la fuerza de la gravedad, que empuja el peso hacia el suelo. Para que no caiga, al principio hay que ejercer una fuerza consciente y voluntaria en sentido opuesto y sostenerla en el tiempo.
Motivación. Para mantener la voluntad será necesario un buen motivador. Es importante preguntarse para qué voy a hacer este cambio. Y esta respuesta debe tener un sentido para uno mismo. Una posibilidad es imaginar todo lo que podrás hacer cuando adquieras el hábito de desconectar y dediques menos tiempo a vagar sin rumbo por internet, por las redes o por ciertas aplicaciones.
Planificación. Las buenas intenciones sin un plan de acción se quedan muchas veces sólo en eso: en simples buenas intenciones. Si no hay cambio, no hay mejora. Si el propósito es desconectar para ganar tiempo y salud, hay que planificar cómo se va a hacer, ponerlo por escrito, firmarlo y colgarlo, por ejemplo, de la puerta de la nevera. «Una estrategia que puede ayudarte, es por ejemplo, proponerte poner el móvil en modo avión desde las 8 de la tarde hasta las 8 de la mañana del día siguiente, variando ligeramente el horario el fin de semana en función de tus actividades. Debes mantener el plan al menos durante un mes para empezar a vencer tus resistencias internas e incorporar el nuevo hábito», aconseja Paoli. En este punto es importante buscar «aliados» es decir, informar al entorno de que se va a poner en marcha esta estrategia. Algunos se reirán y otros pensarán que ellos también deberían hacerlo.
Recursos o estrategias. Hay ciertos recursos o estrategias que pueden hacer dejar los dispositivos fuera del alcance. Por ejemplo, propuestas como la Desconecta Box, una cajita de cartón, fácil de montar para tener en la mesa o escritorio del trabajo, para dejar el móvil y desconectar así de las redes sociales, las llamadas, los mensajes, etc. y conectar con nuestro presente y con las personas que tenemos alrededor en cada momento. Existen también aplicaciones para controlar el uso del móvil.
De entrada, la mayoría de smartphones vienen de serie con una función llamada «tiempo de uso» que permite hacer un seguimiento periódico de la cantidad de tiempo diario o semanal de uso del móvil. Es posible ver en qué lo hemos utilizado más (en qué aplicaciones o tipos de uso), si se ha producido un aumento o disminución de uso con respecto al período anterior, establecer unos horarios de descanso en el que el móvil no sonará, bloquear contenidos que no nos interesen o restringir el uso de determinadas aplicaciones.
Toda esta información nos permite tomar conciencia de cuánto y en qué usamos el móvil. Con estas herramientas se podrá reforzar la voluntad y aumentar la productividad, o sea, tu vida productiva y sentir que se dedica más tiempo a los realmente importa y aporta.
Marina Berrio
Asesoramiento: Gabriela Paoli. Psicóloga, formadora y consultora en temas de Desarrollo Personal y Organizacional.
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