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Aprender a autocontrolarse: cuestión de voluntad

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A algunos niños y adolescentes les cuesta controlar sus impulsos: no pueden esperar para conseguir aquello que se les antoja, se agitan y se ponen nerviosos ante estímulos que a otros chicos no sobresaltarían. Combatir contra uno mismo es la batalla más difícil y, junto a ello, vencerse a sí mismo es la victoria más importante. Se encuentran en un buen momento para adquirir hábitos de autocontrol que les ayuden a fortalecer su personalidad.

El autocontrol no se adquiere por sí mismo, simplemente dejando pasar el tiempo, sino que ha de nacer de un ambiente familiar y de un estilo de educación. Además, es algo que se consigue de forma progresiva. Todos los niños, sin excepción, tienden a querer satisfacer sus deseos de la manera más rápida posible. Poco a poco y, paso a paso, hay que ayudarles a asimilar una serie de virtudes como la paciencia, la obediencia, la reciedumbre, el dominio de sí, etc. A partir de los siete años, con el despertar de su razón, podremos hacerles comprender la importancia de ser amos de nuestro carácter para no acabar siendo esclavos de nuestros defectos.

La exigencia de los padres es fundamental en el autocontrol de los hijos

Según algunos estudios, muchos padres no usan la disciplina con sus hijos (no les ponen normas, no les castigan, etc.) porque quieren que sean ellos quienes se controlen a sí mismos, sin la necesidad de reglas externas. Pero como a los niños les falta la madurez suficiente para generar ese autocontrol, pueden ir dando tumbos durante su infancia sin experimentar lo que supone en la práctica la exigencia, ni la propia ni la de fuera.

Para llegar al autocontrol, nuestros hijos han de tener primero la experiencia de lo que supone la lucha contra sí mismos, contra sus defectos. Como todos tendemos a ser demasiado indulgentes con nosotros mismos, para adquirir este hábito es necesario que alguien que nos quiera nos incite a esa lucha personal. Así por ejemplo, cuando a una niña de 9 años le insistimos para que se lave los dientes todas las noches, se lo recordamos diariamente, le acompañamos para que lo haga correctamente y no cedemos aunque no le apetezca, le estamos dando la posibilidad de experimentar en qué consiste esa lucha consigo misma. Especialmente a esta edad los hijos necesitan una exigencia de los padres que con los años se transforme en una saludable autoexigencia.

El autocontrol es vital para el desarrollo personal infantil

Como dice el psiquiatra Enrique Rojas en su libro La conquista de la voluntad, toda educación de la voluntad tiene un trasfondo austero, sobre todo cuando se comienza. Para tener voluntad y autocontrol hay que comenzar por negarse o vencerse en los gustos y estímulos e inclinaciones inmediatas. Algo realmente difícil. Un chico de diez años, después de una mañana de juegos, tendrá un hambre de león… Pero es bueno que le hagamos comprender que no pasa nada por esperar unos minutos hasta que todos estén sentados en la mesa. Años atrás era normal que no lo entendiera y se limitara a obedecer a sus padres, pero ahora sí debe comprender su sentido para que realmente exista autocontrol.

Si queremos desarrollar en los hijos esos hábitos de autocontrol no es para coartar su conducta y para hacer de su personalidad algo políticamente correcto o un niño «para enseñar a las amistades». Al contrario, estos hábitos se necesitan para la realización del proyecto personal sin tener que seguir los dictados inmediatos de lo que nos pide el cuerpo; son necesarios para vencerse en esas pequeñas luchas titánicas que, sin embargo, harán que se consiga que sus sueños se hagan realidad poco a poco.

Aprender a escoger lo que le conviene

El dominio de uno mismo es uno de esos retos extraordinarios que nos elevan por encima de las circunstancias. Con el paso del tiempo, nuestros hijos desarrollarán así una «segunda naturaleza»: uno no hace lo que le apetece, ni lo más fácil, ni escoge el camino más blando, sino que se dirige hacia lo que es mejor. Cuando la voluntad se muestre más sólida, ya ni se planteará el cansancio o lo que le apetece, sino lo que sabe que será más positivo de cara a lo que se estima mejor.

Aquel que no lucha por controlarse, por el contrario, es el niño mimado: al no haber luchado en cosas pequeñas, día a día se ha ido convirtiendo en un juguete de las circunstancias.

María Lucea
Asesoramiento: Enrique Rojas, psiquiatra y autor del libro La conquista de la voluntad.

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