El conflicto siempre ha sido parte de la naturaleza humana. Y no implica necesariamente negatividad, más bien todo lo contrario. Del conflicto surgen nuevas formas de convivencia, nuevas maneras de conocer no sólo a los demás sino a también a uno mismo, e infinitas posibilidades de mejora. Por esta razón, el conflicto no debe ser condenado a priori, sino interpretado como un proceso de crecimiento y conocimiento.
En pareja: ¿hasta qué punto la discusión es constructiva?
Toda discusión nace desde una perspectiva constructiva, realmente es el intercambio de puntos de vista diferentes sobre alguna situación, y esto es un hecho enriquecedor de por sí, ya que nos permite conocer otras maneras de interpretar las cosas que experimentamos, compararlas y obtener aprendizajes.
El problema aparece en el momento en que alguno de los miembros de la pareja se siente o es atacado. Es entonces cuando nuestro «cerebro emocional» (el sistema límbico) se activa, sentimos que se está cometiendo una injusticia al ser atacados y las opciones de respuesta se limitan a huir o atacar.
Así, iniciamos un proceso de escalada de ataques, emociones poco adaptativas y consecuencias nefastas la mayor parte de las veces. Con lo cual, uno de los aspectos fundamentales que pueden precipitar una discusión es la comunicación, en el ámbito de la pareja con más probabilidad ya que, un mal uso de la comunicación conlleva muchos malentendidos y esto, debido a la confianza y al nivel de conocimiento e intimidad de la pareja, suele ser bastante habitual.
Una discusión deja de ser constructiva en el momento en que los egos se interponen y comenzamos una lucha de poder, donde lo principal dejan de ser los argumentos y es tener la razón a toda costa. Pese a todo esto, discutir, en el sentido más positivo, es sano y supone una oportunidad para crecer como pareja, mejorar el conocimiento mutuo y aprender.
Cómo estructurar una discusión en modo sano
Es básico tener una comunicación sana y respetuosa. Normalmente, sabemos detectar los «temas de conversación» con nuestra pareja que pueden acabar en discusión y enfado. Este tipo de temas debe ser tratado con especial sensibilidad: dirigirnos siempre con «mensajes yo», esto es, hablar desde nuestra opinión y punto de vista, desde nuestros sentimientos y emociones.
Uno de los errores más comunes cuando nos comunicamos en pareja es utilizar los «mensajes tú», los reproches.
Con esto, lo único que conseguimos es que la pareja se sienta atacada y se inicie la alerta en nuestro cerebro emocional.
Otra buena herramienta es emplear la escucha activa, es decir, escuchar a la otra persona tratando de empatizar, sin la necesidad de contestar inmediatamente a cada una de las cuestiones que aparezcan. Para ser un «escuchador activo» nuestra disposición debe ser abierta y paciente, dejando espacio para que la comunicación fluya.
Cuando detectemos que la situación se nos empieza a ir de las manos, las emociones de enfado y rabia empiezan a estar muy presentes, podemos emplear el enfriamiento emocional, mejor pedir una pausa y relajarnos haciendo otra actividad e, incluso, salir a tomar un poco de aire, que dejarnos llevar por la discusión y el calor de las emociones.
Tendemos a pensar que es una huída de la situación y hasta nos puede dar vergüenza pedir a nuestra pareja un descanso para que no piense que nos ha dejado sin argumentos. Pero nada más lejos de la realidad, permanecer en una situación que nos descontrole emocionalmente y que sea un reflejo de nuestras escasas herramientas de gestión emocional nos llevará, con toda probabilidad, a consecuencias negativas.
Desarrollar la capacidad de discutir en modo sano
Todos poseemos la capacidad de comunicarnos asertivamente, desarrollando y potenciando esta herramienta, además de alguna otra, podemos aprender a discutir de una forma sana y constructiva.
Todos tenemos la posibilidad de trabajar y mejorar nuestra inteligencia emocional y todas las habilidades que la componen pero, para ello debemos conocernos bien y ser conscientes de nuestros puntos de mejora, para trabajar en ellos. Lo bueno de las habilidades interpersonales o «soft skills» es que se pueden aprender, desarrollar y mejorar constantemente.
Hombres y mujeres: ¿existe una diferencia en la manera de afrontar la discusión?
Hombres y mujeres no nos comunicamos de la misma manera, igual que la cultura en la que crecemos nos influye, el género también es un filtro de nuestros estilo de comunicación y gestión emocional. ¿Quién no ha oído las expresiones «los niños no lloran, las niñas no pelean…»? Estos son mensajes que educan en maneras distintas de gestionar nuestras emociones y de comunicarlas. La diferencia en sí no tiene porqué ser genética, es más una cuestión educativa, pero existir, existe.
Por lo general, las mujeres suelen tener un estilo más asertivo, son más empáticas porque el que la sociedad les permita expresar sus emociones (las niñas sí lloran) les da la oportunidad de conocerlas mejor, tanto las propias como las ajenas. Suelen también practicar más la escucha activa, emplean más la comunicación no verbal y son más emotivas en sus discursos.
Los hombres suelen emplear argumentos más racionales, utilizan menos la parte emocional y el lenguaje no verbal.
Así nos encontramos con que, por lo general, ante una discusión en la que el ambiente se caldea y los «cerebros emocionales» se encienden, las mujeres son más expertas en manejar el mundo emocional y controlar sus respuestas y los hombres se ven más sobrepasados ante estas situaciones, optando, generalmente, por la retirada o el silencio.
Aprender a discutir es posible
Lo más importante es conocer nuestro estilo habitual de comunicación en las discusiones, para tener claros los puntos fuertes y puntos de mejora. Ante una persona que emplea un estilo autoritario en las discusiones será importante trabajar en profundidad la escucha activa y la empatía, mientras que otra persona que discuta con un estilo más pasivo, será necesario trabajar la comunicación no verbal, la toma de iniciativa…
Cuando vamos a mantener una conversación que podemos prever complicada, porque el tema sea delicado, porque conocemos a la otra persona y sus habilidades…, sería muy útil tener en cuenta dos cosas: marcarnos un objetivo a comunicar, esto es, el tema central del que queremos hablar con la otra persona, con ello evitamos rodeos innecesarios, repetir información…
Y, lo segundo, mantener turnos de palabra, si es necesario se pueden establecer con tiempos determinados, para trabajar la escucha activa en el tiempo que el otro habla y darnos la oportunidad de conocer toda la información. La tendencia a medida que la discusión aumenta es a monopolizar la conversación, así, ni conocemos el punto de vista del otro, ni empatizamos, ni nada y, muy probablemente, se sienta atacado ante la verborrea, lo que no augura un final feliz.
Dra Tamara Moreno. Psicóloga de Mundopsicologos
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