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Carlos Gil Arellano: «Celebrar un funeral simbólico en familia puede ser de gran ayuda»

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En estos días de emergencia sanitaria, por una enfermedad que está golpeando con fuerza a muchas familias, muchos familiares y amigos están graves, debatiéndose entre la vida y la muerte, y crece la preocupación. El dolor también está afectando a las familias que ya han tenido que vivir la pérdida de un ser querido que ha padecido la enfermedad.

La pandemia de coronavirus ha cambiado la forma de enfrentarnos al duelo. Ahora sin el consuelo que proporciona el contacto físico de nuestros familiares y amigos, hablamos con el psicólogo del Centro de Duelo de la Fundación Instituto San José, Carlos Gil Arellano, sobre los cambios que ha producido la pandemia de coronavirus y el confinamiento en el proceso de duelo de los seres queridos.

Los funerales simbólicos, una gran ayuda psicológica

P. ¿Cómo ha cambiado el proceso de duelo la pandemia de coronavirus y sus prohibiciones y restricciones?
R. Sin duda la pandemia que asola nuestro país ha modificado el modo de relacionarnos y vivir, y con ello, el modo en que la gente está muriendo y la manera de afrontar el proceso de duelo. Lo más notorio es la ausencia de contacto y cercanía con nuestros seres queridos. El duelo es un proceso muy doloroso que se agradece cuando la persona cuenta de un apoyo social amplio y en estos momentos esto es algo difícil de conseguir. Así mismo el estar confinado en casa las 24 horas con nuestros pensamientos y dolor, sin posibilidad de salir a la calle a dar un paseo tranquilo para despejarnos, hace que las emociones se intensifiquen y que duela más esa pérdida.

P. Uno de los aspectos más duros es la imposibilidad de estar con el familiar enfermo en sus últimos momentos de vida, ¿esta circunstancia puede favorecer que el proceso de duelo sea más complicado?
R. En efecto esta es quizás la consecuencia más dura para aquellos que han perdido un familiar en estos momentos. No solo la pérdida de por sí ya es dolorosa, pero además si le añadimos que no hemos podido estar al lado de la persona que queremos y despedirnos de ella, esa culpa e impotencia multiplican el dolor que sentimos, pudiendo dificultar ese proceso.

P. ¿Cómo explicar a los niños lo ocurrido?
R. Los niños son siempre los más protegidos de las familias cuando algo así ocurre. Evitamos que se enteren o les contamos alguna historia para enmascarar la pérdida, todo ello desde el amor claro está, pero al final les estamos privando de una necesidad que ellos también tienen y es la de rendir su propio homenaje y despedirse de su ser querido.

Es muy importante que los niños sean conscientes y conozcan la verdad.

Explicándoselo con palabras que puedan entender, con calidez y cercanía, pero sin enmascarar la verdad. Incluso poder ir al velatorio y al funeral, son actos simbólicos que ayudan a aceptar la realidad de la pérdida.

P. ¿Qué ocurre cuando la sensación de no haber podido despedirnos del fallecido no nos deja vivir?
R. En estos momentos es muy frecuente que la persona experimente cierta culpa por no haber podido despedirse y estar con su familiar hasta el último momento. Es muy importante que la persona lo pueda verbalizar para así trabajar con ella. Hacer entender que son las circunstancias impuestas desde fuera las que los han obligado, y que en ningún momento ha sido responsabilidad suya lo que ha pasado. También puede servir de gran ayuda proponer a la familia celebrar un «funeral simbólico» a modo de despedida que les permita satisfacer esa necesidad, cuando toda la situación haya pasado.

P. ¿Es normal que sintamos emociones intensas y cambiantes a lo largo del día, de tristeza, enfado, irritabilidad, nerviosismo, unas ganas inmensas de llorar, culpa por no haber estado allí o haber hecho más…?
R. El duelo conlleva un sinfín de emociones asociadas que pueden ir desde la explosión emocional hasta el bloqueo de las mismas. Entre ellas, la tristeza, la culpa, la rabia, ira o enfado con el mundo porque no entendemos lo que ha pasado… son todas emociones normales y muy válidas.

Lo más importante es encontrar alguien con quien podamos hablar

Lo más importante es encontrar alguien con quien podamos hablar, para así compartirlas y permitir que la persona se exprese y logre una «ventilación emocional», de manera que no queden enquistadas dentro de nosotros porque pueden hacer más daño del que ya tenemos.

P. También a nivel físico podemos notarnos doloridos o cansados. ¿Qué hacer cuando sentimos que no tenemos ganas de hacer nada?
R. Es muy importante mantener un equilibrio psico-físico en nuestro día a día: Mens sana in corpore sano. Es habitual que en estos momentos la persona esté abatida, cansada, pierda el apetito y las ganas de cualquier actividad. Sin embargo, hay que sacar fuerzas, obligarnos, apoyándonos en quienes nos rodean, para intentar volver a la «rutina de nuestras vidas» incluso en el confinamiento. Mantener buenos hábitos alimenticios, regularidad en la hora de acostarnos y levantarnos, aunque no nos apetezca, buscar actividades distractoras que rompan con nuestros pensamientos de tristeza y culpa… en definitiva, intentar continuar con nuestras vidas, aunque sea dentro nuestras casas.

P. ¿Cómo encajar que no te pueden consolar tus amigos y familiares como antes con abrazos, besos y contacto físico?
R. El apoyo de nuestra familia y amigos es fundamental en este proceso. Por desgracia y dada las circunstancias, es muy difícil conseguirlo. Pero por suerte las nuevas tecnologías de la información (teléfono, móviles, smartphones, Skype*), permiten acercar a las personas aun estando a gran distancia. Usarlas en estos momentos puede ser de gran utilidad para conseguir el consuelo que necesitamos.

P. ¿Qué tipo de despedida recomiendan es estos tiempos de coronavirus?
R. En estos momentos en los que los funerales son tan fríos, inhumanos, manteniendo la distancia entre nuestros seres queridos no pudiendo recibir el cariño y consuelo de ellos, sin haber visto siquiera al difunto, pueden convertir un acto de despedida en un trauma para la persona que lo vive. Por eso puede servir de ayuda posponer nuestra despedida cuando todo esto haya acabado y aunque sea simbólicamente, celebrarla con un funeral simbólico de tal manera que nos sirva para darle el último adiós que queríamos.

Marisol Nuevo Espín

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