En pareja es fundamental saber expresar los sentimientos porque es la forma en que nos conocemos mejor, compartimos estados de ánimo, emociones y conectamos con el otro. Pero hace falta conocer las diferencias emocionales entre él y ella para no malinterpretar algunas cosas.
La mujer necesita hablar de sentimientos y recibir muestras de cariño: para ella son vitales; pero a él le gusta más manejar ideas o hechos más ‘neutrales’, necesita saberse admirado y, a veces, desconectar. Por eso hay que ver con los ojos del otro y cuidar estos aspectos.
Para construir el amor, además de tener detalles concretos, es necesario seleccionar sentimientos, fomentar los positivos -como alegrías, satisfacciones, logros- y controlar los que no merecen la pena, dañan nuestro amor o nos destruyen como personas.
Evitar discusiones innecesarias
La crítica, el desprecio, la murmuración, las caras encendidas, se contagian al otro y empeoran la situación. Hay sentimientos negativos que destruyen la relación: son como ‘virus letales’ que invaden todo y lesionan los corazones.
Por este motivo, es bueno pensar cómo es nuestra respuesta emocional ante un encuentro o conversación en pareja. Lo más específico de la persona es la respuesta emocional compleja, en la que el pensamiento precede al sentimiento y a la acción que se deriva. De esta forma, entre un estímulo y su respuesta, tenemos solo un momento para pensar cómo respondemos. Pero hay momentos tensos en los que damos una respuesta emocional rápida, impulsados por esa emoción. Entonces no pensamos previamente.
Es importante racionalizar y controlar cada respuesta, que es lo propio de la persona. Es preciso aprender a comunicar lo que pensamos con delicadeza y diplomacia y expresar los sentimientos con serenidad.
El mayor enemigo del trato en pareja es la soberbia y el orgullo. Hay situaciones en las que la disparidad de opiniones suscita emociones encontradas y, si nos dejamos llevar de esos sentimientos encrespados, se desemboca en una espiral emotiva donde se anula el pensamiento, y se interpretan negativamente todos los intentos del otro.
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Tener en cuenta su forma de ser
Ugo Borghello señala: «Para que él vea los hondos sufrimientos de su mujer, que ve insatisfechas sus expectativas, tienen que producirse señales atronadoras». Y un «punto ciego» de la mujer es que cuando no se siente escuchada, le resulta fácil criticar o atacar a la persona del marido. Por eso es necesario aprender a calmarse y a calmar al otro. Tener en cuenta su forma de ser y, cuando uno está más irascible o más cansado, es necesario que el otro tenga más control, ponga un detalle de serenidad, de acercamiento, y tienda un ‘puente’ entre los dos. Tener autodominio para poder hablar sin atacar, con cariño o, al menos, con respeto hasta que vuelvan sentimientos positivos al corazón.
Cuando haya un conflicto es bueno reconocer que estamos en un momento difícil y, si hace falta, se pone algo de distancia para enfriarse y poder hablar de forma racional. Así cambia el estado de ánimo y cada uno se serena. Luego hay que retomar el asunto, ver los motivos por los cuales ha sucedido para poner un remedio eficaz. A veces comprender al otro o cambiar el tono de voz hace que se esfume el problema. También tenemos el poder del perdón para sanar las heridas. Y es necesario cortar los pensamientos negativos que lo alimentan, si reaparecen.
Se trata de buscar la serenidad, refrenar la emotividad y saber ceder, que no es perder sino querer, porque vale más la unidad de los dos que el tener razón o que nos pueda el orgullo. Además, así vuelve la paz a los corazones.
Mª José Calvo. Médico de familia y fundadora de Optimistas Educando y Amando
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