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La ansiedad crece en época de pandemia

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«No se qué me pasa, pero no estoy bien». Con esta frase tan ambigua, cada vez son más las personas que intentan verbalizar su cuadro de ansiedad, sin encontrar una explicación concreta a sus síntomas.

Las manifestaciones de la ansiedad pueden ser emocionales, psicológicas y fisiológicas, y son tantas que «a veces uno no sabe reconocer si lo que tiene es ansiedad o es otra cosa, pero si no sabemos reconocer lo que nos ocurre, tampoco sabemos cómo ayudarnos», explica la psicóloga Alba Valle.

Las personas que padecen ansiedad pueden sentirla en mayor o menor intensidad, y en forma de nudo en el cuello, presión en el pecho o taquicardias, pero también hay quien vive con mucha ansiedad y sensación frecuente de urgencia, y sin embargo no sufre taquicardias.

Ansiedad y miedo van de la mano

La ansiedad viene del miedo y es una consecuencia natural de la capacidad innata del ser humano de sentir el miedo como una forma de protección para garantizar la supervivencia. La ansiedad no tiene causa a priori, «no hay algo en este instante que la esté generando, sino que suele ser nuestra propia mente o nuestras propias sensaciones internas», detalla Valle.

Por el contrario, la causa del miedo es generalmente externa, y puede darse por ejemplo al ir conduciendo y ver venir un coche en dirección contraria, lo que desencadena el miedo y el mecanismo de huída por motivos justificados. El problema surge cuando no se sabe gestionar correctamente el miedo y no se le da una salida útil. «La ansiedad no es una enfermedad sino un trastorno y tiene que ver con cómo gestionamos nuestros síntomas y emociones», aunque admite que en estos procesos «también influyen las tendencias genéticas y los ejemplos aprendidos a lo largo de la vida de situaciones parecidas».

Patologizar el miedo y acabar desarrollando un trastorno psicológico dependerá fundamentalmente de cómo se abordan las situaciones que generan miedo y ansiedad, y de lo que se hace para solucionarlas. 

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Principales trastornos de ansiedad en la pandemia

1. Ansiedad generalizada. Es cuando la persona no está ansiosa por nada en concreto sino que siente que es así, se preocupa muy fácilmente por cualquier cosa, aunque para otros la causa no tenga importancia. «Podríamos decir que es una persona ‘preocupona’, de las que dicen cosas como ‘no sé estar sin preocuparme por algo’ o ‘se me mete el miedo en el cuerpo y no puedo dejar de pensar en esto'», relata la especialista.

Si a esta persona le preocupa un asunto, no puede dejar de pensar en ello con facilidad, siente inquietud, y esto deriva en cansancio fácilmente porque la mente se colapsa al estar continuamente pensando en preocupaciones, también en mayor irritación emocional, y con frecuencia en dificultades para dormir bien. «Esta situación de pandemia por la COVID-19 es un gran reto para las personas que tienen ansiedad generalizada o tendencia a la ansiedad generalizada», enfatiza Valle.

2. Hipocondría. Es estar observando demasiadas veces las sensaciones del cuerpo y evaluando si se siente dolor en un punto o en otro. En opinión de Alba Valle, «la pandemia ha hecho que los síntomas de hipocondría hayan aumentado mucho». Lo que ocurre con la hipocondría es que «nos autosugestionamos, estamos demasiado pendientes de si tenemos síntomas, luego lo consultamos en internet y entonces la sugestión y el miedo crecen, y a más miedo, más dudas obsesivas». Actualmente es habitual encontrar casos en los que la persona duda de si está contagiada de COVID-19 y esté permanentemente pendiente de los síntomas en un funcionamiento ansioso.

3. Estrés post-traumático. Ocurre después de haber vivido un trauma, que es un evento especialmente doloroso, y no se ha integrado bien, por lo que la mente lo repite durante mucho tiempo, lo que hace que la persona reviva lo ocurrido una y otra vez generando verdaderas crisis de ansiedad en el momento presente. Este tipo de trastorno se está dando actualmente entre los profesionales y voluntarios que han estado en primera línea de la crisis santaria trabajando en hospitales, centros de salud y residencias de mayores.

4. Trastorno adaptativo. Es una ansiedad normal pero que impide vivir sintiéndose bien. Se produce cuando suceden cambios en la vida al entrar en una etapa de incertidumbre como un divorcio, un nuevo trabajo o un despido, un embargo o la noticia de un familiar con una enfermedad de alto riesgo. Son situaciones que alteran la vida cotidiana y aunque puedan incluso dar resultados positivos a medio o largo plazo, en el momento presente son interpretadas como algo negativo, y ese es el origen del agobio.

5. Miedo obsesivo. Está desencadenado por las dudas y la incertidumbre: miedo de dejarnos las llaves puestas o el gas encendido, de no haber comprobado que se ha enviado ese email, de contaminarnos de coronavirus con algún objeto cotidiano… «De hacerse realidad aquello que estamos temiendo, eso nos pondría en riesgo, pero hay una desconexión aparente entre lo que dispara el miedo y el riesgo en sí», concreta Valle. Generalmente, el miedo obsesivo lleva a hacer cosas constantemente para quitar ese miedo, y esto genera una serie de acciones y reacciones en bucle.

«En mi experiencia clínica puedo decir que prácticamente siete de cada diez personas tienen problemas relacionados con la ansiedad de alguna forma, quizá no tanto estos trastornos, pero sí los síntomas en diferentes grados, porque son muy humanos», concluye la psicóloga Alba Valle.

Marina Berrio
Asesoramiento: Alba Valle, psicóloga

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